México: Guadalupanismo y protestantismo

Tal vez sea el historiador británico David Brading, no obstante su filiación católica, quien mejor ha abordado las implicaciones del guadalupanismo en la cultura mexicana. En su monumental estudio La Virgen de Guadalupe. Imagen y tradición (Taurus, 2002), sin dejar de mostrar las ambigüedades que este culto ha tenido desde su surgimiento, discute si efectivamente es un componente de la identidad mexicana.

18 DE DICIEMBRE DE 2010 · 23:00

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En el capítulo correspondiente al apocalipticismo de la imagen misma, Brading expone que los fundamentos teológicos del guadalupanismo proceden, más que de una lectura de Apocalipsis 12, de una interpretación sesgada a favor de la identificación de la Virgen María con la Guadalupana, en un esfuerzo sincrético por utilizar el culto ancestral a Tonantzin en el cerro del Tepeyac. Así, Brading muestra que el principal “evangelista guadalupano” (término acuñado por Francisco de la Maza) fue, cuya interpretación y sustentación teológica se impuso como canónica, gracias a que en 1648 publicó Imagen de la Virgen maría, Madre de Dios, Guadalupe, donde se acerca a Apocalipsis 12 para relacionar el texto con las características del icono guadalupano mediante un lenguaje barroco y ligado al criollismo, así como a la creencia en la Virgen María como Regina coeli (Reina de los cielos), tomada del simbolismo, supuestamente “mariológico”, de Ap 12, de larga tradición en el catolicismo antiguo. La difusión de este libro y su influencia posterior levantaron el fervor guadalupano que se encontraba muy decaído. Brading acepta que esta influencia fue definitiva y que se estableció como genuina creencia criolla, es decir, relacionada con algunos de los ímpetus que posteriormente desembocarían en la lucha por la Independencia. Además, otro “factor bíblico”, poco conocido por el protestantismo, fue el uso criollo del Salmo 147 para legitimar la “deferencia” con que la Virgen trató al pueblo mexicano, basado en las palabras “…con ninguna nación obró así” (Non fecit taliter omni nationi), con que cierra dicho salmo y que fueron proferidas por el papa Benedicto XIV al conocer la copia de la imagen guadalupana realizada por el notable pintor Miguel Cabrera. Desde 1681, este salmo fue colocado en el imaginario católico para formar parte de la liturgia, aun cuando se falseaba su contexto original.(1) Estas “lecturas bíblicas guadalupanas” resultan inaceptables para un protestantismo profundamente antimariano, que fue y es mayoritario, por lo que tuvieron que venir, hasta hace pocas décadas, las relecturas liberadoras del mito guadalupano para comenzar a hablar y trabajar en cierto lenguaje común, algo que, por cierto, no se ha realizado del todo, pero que tiene puntos de contacto en aspectos tan decisivos como el papel de la mujer en la Iglesia. Pues si se acepta que el protestantismo ha avanzado lentamente en este terreno, uno de los obstáculos simbólicos, pero no por ello menos efectivos, para el avance de la reivindicación de la mujer en todos los ámbitos es precisamente el estereotipo de sumisión y obediencia producido por el guadalupanismo en general. En ese sentido, merecen mucha atención las lecturas antropológicas y culturales del fenómeno guadalupano, como las realizadas por Clodomiro Siller, por ejemplo.(2) A estas alturas del desarrollo religioso en México y América Latina, es desesperante ver cómo las fuerzas más retardatarias siguen manipulando los símbolos religiosos para perpetuar la opresión de los grupos sociales más vulnerables. A la cada vez más documentada crítica sobre los nulos efectos de la exaltación de María en la dignificación de las mujeres hay que contraponer una praxis verdaderamente liberadora (en todas las iglesias) que retome los modelos bíblicos femeninos y exploten su potencial para la construcción de identidades femeninas sanas y que contribuyan a la transformación social. El protestantismo de hoy no puede ni debe seguir en una línea crítica del guadalupanismo, con todo y que observe sus debilidades, mientras no ofrezca una auténtica alternativa de inculturación respetuosa del mensaje cristiano para el ámbito mexicano, un esfuerzo que ha quedado trunco en muchas de sus manifestaciones de diálogo con lo que en otras épocas se denominaba “la cultura nacional” y que hoy se caracteriza por una enorme pluralidad de manifestaciones.
1) Cf. Ireri Elizabeth Chávez Bárcenas, Non fecit taliter omni nationi: Muestras de la Felicidad mexicana en la iconografía y música guadalupana del siglo XVIII, tesis de licenciatura en Música, Universidad de las Américas Puebla, 2006, http://catarina.udlap.mx/u_dl_a/tales/documentos/lmu/chavez_b_ie/capitulo_2.html#. 2) Cf. C. Siller, Para comprender el mensaje de María de Guadalupe. Buenos Aires, Guadalupe, 1990.

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