Consecuencias del falso cristianismo

La influyente ‘posverdad’ es peligrosa: no todo lo adjetivado ‘cristiano’ tiene que ver con el Evangelio de Jesucristo. Hay tradición y cultura ‘cristianas’ cuyo origen, esencia y frutos son propios del anticristo.

02 DE SEPTIEMBRE DE 2017 · 20:04

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A dos meses de celebrarse los 500 años de la Reforma, en este artículo recordaremos que una de las mayores causas de la corrupción de la Iglesia imperial fue el irrefrenable deseo de Carlomagno (01) de restaurar el esplendor y grandeza del Imperio Romano. Lo hizo usando la ‘religión cristiana’ e imponiéndola por la fuerza a los pueblos que conquistaba en lo que es hoy Europa. Su celo de conquistador y regidor espiritual contó con el apoyo papal. Se lanzó a ‘evangelizar’ a los sajones sin dudar en el empleo de la espada; sea para forzar el bautismo o para asesinar sin miramientos a los que resistían someterse a la nueva fe.

 

Consecuencias del falso cristianismo

Esta sed por establecer el reino de Dios en la tierra por medio de la violencia lo convirtió en ‘el primer cruzado’ en pisar Palestina, según algunos historiadores. 

Creyéndose Dios introdujo la herética cláusula ‘Filioque’ (02) en el concilio de Constantinopla I en el año 381, tres años antes de su muerte. 

Al repasar su historia la misma Iglesia romana criticó estos actos de imposición y crueldad de parte de un hombre que demostró no entender nada de la fe de Jesucristo. Peor aún, a pesar de ello, fue canonizado por el papa Pascual III a instancias de Federico Barbarroja I. 

¡Cuán desastroso resulta todo intento de evangelizar en nombre de Cristo con apoyo del poder civil y la fuerza de las armas!

A partir de la muerte de este poderoso y corrupto individuo transcurren 240 años en los que el cisma de la Iglesia imperial se profundiza con la creación de la Iglesia Ortodoxa en el territorio del Imperio oriental. 

Así, desde 1054 comienza el período más oscuro de la denominada ‘historia cristiana’. Mal que le pese a no pocos esta descripción lo pinta claramente: 

“La idolatría, la superstición, el clericalismo, el monaquismo, el despotismo papal y todo lo que señala un triunfo del error y de los principios anticristianos, llegan a su más alto apogeo. El puro evangelio de Cristo lo anuncian sólo unos pequeños grupos de cristianos perseguidos y despreciados, que se refugian en regiones apartadas, para evitar la furia de sus implacables adversarios. Los estudios teológicos y bíblicos se hallan casi completamente abandonados. La religión ha pasado a ser una cuestión de meras formas exteriores y de ciega sumisión a un sistema, y nadie la mira ya como un medio de levantar al hombre de las miserias de la tierra para ponerle en contacto con el Dios invisible. La doctrina de la salvación por obras ha substituido a la justificación por la fe, precisamente en estos años cuando sólo se puede hablar de obras malas” (03) como narra J.C.Varetto.

Coincide con esta descripción el cardenal italiano Baronio (04), al referirse al Oscurantismo lo llama 

"una edad de hierro, estéril en todo bien, una edad de plomo abundante en toda iniquidad, una edad oscura, notable más que cualquier otra por la escasez de escritores y hombres de entendimiento".

Esa ‘escasez de escritores y hombres de entendimiento’ era la característica del papado. La larga lista de papas es a la vez un listado de aberrantes pecados típicos de los hombres que se alternaban en el poder. La oscuridad cubría a estos ‘representantes de Dios en la tierra’ y a la Iglesia imperial que decía ser mensajera del Evangelio de Jesucristo.

 A pesar de aquellos que momentáneamente triunfan por invocar el nombre de Dios en vano, siempre habrá minorías de hombres y mujeres fieles a Jesucristo; aun al precio de sus vidas terrenales. Frente a la denigradora corrupción del papado de fines del primer milenio hubo voces desde dentro y fuera de la Iglesia imperial que no dejaron de transmitir el mensaje divino. Algunas de ellas fueron las de Benedicto de Languedoc, levantando bien alto el estandarte de la moral cristiana en medio del fango de la corrupción monacal y la falsa doctrina del adopcionismo (05); Agobardo de Lyón, denunciando el culto a las imágenes, la consagración de templos a los santos y las prácticas litúrgicas sin base bíblica; y Claudio de Turín, introduciendo en latín el concepto de iconoclasia (06) ante la difundida práctica idolátrica de adorar las imágenes.

Ya entrando en el segundo milenio se afianza el fenómeno del ‘monasticismo’ (07) caracterizado por la proliferación de grupos organizados bajo el nombre de ‘órdenes monásticas’. Estas llamaban a vivir estilos ascéticos de vida, fuera de la sociedad, en sitios construidos para albergarles por separado. Esta tendencia, al difundirse por toda Europa, contribuyó al empobrecimiento e ignorancia popular debido a la influencia de las mayorías de personas groseras, inmorales y entregadas a la holgazanería. 

