Luis Contreras: predicar es explicar y aplicar el texto bíblico

Si el oyente piensa que la autoridad es el predicador y no la palabra de Dios, entonces el oyente buscará seguir al predicador y no a la palabra de Dios.

20 DE SEPTIEMBRE DE 2014 · 21:50

Luis Contreras.,Luis Contreras.
Luis Contreras.

Desde México, hablamos sobre la predicación expositiva con el pastor Luis Contreras, quien, entre otras cosas, realizó su tesis doctoral sobre la misma. Es licenciado en Administración de Empresas por The Master’s College y con maestría en divinidad, teología y doctorado por The Master’s Seminary. Ha enseñado predicación en el Seminario Bíblico Palabra de Gracia en los últimos 12 años y como pastor-maestro de la Iglesia Cristiana de la Gracia en los últimos 11 años -ambos en la ciudad de México. Además, contribuyó en el proyecto de la Biblia de Estudio MacArthur, como parte del equipo de traducción y como corrector general.

Pregunta.- Usted tiene una amplia experiencia como expositor bíblico. Tal hecho nos permite preguntarle qué entiende por predicación expositiva. ¿Es un método nuevo o estamos hablando de la predicación de toda la vida...?

Respuesta.- En primer lugar, no es un método. En lo único que la Biblia concibe como predicación, cuando la Biblia habla de predicación, se refiere a predicación expositiva. Es importante recordar que a la palabra “predicación” se le agrega el adjetivo “expositiva” para efectos de distinción.

La predicación expositiva explica lo que el autor original quiso que su audiencia original entendiera, y ese significado lo aplica a la audiencia actual.

En segundo lugar, la predicación expositiva se remonta a Moisés mismo —allá por el 1445 a.C. al 1405 a.C., la fecha de escritura de los primeros cinco libros de la Biblia. En Éxodo caps. 21 al 23 encontramos la primera exposición de los diez mandamientos por parte de Dios a través de Moisés. En esos capítulos Dios explica a Israel cómo aplicar esos diez mandamientos a la vida cotidiana de su época.

Más adelante, en Deuteronomio 1:5, encontramos que Moisés afirma que Deuteronomio constituye una explicación de la ley.

P.- ¿Se han alejado los predicadores modernos de este tipo de predicación?

R.- Desgraciadamente sí. El que no predica expositivamente, desde el punto de vista bíblico, no predica realmente. Lo pueden llamar predicación, pero si un predicador no explica la intención del autor original y la aplica a la audiencia contemporánea, no está predicando. Puede estar motivando con algunos conceptos bíblicos a su audiencia, pero eso no es predicación; y tristemente, eso es lo que sucede con la mayoría de los predicadores modernos... no explican el texto en su contexto original y por ende, no lo aplican correctamente.

P.- ¿Necesitan más formación los predicadores en su país, México? ¿Cuál su diagnóstico?

R.- Definitivamente. Los predicadores preparados y fieles en explicar y aplicar las Escrituras son la excepción.

P.- ¿Y qué nos puede decir acerca de este ministerio en las iglesias españolas?

R.- Realmente no he investigado en profundidad la situación en las iglesias españolas. Lo que sé acerca de la situación en España, lo he aprendido de lo que he visto al tener el privilegio de predicar en algunas conferencias e iglesias de este país, y sobre todo, de pastores españoles fieles que sirven en sus iglesias en España.

P.- Usted abordó el tema de la predicación expositiva en su tesis doctoral, ¿podría resumirnos las conclusiones de la misma?

R.- Podría resumirse en dos partes:

1.- La predicación que se llama expositiva, es lo que la Biblia define como predicación, esto es, explicar y aplicar el texto bíblico. Lo encontramos desde Moisés en el Pentateuco, pasando por los profetas (cuyo ministerio fue primordialmente de proclamación, no de predicción), hasta Esdras, y así al señor Jesucristo y hasta Pablo y las cartas del Nuevo Testamento. De tal manera que cuando Pablo manda a Timoteo que predique la Palabra (2 Ti. 4:2), lo hace en un contexto en el que la predicación significa explicar y aplicar el texto.

