El cuerpo de la amada

Se habla del vientre y del ombligo como partes del cuerpo que en una mujer embarazada tienen que ver con la vida.

16 DE JUNIO DE 2019 · 08:20

Foto: Unsplash (CC0).,
Foto: Unsplash (CC0).

Continuando con la exégesis del capítulo siete de Cantares nos encontramos con la descripción de otra parte del cuerpo de la esposa: los muslos.

“Los contornos de tus muslos son como joyas, Obra de mano de excelente maestro”. Para el análisis de esta parte del cuerpo aplicaremos la misma metodología que utilizamos para el estudio exegético-hermenéutico de los pies.

Primeramente hay que analizar la función anatómico-dinámica de los muslos. Los muslos son los órganos más fuertes y poderosos del cuerpo.

No existe parte alguna del cuerpo que tenga una musculatura más poderosa que los muslos y las piernas. Los muslos son como columnas que sostienen el cuerpo de las personas.

En el libro de Cantar de los Cantares el esposo describe en varios pasajes el cuerpo de la esposa; pero hay que tener en cuenta que también ésta describe el cuerpo de su amado y en estas descripciones, algunas de las características de las partes aludidas, coinciden.

Cuando la esposa presenta –de una manera profundamente apasionada– la persona de su amado ante las doncellas de Jerusalén, dice hablando de sus extremidades inferiores: “sus piernas como columnas de mármol fundadas sobre basas de oro fino”.

Volviendo al análisis del capítulo siete, hablando de la esposa el texto bíblico apunta: “los contornos de tus muslos son como joyas, obra de mano de excelente maestro”. Aquí, realmente, el término “muslos” se refiere a toda la pierna, desde la cadera hasta el pie.

No obstante, en el lenguaje médico-anatómico lo que corrientemente denominamos pierna se divide en dos partes: de la cadera a la rodilla (muslos) y de la rodilla a la articulación del pie (pierna).

Evidentemente las piernas constituyen las columnas sobre las que se sostiene una persona y sobre ellas se descarga todo el peso del cuerpo. Pero analicemos cómo se define el término contorno.

En el hebreo se emplea una palabra que significa cerco o redondez. Se trata del vocablo hebreo “jamut”; el análisis de esté término influyó mucho para que Fray Luis de León fuera encarcelado por la Inquisición.

El gran místico y maestro de la Palabra tradujo el término contorno así: “hermosura maciza y rolliza y de una gentil perfección”. No debemos escandalizarnos de esta traducción, sino más bien despojarnos de nuestros prejuicios.

Todo aquel que no tiene nada que esconder, se siente en libertad para la percepción clara y limpia de la realidad. Admira la belleza de los cuerpos como parte creada de un ser a imagen y semejanza de Dios. 

Por otro lado, los muslos están constituidos por poderosos músculos que ejercen diversas funciones, todas de la máxima importancia.

En la cara interna de los muslos existen unos potentes músculos llamados aductores, que en la terminología médica internacional se conocen como músculos “protectores de la virginidad”.

Esto tiene una gran importancia cuando, alegóricamente, se trata de aplicarlo a la Iglesia. La “Septuaginta” tradujo al griego el término hebreo utilizado para muslos empleando el vocablo “ritmo”.

Este calificativo no sólo hacía referencia a la formación, robustez, elegancia y simetría como columnas elaboradísimas, obra de mano de excelente maestro, sino que hace también referencia al ritmo, que en griego expresa toda buena proporción y compostura de las partes entre sí.

Si hablamos de la simetría y la perfección de las piernas como columnas que soportan todo el peso del cuerpo, éstas representarían, simbólica y alegóricamente, los dones necesarios para la edificación de la Iglesia.

Teniendo en cuenta que sobre las piernas y sus músculos descansa todo el peso del cuerpo, también debemos considerar que de ellas depende el movimiento y los pasos que se dan, así como la capacidad dinámica para andar.

Digamos que la edificación de la Iglesia es una necesidad primordial en el desarrollo de la salvación para que ésta pueda ir transformándose conforme a la imagen del Hijo de Dios.

