Alfonso Junco: Niño Dios que estás naciendo
Alfonso Junco llegó a formar parte, desde 1950 hasta su fallecimiento, de la Academia Mexicana de la Lengua. Merecen recordarse sus versos dedicados a Cristo.
07 DE DICIEMBRE DE 2013 · 23:00
El poeta Alfonso Junco.
UN EXCELENTE POETA MEXICANO
Poeta fino y parco, además de ensayista abundante, merecen recordarse los versos de Alfonso Junco (Monterrey, 1896-México D. F., 1974), pues desde muy joven su espíritu se decantó por la poesía de alabanza a Dios. Tan joven, que para su apasionado libro “El alma estrella” (1920), la Premio Nobel Gabriela Mistral dejó escrito: “Alfonso Junco es el caso, más que de un poeta formado, de un alma perfecta. Lo he leído con respeto religioso. ¡Y es un niño! ¿Cómo no saludar esta alma bellísima y tranquila, si el mundo está bullente de fiebres y fealdades?”.
Y es que la mayoría de sus versos y prosemas incluidos en dicho poemario, los había escritos varios años antes, entre 1916 y 1918. Aquí les transcribo una reflexión suya sobre la Fe, firmada en noviembre de 1916: “La fe es la noche. Necesitamos su sombra llena de misterio y de poesía, para ver la divina radiosidad de mundos ignotos, vivamente reales pero imposibles de descubrir a la luz prosaica del mediodía. ¡Qué hermoso acogerse a esa noche de paz y de revelación, encanto de sabios y de místicos, propicia a la ciencia y al ensueño, abierta a la meditación, al recogimiento, a la ascensión callada y sobrenatural del espíritu”.
Alfonso Junco llegó a formar parte, desde 1950 hasta su fallecimiento, de la Academia Mexicana de la Lengua. Merecen recordarse sus versos dedicados a Cristo.
DOS POEMAS DE MUESTRA
Puesto que estamos prontos para celebrar la navidad, he escogido dos poemas que pueden ser significativos a la hora de conocer su impronta poética. El primero, de su etapa inicial, más ortodoxo y próximo a la canción sencilla. El segundo, de su años maduros, resulta una magnífica muestra de su alta calidad poética.
En vida publicó los siguientes poemarios: Por la senda suave(1917); El alma estrella(1920); Posesión(1923); Florilegio eucarístico(1926); La divina aventura(1938). Entre sus libros en prosa están, entre otros: Cristo(1931); Lope ecuménico(1935); La vida sencilla(1939); El difícil paraíso(1940); España en carne viva(1946);El gran teatro del mundo(1947);Un poeta en casa(1950);Los ojos viajeros(1951);El amor de Sor Juana(1951); Othón en el recuerdo(1959) oTiempo de alas(1973).
NIÑO DIOS
Niño Dios que estás naciendo,
nace aquí en mi corazón,
y en tus hechizos anégame,
y hazme niño y hazme Dios.
Nochebuena, Nochebuena,
fragante de evocación:
¿qué efluvios de cosas idas,
qué perfume de candor.
qué melodías lejanas,
qué balbuciente emoción.
qué manso desasosiego,
qué frescura, qué claror,
qué cosa que no se puede
decir con precisa voz,
nos penetra y sobresalta
y acaricia el corazón?
¿Es un ansia de ser niños?
“Sed niños -dijo el Señor-
si queréis entrar al Reino”;
¡y El se hizo niños por nos!
¡y en su noche nos embriaga
un dulce afán de candor!...
¡Oh, qué anhelo de ser niño!
¡Hazme niño, Niño Dios!
“Sed perfectos cual mi Padre
celestial”, dijo tu voz,
y no fue estéril sarcasmo
sino fértil bendición.
“Vosotros también sois dioses”,
clamas. Y Pablo sintió:
“Vivo, pero ya no vivo:
que vive en mí Cristo Dios”.
Porque tú nos alimentas
con un pan de exaltación,
que no se hace carne mía
como este pan inferior,
sino que mi carne absorbe
y la transfigura en Dios.
¡Dios quiero ser para amarte
con pleno pago de amor,
Dios para abarcar tu esencia,
Dios para obrar perfección,
Dios para ser uno contigo!...
¡Hazme Dios, oh Niño Dios!...
Niño Dios que estás naciendo,
nace aquí en mi corazón,
y en tus hechizos anégame
y hazme niño y hazme Dios.
DE CARNE Y HUESO
Así: te necesito
de carne y hueso.
Te atisba el alma en el ciclón de estrellas,
tumulto y sinfonía de los cielos;
y, a zaga del arcano de la vida,
perfora el caos y sojuzga el tiempo,
y da contigo, Padre de las causas,
Motor primero.
Mas el frío conturba en los abismos
y en los días de Dios amaga el vértigo.
¡Y un fuego vivo necesita el alma
y un asidero!
Hombre quisiste hacerme, no desnuda
inmaterialidad de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva;
el arte, resplandor que toma cuerpo:
la palabra es la carne de la idea:
¡encarnación es todo el universo!
¡Y el que puso esta ley en nuestra nada,
hizo Carne de su Verbo!
Así: tangible, humano,
fraterno.
Ungir tus pies que buscan mi camino,
sentir tus manos en mis ojos ciegos,
hundirme, como Juan, en tu regazo,
y -Judas sin traición- darte mi beso.
Carne soy, y de carne
te quiero.
¡Caridad que viniste a mi indigencia,
qué bien sabes hablar en mi dialecto!
Así, sufriente, corporal, amigo,
¡cómo te entiendo!
¡Dulce locura de misericordia:
los dos de carne y hueso!
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - POR EL ÚLTIMO ADÁN - Alfonso Junco: Niño Dios que estás naciendo