2.- Para preparar un mensaje, el predicador debe concentrarse en dos objetivos. a) Entender qué quiso decirle el autor original a la audiencia original. Entender el significado correcto del texto, el cual es alcanzado mediante el método de interpretación literal, histórico y gramatical. Este método es el que se usa de manera universal para interpretar cualquier obra literaria. No obstante, en el caso del predicador, estudia en dependencia total del Espíritu Santo, en oración, quien lo capacita para entender el texto. b) Una vez que el predicador entiende lo que el autor quiso que la audiencia original supiera, aplica ese significado a su audiencia actual. Esto lo lleva a cabo al identificar las verdades teológicas del texto, que son reiteradas a lo largo de las Escrituras y, en particular, en las cartas del Nuevo Testamento. Estas últimas son vitales porque el cristiano del siglo XXI también es parte del mismo organismo vivo al que perteneció la audiencia de las epístolas del Nuevo Testamento: la iglesia. Evidentemente, como toda la palabra de Dios, estas también deben ser interpretadas siguiendo el método literal, histórico y gramatical.

P.- Estamos desarrollando nuestra fe en un mundo postmoderno y secular, donde prima el relativismo ético, y la religión se oferta "a la carta", según las necesidades de la demanda. ¿Cómo debe el expositor bíblico adaptarse a estos cambios culturales?

R.- Manteniéndose fiel al mandato de predicar la Palabra. En otras palabras, no cambiar nada.

A lo largo de la historia bíblica encontramos la misma situación repetida una y otra vez. Por ejemplo, en el tiempo de Jeremías, abundaban los profetas falsos que le decían a la gente lo que quería oír (Jer. 14, 23), sin embargo, Dios le mandó que no cambiara nada de la palabra que le había mandado que predicara (Jer. 1).

Lo mismo en la época de Jesús, él fue contra la corriente del judaísmo apóstata de su época (Mt. 23). Y lo mismo en la época de Pablo. Él mandó a Timoteo a predicar la palabra de Dios, a pesar de que la mayoría de la gente buscaría a predicadores que les predicaran ideas que pudieran satisfacer sus deseos pecaminosos (2 ti. 4:2-5).

P.- ¿Debemos dejar de ser formales y dar paso a la informalidad en la forma de propagación de nuestra fe?

R.- Cuando hablamos de la predicación, no. Dios ha ordenado que su palabra se propague mediante la explicación y aplicación del texto bíblico—lo cual de nuevo, es predicación.

P.- Cuando se prepara una exposición, ¿es importante conocer y entender el contexto donde están insertos los oyentes, conocer sus desafíos, sus problemáticas; conocer la realidad que los circunda? O una exposición surge del criterio personal del predicador.

R.- Una exposición es determinada por las Escrituras —no por las necesidades de la audiencia ni por el criterio del predicador. Pero es importante aclarar que parte de la exposición incluye la responsabilidad que tiene el expositor de aplicar el significado correcto del texto a la audiencia a la que le predica. Por ello, es ideal, aunque no indispensable, que conozca las necesidades y contexto de sus oyentes.

Cuando la palabra de Dios es explicada correctamente, Él la usa conforme a sus propósitos soberanos, para transformar las vidas de los que quiere. Por lo tanto, conocer las necesidades y contexto de los oyentes es útil pero secundario.

P.- ¿Se abordan desde el púlpito temas como la sexualidad, la política, la corrupción, la violencia en todos sus aspectos,  la injusticia social, etc.? O conviene no contaminarnos con la problemática que se cuece en el mundo que nos rodea...

R.- Claro que sí, es posible predicar acerca de un tema desde el punto de vista bíblico. Por ejemplo, ¿cómo debemos pensar y actuar en base a la Biblia, en el área de la política, etc.? Y en esa situación, el predicador debe ser cuidadoso en explicar en su contexto original los textos que hablen del tema en cuestión, y después aplicarlos a su audiencia actual.

P.- ¿Deberían los predicadores hacer pensar a los oyentes, estimularlos a escudriñar más las escrituras, o dejar por sentado que todas sus aseveraciones son ciertas?

R.- Claro que deben hacerlos pensar y motivarlos a investigar las Escrituras. Todo predicador fiel debe instruir y ejemplificar cómo evaluar todo a la luz de las Escrituras. Este fue el mandato de Pablo a los tesalonicenses (1 Ts. 5:21). El modelo clásico son los judíos de Berea en Hch. 17:11. Como ellos, todo oyente debe tener una actitud humilde ante la palabra de Dios, cuestionando todo lo que oye a la luz de las Escrituras, y una vez que ha constatado mediante la investigación de la palabra de Dios, que lo que oyó refleja una interpretación correcta del texto, someterse al texto mismo.