En el Nuevo Testamento se dan cuatro listas de los dones que el Señor Jesucristo (el esposo) da a la Iglesia (la esposa) para que ésta alcance su verdadera realización hasta llegar a fundirse en una “persona colectiva” con su Señor.

Los dones de “apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros” constituyen la infraestructura pneumática fundamental para alcanzar una completa realización del “Cuerpo de Cristo”. La edificación de la Iglesia está al servicio de la  proclamación kerigmática del Evangelio del Reino de Dios.

Continuando con la descripción ascendente de otra parte del cuerpo de la esposa, su amado la define así, refiriéndose al ombligo y al vientre: “Tu ombligo como una taza redonda, que no le falta bebida”.

El término bebida corresponde a una palabra hebrea que significa: “vino mezclado con agua o con aromas”.

Tenemos que pensar en qué momento de la vida biológica de una mujer su ombligo puede adoptar esa forma, para entender lo que desde el punto de vista anatómico se nos está indicando.

Tomando en consideración lo que la escritura dice sobre el vientre: “Tu vientre como montón de trigo, cercado de lirios”, Fray Luis de León tradujo la última parte del texto, así: “cercado de violetas”.

La descripción que aquí se hace del vientre de la esposa, creo que sugiere -sin duda alguna- el vientre de una mujer embarazada.

Se habla del vientre y del ombligo como partes del cuerpo que en una mujer embarazada tienen que ver con la vida.

El vientre “como un montón de trigo” tiene, sin duda, una relación directa con el producto de la concepción que anida en el seno materno; y el ombligo ofrece un bellísimo ramillete de flores constituido por la dilatación de los vasos sanguíneos que llevan a la placenta todos los elementos biológicos necesarios para la vida del nuevo ser que se va desarrollando en el claustro materno, conectándose con su madre a través del cordón umbilical que une la placenta con el hijo/a que se va a alumbrar.

El cordón umbilical es un órgano anatómico-embrionario esencial e imprescindible para que, mediante el mismo, la madre le transmita al feto todos los elementos que necesita para vivir.

Estos elementos viajan en la corriente sanguínea que discurre por el cordón umbilical y une a la madre con el nuevo ser que alberga en su seno. La placenta constituye, además, un filtro para impedir que sustancias tóxicas alcancen al feto y pueda ser dañado hasta el punto de morir dentro del mismo útero materno.

Ahora bien, el cordón umbilical no sólo aporta al nonato todo lo necesario para el desarrollo de su vida orgánica. Hoy en día, muchos psicoanalistas, psiquiatras y ginecólogos, estamos seguros que la madre también envía sus emociones -por el mismo cordón umbilical- al ser que lleva en sus entrañas.

Una madre que vive su embarazo de manera biológica sana y anímicamente gozosa y eutímica, tiene muchas posibilidades de dar a luz a un ser sano, física y emocionalmente.

El cordón umbilical, al servicio de la vida del nuevo ser durante el periodo de gestación, inmediatamente después que se produzca el alumbramiento debe de ser cortado y ligado para que no le produzca la muerte al recién nacido por hemorragia.

Por todo lo explicitado en los textos de Cantares que venimos analizando, está bastante claro que la esposa está embarazada, lo cual supone que ha tenido relaciones íntimas con su esposo.

Teniendo en cuenta la interpretación alegórica y todo lo explicitado en este capítulo, se nos presentaría a la Iglesia como una persona gestante, con capacidad de procreación y capaz de alumbrar nuevos seres.

El ejercicio de los dones en la edificación de la misma debe de conducir a esa realidad. La Iglesia, en su proclamación kerigmática, debe aportar unos contenidos sanos y auténticos como componentes nutricios del Evangelio del Reino de Dios.

Su filtro “teológico-placentario” no debe de permitir el paso de las tradiciones humanas que lleguen al nonato disfrazadas de verdaderas realidades de inspiración divina.

Cuando se produzca el nuevo nacimiento debe de cortar su relación con el fruto de su concepción para que el nuevo ser respire, por sí mismo, un pneuma que no esté contaminado con la polución que generan las diversas tradiciones, cada una de las cuales pretende tener el monopolio de la verdad.

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