Crisis de la predicación sensacionalista y motivacional

Nuestra prioridad hoy es llenar el púlpito de un conocimiento edificante de la Palabra de Dios, única fuerza capaz de promover los verdaderos cambios que deben producirse en nuestras vidas.

29 DE JUNIO DE 2019 · 21:00

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Por lo que percibo a través de las redes y en mi relación con diversos creyentes, parece que el estilo de predicación triunfalista y motivacional, o lo que yo he llamado la predicación extrema y sensacionalista está entrando en crisis, y quizás no de la mejor manera, porque gran parte de la crítica a esta predicación tiene como blanco, de forma directa y personalizada, a sus más conocidos expositores y expositoras.

Se observa en el panorama evangélico que buena parte de esta predicación, que es espectáculo puro y simple, junto a las extravagancias, desaciertos y hasta escándalos de sus protagonistas, ha llegado al tope  y  ha comenzado a marcar su curva descendente. 

Este declive se acentúa más con una ola de críticas, denuncias y ataques –algunos desproporcionados y virulentos– contra predicadores y predicadoras que, con un estilo excitante y posesivo, emplean el tiempo de sus exposiciones para crear escenarios idealizados donde todo es maravilloso y factible, y los asistentes se convierten en seres indetenibles y súper poderosos en cuanto al logro de sus deseos y aspiraciones. Todo sin que haya lugar para considerar otras realidades propias de la vida.

El contenido de esta predicación no es auténticamente bíblico ni realista. Es una fantasía, una ilusión, un pasatiempo de circo que busca hacernos olvidar los verdaderos compromisos y desafíos a los que como seguidores de Cristo estamos llamados.  

Este discurso, con la pretensión de ser ameno y divertido, se limita a motivar a las personas con promesas de éxitos, triunfos, abundancia y bienestar sin ninguna referencia a la Cruz, al compromiso, al acrisolamiento del carácter cristiano y a otros aspectos que son fundamentales en la vida del creyente. Esto está haciendo que la gente se muestre un poco más cautelosa y crítica ante los predicadores que sostienen este tipo de mensaje.

El bufón divertido y el parlanchín que solo sabe saltar y bailar están opacando la solemnidad del púlpito, lo que sin dudas está generando   críticas y cuestionamientos que están poniendo en crisis la predicación triunfalista y motivacional. Pero creo que no bastan las críticas, las rasgaduras de vestiduras o denuncias irónicas, hay que comenzar a promover un estilo de predicación más bíblico y realista, más teológico, pertinente y reflexivo. La crisis que vive el púlpito hoy es una crisis de contenido, una crisis de pertinencia teológica y profundidad bíblica sobre la base de una exposición clara, sólida y coherente.

Tenemos que dar lugar en esta área a cambios favorables para beneficio del Evangelio de Jesucristo. Tenemos que promover un contenido bíblico que sea más penetrante y transformador. Nuestra prioridad hoy es llenar el púlpito de un conocimiento edificante de la Palabra de Dios, única fuerza capaz de promover los verdaderos cambios que deben producirse en nuestras vidas.

Las verdades fundamentales de la Biblia deben de brillar nuevamente en el púlpito, la voz autorizada de hombres llenos del conocimiento bíblico y saturado de la unción del Espíritu Santo debe nuevamente tronar con el mensaje pastoral y profético que transforma y da vida. 

Lo cierto es que el predicador debe exponer la Palabra para generar fortaleza, para que las personas se apoyen en el Señor y confíen en sus promesas. Pero no, el predicador extremo y sensacionalista busca exacerbar los ánimos, pone a la gente en atención de combate y se presenta él mismo como el dueño y dispensador de soluciones inmediatas y definitivas para todos los presentes.

La meta de la predicación no es simplemente motivar y hacer que el auditorio se sienta bien y se divierta, la meta de la predicación es la transformación de las personas para que puedan vivir una vida cristiana conforme al carácter de Cristo.

Es por eso que la predicación de hoy –sin que tenga que resultar aburrida– con el apoyo de todos los recursos que ofrece la tecnología, tiene que recobrar todo el vigor, todo el poder y la fuerza del Espíritu, y como en los tiempos de la Reforma Protestante, volverse diligente a las Escrituras y sacar de ellas la propuesta que Dios tiene para la humanidad con el fin restaurar todas las cosas a través de su Hijo Jesucristo.

La predicación bíblica apunta a la formación de un discípulo de Cristo que proyecta un testimonio de amor y servicio que no se deja perturbar ni distraer por las ligerezas, intrascendencias y modas que se imponen en el mundo posmoderno. 

Regularmente los predicadores motivacionales comunican con gran entusiasmo, son carismáticos y tienen una notable fuerza en el estilo de entregar su mensaje. Este estilo de predicación se convirtió en un modelo que muchos buscan seguir. No todos los que se han sumado a esta tendencia son embaucadores que solo buscan beneficios o tienen otras pretensiones. Los hay sinceros y apasionados con sus prédicas, quienes, con algún cuidado pastoral, un mejor enfoque bíblico, con una perspectiva teológica mejor llevada y una oportuna orientación pueden hacer un aporte más edificante y sustancioso a la iglesia.  Es un compromiso de teólogos y pastores reorientar la predicación extraviada y guiarla hasta retomar las Escrituras y alcanzar la unción del Espíritu Santo para así restaurar por la Palabra la vida de la iglesia y continuar alcanzando las almas que no conocen a Cristo.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Para vivir la fe - Crisis de la predicación sensacionalista y motivacional