La exhumación de Franco y el debate de la memoria

La intención del gobierno del PSOE de trasladar los restos del dictador a otro lugar ha vuelto a poner de manifiesto la falta de reconciliación con la historia en el Estado español.

Jonatán Soriano

BARCELONA · 21 DE AGOSTO DE 2018 · 11:29

Franco mandó construir el Valle de los Caídos entre 1940 y 1958. Más 33.000 restos funerarios, algunos de combatientes republicanos sin identificar, yacen en la abadía. / Emilio García, Flickr CC,
Franco mandó construir el Valle de los Caídos entre 1940 y 1958. Más 33.000 restos funerarios, algunos de combatientes republicanos sin identificar, yacen en la abadía. / Emilio García, Flickr CC

“Eres nuestro rey”, le gritaban algunas personas a Luis Alfonso de Borbón, supuesto heredero del trono en Francia y vinculado a la familia Franco, en una concentración de franquistas a las puertas del Valle de los Caídos para protestar por la exhumación de los restos de Franco.

La propuesta del gobierno del PSOE, de trasladar los restos del dictador con el objetivo de dotar de un significado diferente al epicentro de peregrinación de los partidarios de la dictadura, no es nueva. Ya estuvo sobre la mesa del gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, entre 2007 y 2011, en forma de reuniones con la familia del dictador y de informes. Sin embargo no prosperó, y ahora el gobierno de Pedro Sánchez, con apenas dos meses de vida, parece decidido a llevarla a cabo.

En 2017, 194 diputados del Congreso votaron a favor de la propuesta, por lo que Sánchez cuenta con un previsible apoyo parlamentario, igual que Zapatero al plantearlo en su día, aunque también se está estudiando la vía del Decreto Ley. “Si se hace con un estudio serio, con consenso y con una mayoría parlamentaria capaz de apoyar dicho plan, de seguro que la gran mayoría de la población aceptarían la medida y la verían como algo normal de la política de gobierno”, dice el analista político de Imparcial Consultores, Olaf Bernárdez. “El problema radica cuando se quiere hacer de prisa. En este caso se corre el peligro de posicionar a una gran parte de la población que no deseaba posicionarse en este tema, sino que deseaban que se lo dieran resuelto; y se corre también el peligro de radicalizar a los opositores a tal actuación”, añade.

Lo que a la vista de la guerra en la caverna mediática parece a veces tan sencillo como una cuestión de posicionamiento y de bandos, alberga un elemento que vuelve a manifestar la necesidad de un proceso que no se ha llevado a cabo; el de la memoria.

 

UNA MEDIDA DE RECONCILIACIÓN EN UN PROCESO QUE NO HA RECONCILIADO

“Probablemente el traslado de los restos del dictador debería haber sido el último capítulo y cierre definitivo de un período trascendental de nuestra historia, que nos ha mantenido anacrónicamente aislados del devenir cultural, económico y político del resto de occidente; debería haberse producido después de un periodo de investigación, análisis y reflexión social serio, profundo y definitivo en el que se habilitaran espacios para el diálogo en los que todas las sensibilidades pudieran expresarse y también escuchar a los otros”, asegura la historiadora Evangelina Sierra. “Estos procesos de memoria y reconciliación, que sí se han llevado a cabo en otros lugares del mundo, permiten a las sociedades asumir sus traumas, aceptar las incongruencias propias y ajenas, entender y admitir que todos son a un mismo tiempo víctimas y verdugos y, en definitiva, que para construir una sociedad plural a partir de un conflicto fratricida es imprescindible el reconocimiento, la confesión y el perdón mutuos. De haberse realizado atendiendo a esta necesidad, el acuerdo social sobre el traslado de los restos, incluso la utilización del mausoleo del Valle de los Caídos no sería una noticia”, añade.

