La batalla que le costó la vida a Spurgeon
El príncipe de los predicadores defendió la fe hasta el fin.
18 DE MARZO DE 2017 · 21:20
Después del fallecimiento de Charles Spurgeon en enero 1892, su amada esposa escribió que, “Su lucha por la fe le había costado la vida. Sin embargo, nunca se arrepintió del camino que había escogido porque, en medio de todo aquello, se sintió impulsado de la misma forma que Lutero cuando éste dijo, ‘No puedo proceder de otro modo’”.
¿A qué aludía Susannah? ¿Qué es lo que quería decir con “su lucha por la fe”?
La respuesta es la famosa Controversia del declive, la cual se desató entre 1887 y 1888 cuando el aclamado príncipe de los predicadores salió de su Unión bautista a causa de la presencia de teólogos liberales dentro de la denominación.
A lo largo de nueve meses bien difíciles (agosto 1887 – abril 1888), Spurgeon redactó siete artículos clave bosquejando sus desacuerdos irreconciliables con la teología ‘nueva’ o ‘progresista’ que ya había penetrado dentro de algunas iglesias inconformistas y se estaba dando a conocer en el campo bautista.
Hasta el día de su muerte, Spurgeon no se recuperó de su lucha contra el liberalismo. Hoy, nuestra meta es enfocarnos en el contenido de los siete artículos que el predicador escribió en medio de la batalla.
Que la defensa de la Palabra de Dios que Spurgeon ejemplificó en sus días nos anime a todos a seguir peleando la buena batalla del Señor en esta generación.
Artículo 1: Otra palabra sobre el Declive (agosto 1887)
En su primer ataque contra el liberalismo teológico, Spurgeon se centró en dos asuntos que iban a caracterizar su lucha contra la incredulidad. En primer lugar, la doctrina evangélica. En segundo lugar, la espiritualidad evangélica.
En cuanto a la doctrina, Spurgeon se enfadó con los liberales por las siguientes razones teológicas: “Se burlan de la expiación, se mofan de la inspiración de las Escrituras, han convertido al Espíritu Santo en una fuerza impersonal, dicen que el castigo por el pecado es ficticio y que la resurrección se trata de un mito”. Spurgeon, convencido de que hablaba en el nombre de las Escrituras, la Reforma protestante y el puritanismo inglés, levantó la voz para condenar las enseñanzas anti-evangélicas de los modernistas.
En cuanto a la espiritualidad, el pastor de Essex explicó que los ministros liberales estaban fascinados con la diversión (asistir al teatro, jugar a las cartas y el bailar son algunos ejemplos concretos) y que se habían cansado de reuniones devocionales. Esos ministros infieles vaciaron a sus iglesias en su afán de ser “respetables, sensatos, moderados e intelectuales”.
Con el fuego de Dios ardiendo en sus entrañas, Spurgeon proclamó que, “Los ateos no son ni una décima parte tan peligrosos como lo son esos predicadores que siembran dudas y apuñalan la fe […] Alemania se hizo incrédula por culpa de sus predicadores, e Inglaterra está siguiendo sus pisadas”.
Spurgeon sabía que sus comentarios no serían bien recibidas por el ala liberal de la iglesia; sin embargo, no se preocupó porque recordó que los ladrones detestan a los perros. Acabó su primer artículo reflexionado sobre la posibilidad de compañerismo con los predicadores e iglesias modernistas. “Ahora los que profesamos la fe una vez dada a los santos tenemos que preguntarnos si podemos tener comunión con aquéllos que van en pos de otro evangelio”.
Artículo 2: Nuestra réplica a varios críticos (septiembre 1887)
Como era de esperar, Spurgeon recibió una avalancha de críticas por su artículo de agosto. En su segunda aportación al debate, el inglés justificó sus acciones citando varias razones que exigieron la publicación de su primer artículo: su papel como un ministro de la Palabra del Señor, su celo por el Evangelio apostólico y la causa del Señor en el mundo y los efectos perniciosos de los seminarios teológicos que formaban a ministros incrédulos.
Aunque a Spurgeon no le gustase sonar la alarma en Sion, se sintió impulsado por su gran deber como ministro ordenado del Evangelio. Llegó a criticar a otros ministros que no habían sentido el mismo impulso. “Están robando la casa, nos están quitando las paredes, pero las buenas personas están tan a gusto en sus camitas calentitas y tan preocupados por si el ladrón les rompe la cabeza, que no quieren bajar las escaleras para confrontar a los bandidos. Incluso están inquietos por si algún vecino ruidoso empieza a gritar, ‘¡Ladrones!’”