Entre los que no se apartaron a esa clase de vida hubo algunos pensadores valiosos que contribuyeron a mantener el amor al estudio, procurando demostrar con la razón lo que habían aceptado por la fe, a pesar de estar expuestos a la inmoralidad que impregnaba tanto al papado como a la corte imperial. Ellos generaron el ‘escolasticismo’ (08), entre quienes destacan Anselmo, Abelardo, Pedro Lombard, Buenaventura, Escoto, Tomás de Aquino entre muchos otros.

 

Hildebrando

Este nombre tiene una histórica influencia en las tradiciones papales. De él anota Varetto: “Al ser elegido papa, tomó el nombre de Gregorio VII, y consagró toda la fuerza de su autoridad a hacer efectivo el celibato. Había aún en su tiempo muchos sacerdotes casados; y fue contra éstos que dirigió sus anatemas, ordenando que todos abandonasen a sus esposas. Muchos hogares fueron desolados y muchos corazones quebrantados; pero el despótico pontífice no supo lo que era misericordia, y el celibato clerical quedó definitivamente establecido, en contra de las leyes de Dios, los preceptos apostólicos, y los más nobles sentimientos de la naturaleza.” (09)

 

Un claro ejemplo de que la unión entre el gobierno terrenal y la fe era asumida como doctrina divina es el largo y cruel enfrentamiento entre Gregorio VII y el germano rey Enrique IV. Esta herejía instaló como lógica la práctica del autoritarismo papal. Por eso, al caer vencido por su orgullo y arrogancia, Gregorio VII no dudó en exclamar: "Amé la justicia y aborrecí la iniquidad; por eso muero desterrado" (10). 

¡Hasta dónde puede llegar el poder de auto convencimiento de justicia en la mente y corazón humanos!

 

Arnoldo de Brescia

Tenido como uno de los más ilustres entre todos los que en este período tuvieron la valentía de oponerse a las blasfemas pretensiones del papado su obra fue más política que religiosa. El célebre Abelardo fue el discipulador de Arnoldo (11) en Francia. Este “Insistía en que el reino de Cristo no es de este mundo, atacó el poder temporal de los papas, la posesión de riquezas por parte del clero y órdenes monásticas; combatió la doctrina de la transubstanciación, y el bautismo de los párvulos. El pueblo lo escuchaba y veía en él un reformador que quería salvar al cristianismo del peso de la tiranía del poder temporal y de los errores doctrinales. El clero se alarmó ante el efecto de sus enseñanzas; y el Concilio de Letrán, lo condenó a guardar silencio”, dice Varetto.

Después de huir a Suiza y de visitar otros países regresó a Roma donde exhortaba a los romanos a defender sus derechos, restaurando el poder civil y quitando al papa el dominio temporal. Sus ideas poco a poco fueron ganando cada vez más de terreno, hasta que la ciudad se halló en completa revolución. El pontífice no podía ya sofocar las aspiraciones populares. Los jefes del movimiento democrático reclamaban que se devolviese al pueblo sus derechos civiles, y viendo el papa que el pueblo estaba resuelto a tomar medidas enérgicas, huyó de Roma y se refugió en una fortaleza vecina. No obstante, el cardenal Gerardo, en el año 1155, consiguió prender a Arnoldo a quien estranguló y quemó en Roma, en presencia de una multitud indiferente que veía, sin conmoverse, morir al que había sembrado a manos llenas la simiente de la libertad y de la justicia, y a quien antes habían escuchado con marcadas pruebas de veneración y entusiasmo. Sus cenizas fueron arrojadas al Tíber. 

 

Las cruzadas.

“La Edad Media registra un hecho único en la historia universal, grande y extraordinario, que ocupó el pensamiento europeo durante siglos; las Cruzadas a la Tierra Santa, que empezaron en el año 1096, y se

prolongaron hasta el año 1270. Consistían en expediciones guerreras, destinadas a arrancar el dominio musulmán los lugares históricos que fueron escenario de la vida y obra de Jesucristo. En éstas tomaron parte casi todas las naciones de Europa y se componían de personas de todas las categorías sociales, que por primera vez se unían en una empresa común, arrojándose ciegamente al peligro bajo el impulso de un mismo anhelo. Este hecho, aun cuando tiene algo de admirable y noble, puede considerarse como la mayor locura cometida por el género humano.

Las Cruzadas fueron ocho, pero de éstas, solamente las tres primeras responden directamente al objeto con que se iniciaron, pues la cuarta se convirtió ya en una obra política; y las restantes no revisten ni la importancia ni el carácter de las primeras. Se calcula que en los dos siglos que duraron perecieron unos tres millones de seres humanos” resume Varetto. Preguntémonos: ¿De qué naturaleza eran esas autoridades civiles y religiosas que inauguraron el Oscurantismo? ¿Tenían abiertos los ojos del espíritu, o eran ciegos guías de ciegos? ¿No será la herejía doctrinal que pretende unificar la religión con el poder temporal lo que ha originado el rebrote del terrorismo musulmán? Los líderes del Estado Islámico están proclamando que si para acceder al poder mundial debieran eliminar tanto a judíos como cristianos, no dudarán en hacerlo. La historia se repite.

