El oferente

—Traigo mi ofrenda al altar— dijo Abiram.

—Quizá no te acuerdas, pero que sepas que tu hermano tiene algo contra ti— le dijo el Sacerdote.

—Claro que me acuerdo, y tengo pensado pedirle perdón.

—Yahvé no va a aceptar tu ofrenda. Déjala allí, delante del altar y anda, reconcíliate primero con él, y entonces ven y preséntala.

—Como Sacerdote bien debes saber que no puedes invertir la ley de Yahvé. El primer mandamiento es amarle a Él y el segundo amar al prójimo.

—La ley está enunciada en orden de importancia pero se cumple a la inversa. Para decir que amas a Yahvé primero has de mirar por ti cumpliendo el sábado y luego has de amar al prójimo.

—No sé, me parece que todo eso te lo sacas de la manga. Aparta de en medio, no te interpondrás entre Yahvé y yo.

El judío presentó su ofrenda y se alejó del altar tan campante. Al llegar a su casa le esperaban unos hombres.

—¿Eres Abiram?

—Sí, soy yo.

—Ven, preséntate ante el juez, que tu hermano tiene algo contra ti.