Spurgeon vuelve a tocar el tema de la unidad de la iglesia y está cada vez más convencido de que no puede haber unidad entre los evangélicos y los liberales. Comenta que, “Un abismo se está abriendo entre aquellos hombres que creen sus Biblias y los que quieren ir más allá de las Escrituras”.
“La inspiración y la especulación no pueden andar juntas en paz. No se puede ceder en nada. No podemos defender la inspiración de la Palabra y luego rechazarla; no podemos creer la doctrina de la expiación y negarla; no podemos afirmar la doctrina de la caída y aun así hablar sobre la evolución de la naturaleza humana hacia la vida espiritual, no podemos hablar del castigo de los impíos y coquetear con el universalismo. O el uno o el otro. Ha llegado la hora de decidir”.
Spurgeon estaba perdiendo la paciencia con el liberalismo.
Artículo 3: El caso probado (octubre 1887)
Conforme iban pasando los meses, la falta de fe de Spurgeon en tener comunión con las iglesias liberales se hacía cada vez más fuerte. Cuando salió su artículo en octubre, ya había tomado una clara decisión tocante a su situación dentro de la Unión bautista: “Una cosa tenemos bien clara: no podemos reunirnos en ninguna Unión que acepta la presencia de aquellos que enseñan todo lo contrario a los artículos de fe que tanto amamos”. Salir de la Unión era solamente una cuestión de tiempo.
Spurgeon se quedó algo molesto con la actitud de ciertos dirigentes dentro del campo bautista que no querían preocuparse por la apostasía doctrinal y espiritual de sus ministros ordenados. Su “parcialidad paternal” hacia la denominación los llevó a decir, como el ciego Almirante Nelson, que no veían peligro ninguno.
En este tercer artículo, Spurgeon responde a las críticas que los liberales habían lanzado contra él. Algunos dijeron que Spurgeon estaba gritando ‘¡Lobo, lobo!’ cuando no había ningún lobo. Otros decían que quería ser un nuevo Papa mientras que otros opinaron que el inglés quiso montar una inquisición doctrinal protestante.
En respuesta al comentario del lobo no existente, la diferencia clave entre Spurgeon y el muchacho de la conocida fábula es que en la generación sí que había un lobo, de hecho, había lobos por todos lados, a saber, los teólogos modernos o liberales. La presencia del lobo no era un mito.
En respuesta a su supuesto deseo de ser un nuevo Papa, Spurgeon replica diciendo que los liberales son los auténticos papistas: “Esconder vuestras creencias, decir todo con mucha cautela, emplear expresiones con significados distorsionados […] todo eso es una forma de papismo mucho más cruel que el espíritu arrogante que supuestamente nos caracteriza a nosotros”.
Finalmente, se burla de la idea de montar una nueva inquisición, preguntando: “¿Qué daño les hemos hecho a ellos? No tocaríamos un solo cabello de sus cabezas o quitarles una pulgada de libertad”.
Si los liberales tuviesen la libertad de poner en tela de juicio las Escrituras y el Evangelio, los evangélicos tendrían que tener la misma clase de libertad para disociarse de ellos. Fue esta misma libertad a la cual Spurgeon apelaría en el siguiente artículo.
Artículo 4: Otro fragmento sobre la Controversia del declive (noviembre 1887)
En noviembre 1887, Spurgeon anunció lo inevitable. El predicador bautista más famoso iba a retirarse de la Unión bautista. Explicó en términos bien claros, “Ya comentamos sobre nuestro procedimiento en nuestra revista el mes pasado. Nos retiramos enseguida de la Unión bautista”. Así de sencillo.
A pesar de separarse de su amada denominación, Spurgeon pidió que se formara una fraternidad entre todos los evangélicos de Inglaterra, una especie de coalición por el Evangelio. Una unidad evangélica sin el Evangelio como fundamento sería un acto de traición contra el Rey de la iglesia.