Es el Evangelio donde la ceguera es definida como aquello que impide discernir la “luz de la vida”. El apóstol Juan dice que seguir a Cristo es salir de la oscuridad y vivir en plena luz. El Señor Jesucristo dice:

Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida y los que le reciben son la luz del mundo (12). Dios alumbre con ella a muchos en estos tiempos.

 

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Notas

Ilustración: Carlomagno; óleo de Alberto Durero (1471-1528), artista germánico; quizás el más famoso del Renacimiento alemán, conocido en todo el mundo por sus pinturas, dibujos, grabados y escritos teóricos sobre arte.

01.  Carlomagno, Carlos I el Grande, (742 - 814). Monarca germánico que restauró el Imperio en Europa occidental. Hijo primogénito del rey de los francos, Pipino el Breve, heredó el trono al morir su padre (768) y lo completó con los territorios orientales concedidos a su hermano Carlomán, al morir éste en el año 771. Su política expansiva continuó con la conquista y anexión del reino lombardo (el norte de Italia), realizada en el 774, mediante una alianza de los francos con el Papado. Dominada Italia (aunque pervivían tendencias particularistas, especialmente fuertes en los ducados meridionales de Spoleto y Benevento), Carlomagno concentró sus energías en la conquista de Sajonia (norte de Alemania), empresa que le exigió dieciocho campañas sucesivas entre los años 772 y 804. 

02.  Es una inserción en la versión latina del Símbolo Niceno-Constantinopolitano del Concilio de Constantinopla I (381). Esa inserción expresa la doctrina de la Iglesia imperial que define al Espíritu Santo como procedente del Padre y del Hijo.​ En latín el término ‘Filioque’ significa: ‘y del Hijo’.

03. La Marcha del Cristianismo, Capítulo Sexto: Años 814-1054. Triunfo de las tinieblas, página 218 .  

04. En su obra ‘Annales Ecclesiastici’, Caesar Baronius(1538-1607). Este historiador y cardenal italiano, a pesar de no saber griego, escribió varios volúmenes para refutar la obra ‘Centurias’ del reformador luterano Mattia Flacio (Illírico). El lema episcopal de Baronio fue Obedientia et pax, luego adoptado por Juan XXII (1881-1963), que fue el Papa número 261 de la ICAR. 

05. El adopcionismo es una temprana herejía cuya difusión se atribuye a Teódoto el Curtidor. Consiste en la teoría no bíblica de que Jesús era hombre adoptado como hijo por Dios. Hay en ella una mezcla de las aspiraciones mesiánicas judías, con la mitología griega que deificaba a sus héroes en la ‘apoteosis’, y con las épica de las historias populares romanas. La herejía presentaba a Jesús como un héroe humano que es elegido (adoptado) por Dios y que en consecuencia daba esperanzas de salvación a los propios cristianos. Prendió en el arrianismo y se difundió llegando a España, desde donde resurgió impulsada por Elipando, obispo de Toledo, y Félix de Urgell a fines del siglo VIII. 

06. Iconoclasia es una posición crítica del culto a las imágenes, que es percibido como idolátrico y antagónico al señorío de Dios . 

07. Grupos separados de la sociedad que proliferaron entre los años 1054 y 1305; algunos de ellos sobreviven aun hoy.

08. Escolasticismo fue un movimiento filosófico y teológico que intentó utilizar la razón natural humana, en particular la filosofía y la ciencia aristotélica, para comprender el contenido sobrenatural de la revelación cristiana (Mediados del siglo XI al siglo XV).

09. Obra citada, Capítulo Séptimo: Años 1054-1305, página 233.

10. Como Gregorio VII había vuelto a excomulgar a Enrique IV los obispos adictos al rey se reunieron en Brixen, excomulgaron al papa, eligieron en su lugar a Clemente II (que figura en la historia con la denominación de antipapa). En una batalla librada en Merseburg, en octubre de 1080, el rey triunfó sobre el ejército papal y de allí se dirigió a Roma, atacando varias veces la ciudad. A pesar de la resistencia de Gregorio, sus nuevas excomuniones y maldiciones contra el ejército invasor, Roma cayó en la Pascua del año 1084, y Enrique después de su entrada triunfal fue coronado Emperador. El papa se refugió en el castillo de San Ángelo y luego en Salerno, donde murió empedernido, declarando que no quería perdonar al emperador ni al papa Clemente II.

11.  Amoldo de Brescia (1090-1155)-

12.  Juan 8:12 y Mateo 5:14.

Importante: todas las citas son de este autor, lo mismo que los énfasis.

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