Veinte años aportando Concordia en Palma

Los miembros de la joven iglesia palmesana en la Calle de la Concordia viven el milagro de la Redención cada día. Predican el Evangelio que incluye a toda persona pues Jesucristo es amor y entrega cada día.

04 DE MARZO DE 2018 · 11:00

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Siempre recuerdo que la mente y corazón de mis padres fueron abiertos a la nueva vida en Jesucristo, por oír la Palabra de Dios que genera la fe redentora. ¿Quién fue el predicador usado por Dios? Don Miguel 01, un humilde servidor público. ¿Cuál fue el estrado de la prédica? El pequeño autobús que llevaba a mi padre al trabajo, cada madrugada, de lunes a viernes. Don Miguel, el conductor, en esos días se congregaba con su familia en una iglesia evangélica local cercana a mi hogar paterno. No dudó en invitar a mi padre para ir a escuchar acerca del amor de Dios. Al poco tiempo, mis padres aceptaron la invitación y fueron libertados de la esclavitud del pecado por la fe en Jesucristo. Crecieron en el camino de la Verdad como todos los que creen en el inmutable Evangelio de Jesucristo y me educaron junto a mis hermanos en esa atmósfera de libertad responsable. 

Hasta que también yo conocí personalmente al Autor de la vida eterna. Fue el día que un misionero escocés, Don David Morris (02), predicó sobre el Buen Pastor que dio la vida por sus ovejas (03). Esa noche también enseñó una canción titulada ‘Palabra fiel y digna’ basada en la frase del apóstol Pablo a Timoteo (04).

Hace ocho años con mi esposa y nuestros niños vinimos a Mallorca, en las Islas Baleares. Vivimos en la capital de esta provincia española desde hace dos años. Fuimos recibidos en la pequeña iglesia de la calle de La Concordia, que cumple 20 años de estar registrada en Palma. Ciudadanos de unas diez nacionalidades nos congregamos allí como una familia de fe que da la bienvenida a todos los que deseen saber quiénes somos, qué predicamos y hacemos. 

La vida en esta iglesia local en calle ‘De La Concordia’ incluye la predicación expositiva de la Palabra de Dios, la enseñanza de la doctrina de Cristo, el discipulado, el bautismo de los que por fe reciben la nueva vida en el Espíritu gracias a la obra de Jesucristo - Salvador y Señor de nuestras vidas - y la comunión tanto en la Mesa instituida por el Maestro antes de ir a la cruz, como en la alabanza, la adoración, el estudio de la Palabra y la oración de intercesión. Por estar registrada oficialmente, también es un centro de ayuda a los necesitados de alimentos, ropa y calor humano. Es una congregación que celebra a Jesucristo, disfrutando del amor fraternal, de la ayuda mutua y en la acción de dar.

En el programa del aniversario se recordó a los predecesores en el Señor, como manda el Evangelio (05). Entre ellos los amados Elías y Betty Jalil (presentes). La fiesta me llevó a pensar, una vez más, sobre las enseñanzas de la Palabra de Dios acerca de la naturaleza, esencia y carácter de la iglesia, ese cuerpo vivo cuya cabeza es Jesucristo, su fundador y edificador (06). Y sobre su relación con las demandas, cada vez más exigentes, de un mundo a espaldas de Dios que llama a todos al arrepentimiento. 

El conocido escritor Jaime Fernández Garrido (07), invitado especial, enfocó su prédica en la iglesia de Dios que Jesucristo edifica: esa que vive en misión donde el Señor la puso. 

Con mi esposa no pudimos ocultar la alegría de escuchar su clara exposición bíblica basada en el amor que es entrega pura. 

El mensaje estuvo centrado en la persona de Jesucristo, en contraste a otras prédicas que intentan justificar la ambivalente obediencia a Dios y a los hombres. 

Nunca como hoy es necesario oír y hacer la ‘Palabra fiel y digna’; frente a ‘noticias’ centradas en el ser humano, que no tienen nada de bíblicas sino solo aquello que a la gente le gusta oír. 

Nuestra familia de fe está constituida por hijas e hijos de Dios que saben también de la enorme diferencia que existe entre ‘pecado’ y ‘pecador’; entre ‘odio’ y ‘amor’. 

Enseñamos lo que hemos aprendido de la Biblia: que pecamos pues somos pecadores. Lo somos pues heredamos el pecado de nuestros primeros padres en el huerto de Edén. Desobedecieron a Dios y obedecieron al Engañador, el padre de Mentira, Satanás; y pecamos porque aún vivimos en la carne, en un sistema mundano en el que reina el pecado de muchas maneras; pues está gobernado por Satanás hasta que Dios diga basta. El Evangelio nos enseña a huir del Tentador, no a enfrentarlo; y mucho menos a dejarnos seducir por sus disquisiciones.

Y esto lo sabemos porque la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, que fue vertida en la cruz una sola vez y para siempre, nos ha limpiado del pecado que nos corrompía, liberado del yugo y acoso del acusador, de toda práctica pecaminosa ofensiva a Dios y de la condenación eterna.

