Globalización ecológica

En el futuro quizás sea necesario que en el precio de cada artículo vaya incluido también el coste ecológico necesario para proteger la vida en el planeta.

07 DE FEBRERO DE 2014 · 23:00

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La mayoría de los científicos está convencida de que existe una relación directa entre los gases contaminantes que emiten las chimeneas de tantas industrias, así como de los tubos de escape de los vehículos por todo el mundo y el calentamiento global del planeta. Desde la década de los sesenta se conocen ejemplos significativos de contaminación en lugares tan alejados de los centros industriales como puede ser la Antártida. Hasta la carne de los pingüinos mostró productos químicos que habían sido elaborados y expulsados con el humo de las fábricas de los países industrializados. Otro ejemplo de cómo la globalización puede incidir negativamente desde el punto de vista ecológico, lo proporcionan ciertas industrias de la alimentación. Los cangrejos del Mar de Norte, antes de ser vendidos en Hamburgo y en los mercados alemanes, se trasladan primero a Marruecos para pelarlos y después a Polonia para que sean empaquetados. ¿Acaso no constituye esto un error ecológico? ¿no se consume más energía de la necesaria, aunque los sueldos en esos países sean más bajos? Cuanto mayor es la distancia que existe entre los centros de pesca o de producción y los de consumo, más medios de transporte se requieren, más cantidad de combustible no renovable se necesita y mayores son también los efectos contaminantes sobre el planeta. ¿No sería mejor, siempre que fuera posible desde la perspectiva ecológica, realizar todo el proceso de elaboración del producto allí donde éste se obtiene? En el futuro quizás sea necesario que en el precio de cada artículo vaya incluido también el coste ecológico necesario para proteger la vida en el planeta. En las cumbres sobre el medio ambiente que se vienen celebrando periódicamente suele hablarse bastante acerca de esta crisis ecológica global y sobre la necesidad de un “desarrollo sostenido”. Sin embargo,tales cumbres han demostrado hasta ahora la falta de consecuencias concretas ya que los países más industrializados son los primeros en negarse a disminuir sus niveles de producción. Al no existir ningún tipo de regulación, la mayoría de las naciones adopta una actitud de competencia destructiva y egoísta hacia el entorno. Los pobres permiten a las empresas establecidas en su país que continúen contaminando ya que necesitan los puestos de trabajo que tales empresas proporcionan. Hoy por hoy, el problema de la globalización ecológica sigue esperando una respuesta satisfactoria de las principales potencias mundiales.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - ConCiencia - Globalización ecológica