Colaboradores

Nuestra sociedad nos ha acostumbrado a ser receptores y clientes pasivos. Pero los cristianos somos llamados a ser útiles en la vida de quienes nos rodean.

28 DE NOVIEMBRE DE 2015 · 19:53

,

Hoy me ha llamado Norman Foster1. Sí, a mi también me ha sorprendido. En un primer momento pensé que era una broma, un poco rara, pero una broma. Luego me explicó que llevaba varias semanas enviándome emails. Cuando abrí el correo estaban todos en la carpeta de spam, pero sí, eran suyos, así que no tuve más remedio que creerle.

Me llamaba desde Singapur, donde está diseñando un nuevo edificio y quería pedirme que colaborara con él. Le dije que no tengo ni idea de arquitectura y mis gustos en decoración son dudosos, cualquiera que me conozca lo confirmará. Pero me tranquilizó, me dijo que yo sólo tenía que seguir los planos que él me daría, no quería nada mío en el edificio, sólo que yo me encargará de rematar una parte de su edificio.

Me cambié el teléfono de oreja y carraspeé, supongo que tendría prisa así le dije que me lo pensaría y que le llamaría más tarde. Craso error, no sabéis lo caras que son las llamadas a Singapur.

Seguro que estáis pensando, que tío con suerte, poder participar en la construcción de una obra de arte útil como es un edificio, además con el que es, probablemente, el mejor arquitecto de la actualidad. Esto podría abrirme muchas puertas en el futuro. Imaginaos lo bien que me quedaría en mi currículum.

Pero os voy a ser sinceros, no es ni de lejos la mejor oferta que he tenido para colaborar con alguien importante en una obra importante, y quizás aquí viene la sorpresa, tú has recibido, igual que yo, una oferta para trabajar con la persona más importante en la obra más importante, igual no te has enterado porque te ha entrado en spam, pero tranquilo, la oferta sigue en pie.

 

1 Co. 3:5-9 En Corinto se produjo algo que la iglesia lleva arrastrando dos mil años, el creernos mejores cristianos que nuestros hermanos. De esta disputa surgieron las primeras denominaciones, los seguidores de Pablo y los de Apolos además otros que decían ser seguidores de Cristo. Pablo les va a parar los pies en seco para recalcarles cual es la verdadera posición que tanto él como Apolos tienen y no se declaran pastores, apóstoles o suprecristianos, sino que se denominan colaboradores.

No hace falta ser un experto para saber qué significa colaborador: el compañero en la formación de alguna obra. Cuando Pablo observaba su vida no se veía a sí mismo como un hombre con un cargo, sino como una herramienta, que junto con otras, como Apolos, servía para trabajar en la vida de los corintios, una obra que no era suya: “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios” (v.9).

Cuando obedecemos la voluntad de Dios y usamos los dones que Dios nos da para trabajar en la vida de los que nos rodean estamos colaborando en la obra de Dios en la vida de esa persona. Esto es algo que se ve más fácilmente al meditar en nuestra vida y ver como Dios ha usado a personas concretas a través de sus dones para bendecir nuestra vida. Quizás haya sido una profesora de la escuela dominical, quizá tus padres, o una conversación profunda en un momento de crisis con una persona más madura que te ayudó a aferrarte a Dios incluso en los momentos más difíciles, en todas esas ocasiones era Dios trabajando en tu vida a través de un hijo suyo que decidió ser colaborador de Dios en su obra.

La colaboración o el servicio es un reto en la vida de cualquier hijo de Dios, porque es un llamado que todos recibimos, pero se convierte en un auténtico desafío en la vida de un joven. Porque vivimos en una sociedad que nos ha acostumbrado a ser receptores y clientes pasivos en todos los aspectos de la vida, en el estudio, en el ocio, en las relaciones incluso en la familia. Pero el servicio, el ser útiles en la vida de los que nos rodean, implica dar un paso adelante y comprometerse con Dios y con Su obra, implica tiempo que hay que quitar de otras cosas legítimas, implica esfuerzo ya que ningún edificio se levantó si él, implica lágrimas cuando pensamos que la obra nos supera o que nuestras limitaciones hacen que el edificio no se vea tan perfecto como pone en los planos. Pero ante cualquier dificultad tenemos un ejemplo que nos reta a responder a la llamada

no he venido para ser servido, sino para servirMt. 20:28.

 

A través de los siguientes artículos iremos viendo distintos aspectos del servicio en nuestra vida, acerca de la importancia de cambiar nuestra mentalidad, del precio del servicio, del fracaso y del éxito.

 

La oferta de Dios sigue en pie ¿qué vas a responder?

1 Algunas partes de esta historia pueden ser ficción.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Sed de Dios - Colaboradores