Por esa razón, ninguno de nosotros desea volver a vivir como antes de conocer al Señor Jesucristo. Reconocemos que es el Espíritu Santo quien otorga la nueva vida en Cristo Jesús, nos guía a toda la verdad; a ser agradecidos por tamaña Gracia y a convivir en paz y concordia como voluntad de Dios. Esto solo es posible porque Él nos adoptó como hijos e hijas suyos. 

Esa inmerecida obra de amor nos induce a odiar (aborrecer, abominar, rechazar) el pecado, en cualesquiera de sus disfraces; aunque luzcan muy atractivos, civilizados o humanos.

Es una manera de vivir que a la gente le choca. Nos ven como gente rara. No vamos en la misma corriente de las mayorías más diversas. Están los que nos sonríen con compasión, los que se burlan de nuestra ‘superstición’, los que menean la cabeza por considerarnos fanáticos  y los que, si pudieran, nos eliminarían de una vez por todas. Cada uno de ellos sabrá un día por qué reaccionan así. Aunque también hay unos pocos interesados en conocernos mejor. De todos ellos el Señor escoge a quien quiere añadir a Su iglesia cada día, en todo el mundo.

El Evangelio de Jesucristo nos insta a amar a todos nuestros semejantes; sin excepción. En ese ‘todos’ entran aquellos que impulsan su manera de vivir como la verdadera expresión de amor y libertad. Son pecadores, como lo somos nosotros. La única diferencia entre ellos y nosotros es que ellos predican ‘su manera’ de vivir para que sea adoptada por los demás como un derecho humano. Mientras que nosotros predicamos a Cristo, crucificado, resucitado y glorificado para vida eterna de todo aquel que cree. Aquellos luchan para hacer más poderosa su comunidad antropocéntrica; en la que el ser humano es deificado como artífice de su propia libertad y destino. Los hijos e hijas de Dios, por el contrario, declaramos haber recibido la nueva naturaleza por pura gracia, participar de una comunidad Cristocéntrica, y dar testimonio de la Verdad y libertad que fluyen desde arriba y es transmitida gratuitamente a otros y a la Creación toda, a través de la iglesia aquí abajo. 

En las congregaciones donde se ha eliminado la línea divisoria entre odio al pecado y amor al pecador resulta fácil caer de la verdad que es el Evangelio de Jesucristo, para acuñar interpretaciones no bíblicas o falsas doctrinas. Esa cruda realidad le fue revelada a Juan en la isla de Patmos, de parte del mismo Hijo del hombre que le encomienda transmitir Su mensaje a las siete iglesias en Asia (08).

El hermano Jaime Fernández Garrido mencionó que todo creyente tiene una doble misión en la tierra: ‘hacia afuera’, a todo lo que nos rodea; y ‘hacia adentro’, a los de la familia de fe. 

Algo de esto se vivió en el ágape que contó con la presencia de hermanos de varias iglesias locales de Mallorca. Quiera Él avivar el fuego del Espíritu en cada uno de los que estuvimos presentes en esta fiesta de amor. 

Nuestra cabeza irremplazable es el Señor glorificado. Su mensaje es el de la unidad del cuerpo  en el amor fraternal. Y nos llama a mirar hacia adelante, al glorioso día de Su ansiado regreso.

“Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros de parte del que es y que era y que ha de venir, de los siete espíritus que están delante de su trono, y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama, nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre  y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre, a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.

He aquí que viene con las nubes: Todo ojo lo verá, y los que lo traspasaron; y todos los linajes de la tierra se lamentarán por causa de él. Sí, amén.

‘Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin’, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.” (09)

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Notas

 

Ilustraciones. Arriba de izquierda a derecha: cumpliendo con la ordenanza del bautismo en la Playa de Palma; presentando a los nuevos miembros en la iglesia local (este autor y su familia incluidos); y pasando juntos un día de campo. Debajo de izquierda a derecha; miembros de la iglesia colaborando con vecinos en el embellecimiento de Plaza Madrid, en Palma; el salón de culto (foto de la página web https://es-es.facebook.com/iglesiaconcordia/); y miembros participando de una marcha a favor de la mujer en el centro de la ciudad. (Fotos del autor).

01.  Miguel Altare. Con su esposa Margarita fueron padres de tres varones y dos mujeres. Toto, Margarita y Lito ya están con el Señor. Sobreviven Daniel (predicador y pastor de la iglesia en calle Corrientes con su esposa Marta Mateo) y Elisa (casada con Miguel Monese, ambos a cargo de una iglesia y anexos) en Santa Fe, Argentina. 

02. David Morris, misionero británico, padre de Carlos con cuya esposa Gloria iniciaron ‘Juventud para Cristo’ en Argentina; luego se establecieron en España donde Gloria dirigió ‘Caminemos Juntas’ hasta su reciente partida.

03. Juan 10:11.

04. 1ªTimoteo 1:15 “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero.”

05. Hebreos 13:7.

06. La serie de 16 artículos sobre la iglesia publicada por este autor puede consultarse a partir de: http://protestantedigital.com/magacin/13225/La_unica_santa_iglesia_catolica_y_apostolica

07. Una reseña del autor puede verse entrando en: http://protestantedigital.com/l/autores/47/Jaime_Fernandez

08. Apocalipsis 2 y 3.

09. Ibíd.1:4-8.

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