Lamentó Spurgeon la falsa unidad que mantenía a los conservadores y liberales juntos. “De hecho, ahora los que creen en la expiación de Cristo están unidos con los que se burlan de tal idea; los que creen en las Sagradas Escrituras están en compañerismo con los que se mofan de la inspiración verbal y plenaria; los que afirman la doctrina evangélica han formando una coalición con aquellos que dicen que todo es una fábula, negando la personalidad del Espíritu Santo, tachando la justificación por la fe como inmoral, proponiendo que haya una restitución futura para los perdidos”.
Dado que la Unión bautista no había redactado una confesión de fe propia (simplemente decía que había que bautizar por inmersión), no poseía ningún tipo de poder disciplinario para confrontar a los ministros infieles.
Sin una base sólida en las Escrituras, Spurgeon creyó que estaba malgastando tu tiempo en una denominación que abría las puertas para cualquier clase de animal (tanto limpio como inmundo). ¡Spurgeon y su iglesia se bajaron del barco!
Artículo 5: Restauración de la verdad y el avivamiento (diciembre 1887)
El artículo de noviembre hizo tambalear el mundo bautista. ¿Qué le había pasado a Spurgeon? ¿Cómo pudo abandonar la comunidad que tanto amaba?
En diciembre, Spurgeon defendió su decisión de salir citando las mismas razones que en sus artículos anteriores: apostasía doctrinal y espiritual. Escribió el pastor, “Todos pueden ver que la falta de convicciones doctrinales es la madre de la mundanalidad”.
Los hijos de los puritanos y los bisnietos de la Reforma tenían que levantarse para escudar la ortodoxia doctrinal y apartarse de toda contaminación espiritual.
Ya que los liberales habían decidido descender a Sodoma y Egipto para divertirse y entregarse al ocio, los evangélicos tenían que volver a los medios de la gracia que los modernistas abominaron. Spurgeon exhortó a los creyentes y ministros a quitar toda la contaminación espiritual de sus vidas para “buscar una llenura más poderosa del Espíritu”, orar “como Elías” y “predicar la Palabra en términos más claros que nunca”.
Explicó, “A veces podríamos pensar que esta manera de hacer las cosas se trata de no hacer nada; pero en realidad, así estamos preparando el camino para que nuestro Señor entre en el campo de batalla para vengarse y honrar su Pacto. Él lo hará. ‘Levántate, oh Señor, defiende tu causa’”.
Artículo 6: La censura de la Unión bautista (febrero 1888)
A la luz de los comentarios públicos de Spurgeon y su retirada de la Unión, fue natural que la denominación reaccionara, censurando a su destacado ministro.
Spurgeon, sin embargo, respondió en febrero 1888 recordando a los oficiales de la Unión que no tenían poder para censurar a ningún ministro (salvo por el caso de no bautizar por inmersión). “Si seguimos los principios de su declaración de fe, es evidente que la Unión no sea competente para meterse en las creencias personales de nadie a no ser que sea por el tema del bautismo”.
El inglés tampoco se sintió animado ante la noticia de que la Unión estaba pensando en redactar una confesión de fe más extensa ya que estaba convencido de que los liberales iban a firmarla, usando lenguaje ambiguo para ocultar sus verdaderas creencias.
En contraste con el lenguaje falso de los modernistas, Spurgeon destacó el hecho de que, “No me avergüenzo de expresar en las palabras más claras todo lo que creo. Abrazo la verdad que la mente de Dios ha revelado en su infalible Palabra”.
Spurgeon estaba en perfecta paz con su conciencia. Hizo lo que el Señor le había demandado. Y aseguró a la Unión bautista de que, “No cesaré de denunciar el error doctrinal dondequiera que lo encuentre”. Era un varón de Dios libre para tener comunión con otros hermanos que se gloriaban en el antiguo Evangelio de Cristo crucificado y resucitado.
Artículo 7: La teología progresista (abril 1888)
La última crítica de Spurgeon sobre la controversia fue publicada en abril 1888. Volvería a escribir sobre la apostasía en diciembre 1888 y diciembre 1889, pero emplearía los mismos argumentos que aquéllos contenidos en sus primeros siete artículos.
Hasta el día de su muerte en 1892, nunca se recuperó del dolor que sintió en el corazón por la liberalización del púlpito británico.
Su artículo final se trató de un ataque frontal contra la “nueva teología” llamándola “una mezcla de estupidez y blasfemia”. Solamente los necios pensarían que podrían mejorar el Evangelio del Nuevo Testamento. “Cuando nos acordamos de los caballeros que se entregan a esta tarea tan arrogante, nos sentimos obligados a reír; es como si un topo quisiera mejorar la luz del sol”.
