Dios, el mal y los narcisos

Hoy muchos sabios son humildes y no sólo saben lo que saben, sino que saben lo que no saben.

13 DE SEPTIEMBRE DE 2015 · 11:45

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No hay Dios” decía el necio en los tiempos del rey David. Bien, eso era antes. Ahora hay que decir: “No hay Dios”, dice el Sabio. Algunos sabios modernos encuentran poco razonable aceptar la existencia de Dios, y les parece más lógico negarlo o no contar con Él. En cuanto a la existencia del mundo, la solución tampoco es muy difícil: el azar o la casualidad, o el “big bang”. ¡Clarísimo! así no hay que hacer tragar a nadie ruedas de molino…

En una de mis fuentes de investigación “http://creationwiki.org/es/Creacionista” de las muchas que hay, además de los excelentes artículos del Catedrático de Biología catalán Antonio CRUZ (uno de los últimos en P.D. “Una mariposa en blanco y negro”) aprendo que muchos investigadores científicos (que haberlos los hay por millares) simplemente de la rama de astronomía, están descubriendo con asombro que en el cosmos hay una teleología, una finalidad, y por tanto, una Inteligencia. Calculan que la probabilidad de que se forme una enzima por simple azar es semejante a la que se daría obteniendo 50.000 veces seguidas el mismo número, echando un dado al aire, para lo que no habría tiempo suficiente ni con los cuatro o cinco mil millones (según la opinión de algunos) de años de existencia que atribuyen a la tierra. Una cita que corrobora Sir Fred HOYLE, profesor de Investigación de la Universidad de Manchester y el Colegio Universitario de Cardiff. Docente de matemáticas en la Universidad de Cambridge, indica que: “en su opinión, el desarrollo al azar de la vida en la tierra es un "extremadísimo disparate”, y prefiere pensar en la teoría definida como “panspermia” (del griego “pan=todo, sperma = semilla) en la que la materia orgánica está dispersa por el cosmos, y así los primeros seres habrían llegado posiblemente en meteorito pero, aun así, habría que preguntar no sólo quién organizó la vida, sino quién aportó los “materiales” previos.

Desde el Corazón” pienso que hoy muchos sabios son humildes y no sólo saben lo que saben –casi todo sobre casi nada, árboles que impiden ver el bosque, sino que saben lo que no saben. En una reunión de estudios, en el CESIC (Madrid), Agencia Estatal, como “Centro Superior de Investigaciones Científicas”, el mayor organismo público de investigación de España y el tercero de Europa, a la que asistí junto a otros Profesores invitados de la Facultad, hace quizás dos años, pude escuchar a serios científicos, reconocer sencillamente, que la ciencia actual está rodeada por todas partes de misterio.

Y uno de los misterios más frecuentes para aceptar la existencia de Dios es el famoso problema del mal. Pero habría que matizar, en primer término, qué se entiende por mal y a quién se debe. ¿Es necesariamente un mal, que el mundo tenga límites, y a quién se debe?; ¿es un mal que existan leyes universales que regulan el mayor bien del conjunto, aunque a veces se produzca, inevitablemente, un mal menor, parcial y relativo?.

Desde el Corazón” me pregunto, en cuanto a los males evitables, ¿es Dios o el hombre el que los causa?; ¿quién está contaminando y deteriorando los ecosistemas?; ¿quién ha inventado la esclavitud, el tráfico de seres humanos, la trata de blancas, la tortura, el terrorismo, la injusticia entre unas clases y otras, entre unos pueblos y otros?; ¿quién es la causa del hambre y de la miseria, del paro y de la droga?; ¿quién produce las guerras que hacen que millares de seres humanos tengan que abandonar sus casas, y niños infantes mueran ahogados, con sus zapatillitas nuevas, en las orillas de una playa?; ¿quién ha promovido los genocidios de los pueblos, los hornos crematorios, las muertes de tiros en la nuca como espectáculo público para exportar a las redes sociales y los millones de abortos en el mundo?; ¿quién…?

Aun así, queda el misterio de que Dios lo haya permitido. ¿Cómo ha creado un mundo en el que preveía que se diera tanto sufrimiento?; ¿qué solución ofrece el cristianismo a ese problema?. “Desde el Corazón” el cristianismo no comprende bien el misterio del mal, pero lo entiende. Jesús de Nazaret no filosofó para explicarlo, pero nos lo ha solucionado. Dios ha vencido el mal viviéndolo, sufriéndolo en su “propia carne” y transformándolo. El mayor mal del mundo fue la muerte del Hijo de Dios. ¿Cómo pudo ocurrir?; ¿cómo el hombre pudo atreverse a tanto?; ¿cómo lo permitió? y, sin embargo, brota de ahí mismo el mayor bien del mundo y de la historia, una fuente infinita de bienes para todos y para siempre. En la cruz de Jesús y en su ejemplo de vida, Dios nos enseña a convertir el dolor en amor, la debilidad, en fuerza, y la muerte, en vida para siempre. Si razonamos sin prejuicios, y no hacemos como los rebeldes, que no dicen sinceramente “no hay Dios”, sino “fuera Dios”, descubriremos que esto mismo, es en sí, causa del mal que realizamos e incluso que, permitiendo Dios el mal, se presenta como un educador que colabora a nuestro desarrollo con paciencia… pero de esto y de lo narciso que es el hombre occidental, escribiremos en el próximo “Desde el Corazón”.

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