De la creación de la Biblia al Big Bang de la ciencia

En los relatos de los orígenes en el Antiguo Testamento lo que importaba era dejar claro, frente a todos los ‘mitos de los orígenes’ paganos, un punto esencial: nuestro mundo había sido ‘creado’ por Dios, y no había un rival para ese Dios.

30 DE OCTUBRE DE 2016 · 15:10

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En el penúltimo artículo en Tubo de Ensayo, el físico Antoine Bret muestra su preocupación por el uso que algunos apologistas cristianos hacen de la teoría del Big Bang “para demostrar que la Biblia tiene razón cuando dice que nuestro universo tuvo un comienzo”, mientras que por el lado opuesto, hay ateos que utilizan la mismísima teoría científica para argumentar lo contrario, “que el comienzo del universo no necesita ningún Dios”.1 ¿Cómo hemos llegado a esa situación?2

 

La creación en la Biblia, el judaísmo y el cristianismo

Los textos del Antiguo Testamento no plantean preguntas abstractas sobre el origen de la materia o el tiempo, lo que importaba era dejar claro, frente a todos los ‘mitos de los orígenes’ paganos, un punto esencial: nuestro mundo había sido ‘creado’ por Dios, y no había un rival para ese Dios. Los relatos de la creación en Génesis, Salmos y otros textos insisten, a veces mediante largas listas de elementos del universo, que todo viene de Él. Por eso se repite que la luz, los astros, la tierra y el mar, los animales y plantas, y el ser humano, son criaturas de Dios. Esta visión de las cosas tenía obvias consecuencias polémicas frente a esos mitos de los orígenes que solían empezar con genealogías de dioses que controlaban distintos ámbitos del universo y guerreaban entre sí.

La situación cambió con la llegada del mundo griego. En el siglo IV a.C. Platón defendía una visión dualista: imaginaba que existía un creador (‘el demiurgo’) que creaba el universo usando una materia pre-existente, y que se convertía así de alguna manera en una entidad semi-divina. Para su discípulo Aristóteles el mundo era simplemente eterno, estático e inmutable. Con una idea un tanto deísta, creía que Dios se limitaba a dar movimiento a los cuerpos celestes.

Ante estos nuevos desafíos filosófico-religiosos, el pueblo judío reaccionó reflexionando sobre su concepto de creación y Creador. No en vano es en esa época (siglo II a.C.) en la que se encuentra por primera vez el término de creación ‘de la nada’ (‘ex nihilo’) en 2ª Macabeos 7,28, donde una madre dice: “Te ruego, hijo, que mires al cielo y a la tierra y, al ver todo lo que hay en ellos sepas que a partir de la nada lo hizo Dios y que también el género humano ha llegado así a la existencia”. No se trata de que Dios cree ‘algo’ de la ‘nada’, como si consideráramos la ‘nada’ una cosa, sino que Dios no tiene ‘nada’ preexistente de lo que crear. 

El estudio del Antiguo Testamento muestra que la idea de creación ex nihilo no es una especulación aislada sobre el universo. Textos como el Salmo 136 conectan el portentoso acto de creación del universo y la ‘creación’ del pueblo de Israel en el Éxodo. La experiencia del Éxodo se convirtió en la clave para entender la creación del universo, y para la esperanza futura que irá cuajando a lo largo del Antiguo Testamento y aparece en ese texto de Macabeos, que continúa con la madre animando a su hijo a enfrentarse al martirio en la esperanza de una vida después de la muerte, poniéndose en manos de ese Dios Creador (véase esa yuxtaposición de temas pasados y futuros también al final de Isaías 40).

La misma idea de creación se encuentra en Juan 1,3 o Romanos 4,17b. El desarrollo cristiano posterior de la idea de creación en los padres de la iglesia condujo a la convicción de que la creación no solo se extendía a la materia, sino también al espacio y al tiempo (un personaje importante ahí fue Agustín de Hipona hacia el año 400). Esto llevó a los cristianos a criticar tanto la existencia de una materia pre-existente como un universo eterno.