En última instancia, la teología liberal engendró una especie de justificación por obras y el avivamiento de la doctrina del purgatorio (ya que los modernistas no aceptaban la idea de una condenación eterna). El liberalismo fue una nueva religión deshonesta, usando el nombre del cristianismo de manera engañosa.
Spurgeon se mofó de la escuela liberal, “¿De verdad piensan que hay un evangelio diferente para cada siglo? ¿O que hay una nueva religión cada cincuenta años? […] La sabiduría de los hombres está fabricando una nueva edición del evangelio y nos llama a seguir a los predicadores cuyos pensamientos no son los de Dios. Verdaderamente, ¡es la deificación del hombre!”
A pesar de la gran cantidad de enemigos y detractores que Spurgeon tenía, no podía entrar en comunión con un grupo medio conservador, medio liberal. “Quieren que todos seamos uno aunque no estemos de acuerdo en nada. En nuestros días, el denunciar el error se ha convertido en un pecado contra la fraternidad. ¡Amor, amor a todo coste! El negro es blanco y el blanco es negro. Lo verdadero es falso y lo falso es verdadero. Unamos las manos y no volvamos a mencionar aquellas doctrinas pasadas de moda que nos mantienen separados”.
El príncipe de los predicadores estuvo feliz de pertenecer a una minoría con tal de que fuese fiel a la Escritura. Nunca volvería al redil de Unión bautista.
Aplicación
A la luz del combate mortal de Spurgeon, hay varias lecciones importantes que los evangélicos contemporáneas haríamos bien en considerar.
En primer lugar, no puede haber verdadera unidad entre las iglesias a no ser que sea una unidad evangélica (es decir, basada en el Evangelio). A lo largo de los siglos los conservadores siempre han creído en la necesidad de formar una coalición en y por el Evangelio.
En segundo lugar, los predicadores fieles no deberían quedarse sorprendidos si se encuentran solos y abandonados cuando se ponen a llamar las cosas por su nombre. Si Spurgeon hubiera permanecido en silencio, no habría tenido a tantos detractores. ¡Pero el varón de Dios no podía callarse! Levantó su voz como un fiel heraldo del Evangelio. Tal fidelidad, muchas veces, conduce al aislamiento. Cuando hay oposición es señal de que se está predicando el verdadero Evangelio.
En tercer lugar, la Controversia del declive nos demuestra que cuando hay un conflicto entre los intereses de una institución ‘evangélica’ y el Evangelio que la Biblia ha de prevalecer. Si una institución cristiana ataca cualquier doctrina fundamental de la Escritura, ha dejado de ser ‘evangélica’ ya que no está siendo fiel a la causa por la cual había sido formado.
En cuarto lugar, las confesiones de fe son extremadamente importantes. Desde los días de Lutero en su lucha contra la teología ambigua y especulativa de Erasmo, el protestantismo ha empleado las confesiones de fe y los catecismos como medios sagrados de enseñar sobre la fe de manera clara. Todos necesitamos apelar a documentos teológicos bien definidos para librarnos de los errores del liberalismo teológico.
En quinto lugar, las falsas doctrinas son tan populares como siempre. Conocemos a muchos evangélicos que han abandonado el Evangelio por desviaciones doctrinales. Por lo tanto, debemos velar por las denominaciones dónde estamos. ¡No debemos apoyar la ordenación de nadie que no sea fiel a las Escrituras! ¡Tampoco debemos conceder altos puestos en nuestras denominaciones a personas que no tienen fuertes convicciones bíblicas! Aunque nuestra denominación sea conocida como ortodoxa actualmente, si no velamos por ella, no tardará en apostar tampoco.
¡Qué el ejemplo de Spurgeon sirva para amonestarnos a todos sobre la necesidad de permanecer fieles al mensaje del Evangelio bíblico hasta el fin! En palabras del inglés, “Es el libro sin mancha de error, porque es puro, sin mixtura, verdad perfecta. ¿Por qué? Porque Dios lo escribió”.1
1 SPURGEON, Charles, No hay otro Evangelio (Estandarte de la Verdad: Edimburgo, 2014), p. 17.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Brisa fresca - La batalla que le costó la vida a Spurgeon