Al hacer esto, el predicador enseña a sus oyentes que la autoridad suprema es la palabra de Dios, y de esta manera, él mismo está por debajo de la palabra de Dios al igual que los oyentes. Si en algún momento el predicador se desvía de la Palabra, el oyente no puede seguir lo que el predicador le dice.

Existe un peligro serio de no hacer esto, pues si el oyente piensa que la autoridad es el predicador y no la palabra de Dios, entonces el oyente buscará seguir al predicador y no a la palabra de Dios. Y esta es una marca distintiva de las sectas—su autoridad no es la palabra de Dios únicamente, sino un líder humano que se coloca por encima de las Escrituras; así es como tantos son arrastrados por líderes falsos al error y prácticas no bíblicas. Claro, el oyente es responsable ante Dios como también el predicador lo es.

 

Luis Contreras, predicando.

P.- ¿Cómo predicarles a los jóvenes de esta generación?

R.- Igual que a los niños y a los adultos; la única diferencia puede ser la aplicación. La Biblia enseña que todo ser humano tiene la misma naturaleza pecaminosa, la diferencia es que la manifestamos de diferentes maneras; por ejemplo, el niño todavía no expresa su pecaminosidad igual que el joven, y el adulto ya es más experimentado en pecar y sabe cómo ocultarlo mejor.

En resumen, les predicamos a los jóvenes explicándoles el significado del texto en su contexto original y aplicándolo a su contexto específico.

P.- ¿Debe ser el predicador el primero en entusiasmarse, apasionarse, demostrar su fe, por la verdad para luego transmitirla a sus oyentes?

R.- Sí... no de manera artificial, sino natural, conforme estudia, entiende y se somete al texto bíblico. Esto da por sentado que el predicador ha nacido de nuevo, y lo manifiesta porque su estilo de vida se caracteriza por someterse a la palabra de Dios.

P.- ¿Escasea el don pastoral cuando se predica o enseña?

R.- En muchos casos, creo que sí.

P.- ¿Se están preocupando los predicadores por inspirar respeto y afecto por parte de quienes los oyen?

R.- Pienso que sí... pero en muchos casos al grado de pecar, porque les importa más ser respetados que agradar a Dios al ser obedientes a su palabra.

P.- ¿Debe el predicador evaluarse cada cierto tiempo? Si es así, cómo debe llevar a cabo esta evaluación? ¿Debe la iglesia evaluar a sus predicadores?

R.- Continuamente.

P.- ¿Se están enfrentando los predicadores del siglo XXI a unos oyentes con una buena preparación bíblico-teológica o de otra índole?

R.- Evidentemente, en círculos cristianos hay un serio analfabetismo bíblico-teológico, por falta de una predicación bíblica.

P.- ¿Se le resta autoridad a la Biblia si se admite que está culturalmente condicionada?

R.- Por supuesto. Claro que fue escrita en una cultura histórica específica y esto se debe mantener en mente para interpretar correctamente; pero, por ejemplo, donde hay mandatos atemporales, morales, la cultura no importa.

P.- ¿Podría decirnos si se está dando la importancia que merece la predicación en los planes de estudio de las distintas entidades educativas evangélicas?

R.- De lo que conozco, la mayoría no le da importancia.

P.- ¿Podría recomendar algún libro sobre el tema que estamos abordando?

R.- “La Predicación Bíblica” de John Macarthur.

P.- Una recomendación clave para los predicadores de este siglo XXI...

R.- Una de cuatro puntos:

En primer lugar, asegurarse de que realmente conozcan al Señor Jesucristo como su Salvador y Señor, de lo contrario, no tendrán la capacidad dada por el Espíritu Santo para entender, obedecer y predicar su palabra.

En segundo lugar, asegurarse de que Dios los haya llamado a predicar su Palabra. ¿Cómo lo sabrán? Porque lo desearán, lo disfrutarán y la iglesia confirmará que realmente esa predicación ayuda a la iglesia a entender y obedecer la palabra de Dios.

En tercer lugar, una vez que las primeras dos recomendaciones son una realidad, prepararse para saber cómo estudiar, entender y aplicar la palabra de Dios.

En cuarto lugar, mantenerse en obediencia fiel a la palabra de Dios, practicando lo que aprendieron en su preparación.

Finaliza la entrevista. Gracias, Luis Contreras, por su valiosa colaboración en esta serie a través de la cual estamos aprendiendo abundantemente sobre el tema de la predicación.

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