 

El universo inmutable de Aristóteles reina por más de 2.000 años

Sin embargo, en la cultura occidental cristiana se aceptó con naturalidad durante la antigüedad, la edad media y la modernidad hasta el siglo XX, que el universo actual (una vez creado) era efectivamente como decía Aristóteles: estático e inmutable. En 1572 apareció la primera evidencia clara contra un universo inmutable: el astrónomo Brahe descubrió la aparición de una ‘nova’, una ‘nueva’ estrella en el cielo (también observada por el astrónomo y hebraísta valenciano Jerónimo Muñoz). Un siglo más tarde la ley de la gravitación universal de Newton planteaba una paradoja gravitatoria: en un universo eterno bajo la ley de gravitación todas las estrellas se habrían ya precipitado unas contra otras. Aun así no había ninguna evidencia científica clara sobre la que construir un modelo de universo alternativo al de Aristóteles.

No fue hasta principios del siglo XX que la nueva teoría gravitatoria de Einstein (‘teoría de la Relatividad General’) permitió romper esa paradoja. A principios de los años veinte Friedman, concluyó (en base a cálculos teóricos sobre las ideas de Einstein) que el universo podría no solamente ser estático, sino también dinámico, y eso podría significar que estuviese en expansión o en contracción, e incluso que se diesen rebotes expansión-contracción. Los datos disponibles entonces no permitían afirmar cual era la situación real de nuestro universo.

 

Un nuevo universo en movimiento explosivo

Friedman murió en 1925 sin poder ver la solución al problema, justo cuando se descubría que todas las galaxias están en movimiento, alejándose rápidamente unas de otras. Fue el sacerdote y físico-matemático Georges Lemaître quien propuso en 1927, en base a esas observaciones, un universo dinámico ‘en expansión’. No se trata de que las galaxias se alejen unas de otras, es el espacio entre ellas el que se agranda…En 1931 publicó la llamada ‘hipótesis del átomo primitivo’. Echando ‘la película’ hacia atrás, concluyó que el origen del universo sería un ‘super-átomo’ inicial de cuya fragmentación habría surgido el universo entero. En los años sesenta, cuando Lemaître estaba muriendo, se confirmó la idea de que el universo había tenido un origen explosivo, en la entonces denominada ya como teoría del Big Bang (aunque el punto inicial en el momento “0” no se concebía ya como un super-átomo, sino como una situación más allá de las explicaciones científicas, pues allí se originaría no solo la materia, sino también el espacio y el tiempo que conocemos).3

Pero, ¿era ese ‘principio’ un principio ‘absoluto’? En el próximo artículo comentaremos la diferencia entre creación y comienzo del universo, así como sus implicaciones tanto científicas como teológicas.

 

Agradecimientos: esta publicación ha sido posible gracias al apoyo de una donación de la Templeton World Charity Foundation, Inc. Las opiniones expresadas en esta publicación pertenecen al autor y no reflejan necesariamente los puntos de vista de la fundación.

 

Autor: Pablo de Felipe es doctoren Químicas-Biología Molecular, miembro deCristianos en Cienciasy profesor de Ciencia y Fe en la Facultad de Teología SEUT (C/. Bravo Murillo 85, Madrid), donde coordina el Centro de Ciencia y Fe de dicha facultad perteneciente a la Fundación Federico Fliedner.

 

1 Antoine Bret. ¿Será o no será el Big Bang el comienzo del universo? BlogTubo de Ensayo enProtestante Digital (11 de septiembre de 2016): http://protestantedigital.com/magacin/40264/Sera_o_no_sera_el_Big_Bang_el_comienzo_del_universo

2 Una versión más extensa de este artículo se encuentra en Pablo de Felipe. ¿Qué tiene que ver la creación con el Big Bang? (Parte I), en la revista digital Razón y Pensamiento Cristiano (6 de octubre de 2016): http://www.revista-rypc.org/2016/10/que-tiene-que-ver-la-creacion-con-el.html.

3 Para más información sobre Lemaître, véase Eduardo Riaza y Pablo de Felipe. Georges Lemaître: 80 aniversario de la Teoría del Big Bang. Blog Tubo de Ensayo en Protestante Digital (18 de diciembre de 2011): http://protestantedigital.com/magacin/12347/Georges_Lemaicirctre_80_aniversario_de_la_Teoria_del_Big_Bang

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tubo de ensayo - De la creación de la Biblia al Big Bang de la ciencia