Don Juan Tenorio y la salvación por amor

Es la salvación por los caminos misteriosos de la misericordia infinita de Dios, del amor insondable que el Creador siente por sus criaturas.

28 DE DICIEMBRE DE 2012 · 23:00

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En el artículo anterior dejamos a Don Juan presidiendo una cena en su propia casa. Atravesando la puerta del comedor sin hacer ruido entra Don Gonzalo, padre de Doña Inés, a quien el Tenorio mató. La estatua habla. Al oír sus palabras, el Tenorio interroga con estupor, pero sin miedo. DON JUAN ¿Con que hay otra vida más, y otro mundo que el de aquí? ¿Con que es verdad, ¡ay de mí!, lo que no creí jamás? ¡Fatal verdad que me hiela la sangre del corazón! ¡Verdad que mi perdición solamente me revela! ¿Y ese reloj? ESTATUA Es la medida de tu tiempo. DON JUAN ¿Expira ya? ESTATUA Sí; en cada grano se va un instante de tu vida DON JUAN ¿Y esos me quedan no más? ESTATUA Sí. DON JUAN ¡Injusto Dios! Tu poder me haces ahora conocer, cuando tiempo no me das de arrepentirme. ESTATUA Don Juan, un punto de contrición da a un alma la salvación, y ese punto aún te le dan. La última escena del drama se desarrolla en el cementerio. La estatua de Don Gonzalo quiere llevarse a Don Juan. Este se inca de rodillas. Don Gonzalo le toma una mano y le dice: “Conmigo al infierno ven”. La otra mano de Don Juan permanece alzada al cielo. Grita al Comendador: ¡Aparta, piedra fingida! suelta, suéltame esa mano, que aún queda el último grano en el reloj de mi vida. Suéltala, que si es verdad que un punto de contrición da a un alma la salvación de toda una eternidad, yo, ¡santo Dios!, creo en ti; si es mi maldad inaudita, tu piedad es infinita… ¡Señor, ten piedad de mi! Los esqueletos y las Sombras acuden a abalanzarse sobre él para llevárselo al infierno. En este momento se abre la tumba de Doña Inés y aparece ésta, que increpa a los muertos: No; heme ya aquí, Don Juan; mi mano asegura esta mano que a la altura tendió tu contrito afán, y Dios perdona a Don Juan al pie de mi sepultura. DON JUAN ¡Dios clemente! ¡Doña Inés! DOÑA INÉS Fantasmas, desvaneceos; su fe nos salva…, volveos a vuestros sepulcros, pues. La voluntad de Dios es; de mi alma con la amargura purifiqué su alma impura, y Dios concedió a mi afán la salvación de Don Juan al pie de la sepultura. DON JUAN ¡Inés de mi corazón! DOÑA INÉS Yo mi alma he dado por ti, y Dios te otorga por mí tu dudosa salvación. Misterio es que en comprensión no cabe de criatura, y sólo en vida más pura los justos comprenderán que el amor salvó a Don Juan al pie de la sepultura. Este último acto del Don Juan Tenorio de Zorrilla lleva por título MISERICORDIA DE DIOS Y APOTEÓSIS DEL AMOR. Es la salvación por los caminos misteriosos de la misericordia infinita de Dios, del amor insondable que el Creador siente por sus criaturas. Este final, desde luego, deja algunas cuestiones pendientes. ¿Puede el amor de una mujer profundamente creyente ser tenido en cuenta por Dios para conceder la salvación del alma a quien se jactaba de haber matado a 32 hombres y haber seducido a un elevado número de mujeres? La respuesta nos la da el apóstol Pablo en la carta que escribe a los cristianos de Roma: “¿Quién entendió la mente de Dios?” (Romanos 11:34). Ante las razones expuestas por Zorrilla me atrevo a decir que todas nuestras especulaciones en torno al cielo, al infierno, al destino eterno del ser humano, a los caminos que conducen a la eternidad, son eso, puras especulaciones, teorías, pronunciamientos abstractos, conceptos inverificables, porque nuestros caminos no son los caminos de Dios; entre nuestros pensamientos y los pensamientos de Dios hay una distancia teórica como la que existe entre el cielo y la tierra (Isaías 55:8). Dirigiéndose a los creyentes, Zorrilla les advierte que sólo en la otra vida, en vida más pura, podrán comprender el comportamiento de Dios en la salvación de Don Juan Tenorio. Y si Zorrilla conviene en que la fuerza del amor se convierte en oración intercesora a favor de un pecador, amemos hasta que se nos rompa el corazón de dolor y de felicidad, hasta que el alma desborde de sentimientos, hasta perder el sentido de la razón. Notas. 1. Arcadio Baquero, DON JUAN Y SU EVOLUCIÓN DRAMÁTICA, obra en dos tomos, 993 páginas, Editora Nacional, Madrid 1966. La cita corresponde a la primera página del tomo I. 2. Ramiro de Maeztu, DON QUIJOTE, DON JUAN Y LA CELESTINA, Editorial Espasa Calpe, séptima edición, Madrid 1952, página 35. 3. Citado por Arcadio Baquero, tomo I, página 49. 4. Emilio Vilanova, DICCIONARIO LITERARIO, Montaner y Simón, Barcelona 1960, tomo XI, página 521.

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