El anuncio del gobierno del PSOE ha sido una de las primeras acciones tras su llegada al poder en junio. En las últimas semanas el debate ha adquirido un formate de declaraciones y contradeclaraciones. Por una parte, el ejecutivo asegurando que se trata de una medida que implica una “ejecución sencilla y que conlleva un gasto muy asumible”. Por otra, los acercamientos y desencuentros con la familia del dictador, y con el responsable católico de la abadía del Valle de los Caídos. Aspectos que ponen de manifiesto la complejidad de la operación. “En el enterramiento se visibiliza lo que ha sido durante siglos la confusión propia del Constantinismo o Cesaropapismo, entre Estado e Iglesia. Por una parte, el Valle de los Caídos pertenece al Patrimonio Nacional, con lo que el Gobierno de España puede tomar decisiones sobre aquello que hay en su interior. Por otra parte, es un monasterio católico, y para el enterramiento del dictador se tomó una decisión política en la que se solicitaba al abad del monasterio que consintiera con que fuera enterrado en la basílica. Esta doble titularidad, pública y privada, del lugar ya puso de manifiesto, en el proceso de elaboración de la Ley de Memoria Histórica, que iba a ser complicado todo lo que fuera tomar decisiones sobre un lugar tan sensible”, señala el secretario general de la Alianza Evangélica Española, Jaume Llenas, que matiza que su visión corresponde a una opinión personal y no al conjunto de la entidad a la que representa.

De nuevo, vuelve a darse el riesgo de un episodio en que el proceso histórico de reconciliación corre el riesgo de ser banalizado, sellando la memoria con acciones concretas y puntuales. “El tema de la guerra civil y la posterior dictadura es un tema sin zanjar en muchos aspectos. Se ha dejado dormir en un olvido relativo para la gran mayoría de la sociedad pero no para los más fervientes seguidores del Dictador y para aquellos que sufrieron en sus carnes o las de su familia las secuelas de la dictadura. En la Transición española se optó por no tocarlo mucho, esperando que el tiempo curara las heridas. Sin embargo, es un tema aún muy desconocido por la ciudadanía y cuando aparece lo hace, más desde la política que desde la historia. Es algo que no creo que divida a los españoles como hace años, pero de seguro que no los une”, considera Bernárdez.

En la misma línea, Sierra defiende que “si a todo lo que aspira el sector social que se considera agraviado por la guerra es a sacar los restos del dictador del lugar actual de enterramiento, es muy probable que se interprete como una simple venganza”. “Este es el argumento que están esgrimiendo aquellos que se consideran defensores del régimen dictatorial; este enfoque, en mi opinión, no resuelve el problema real, simplemente vuelve a cerrar en falso las heridas no convenientemente limpiadas”, remarca.

 

La tumba del dictador Francisco Franco se encuentra en el interior de la abadía desde su muerte, en 1975. / Facebook Asoc. Defensa Valle de los Caídos

EL COMBATE POLÍTICO POR LA MEMORIA

“La patrimonialización de un espacio público de memoria por el bando de los vencedores del último conflicto armado del país es algo que hay que corregir para que la memoria pueda ser sanada. España tiene una tarea ingente para generar esos grandes consensos que construyen un imaginario colectivo común y el Valle de los Caídos es un lugar simbólico para comenzar. Luego es necesario continuar con el resto de las fosas comunes de la guerra y la posguerra y devolver a los familiares los restos para que éstos tengan la oportunidad de cerrar las heridas y dar un entierro digno a los que nunca lo tuvieron”, afirma Llenas.

La exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos es bien vista por una parte importante de la población. Al anuncio de traslado por parte del gobierno, le han seguido días de mucha carga informativa, en los que cada medio ha encargado sus respectivas encuestas con resultados que oscilan entre más del 40% y del 50% de la ciudadanía a favor de mover al dictador. “Todo lo que hacemos como sociedad será un día parte de la historia, y seremos juzgados por ella. En este caso entiendo que lo trascendente del asunto es nuestra capacidad para cicatrizar correcta y sanamente las heridas del pasado, o nuestra incapacidad para hacerlo, para sentarnos al lado de los descendientes de aquellos que "pasearon" a nuestro abuelo y preguntarles cómo vivieron ellos ese episodio desde su perspectiva y qué les llevó a radicalizarse hasta ese extremo”, señala Sierra.

El veloz anuncio por parte del gobierno, en la época veraniega con la afectación que puede suponer el calor para una acción de este tipo, y en un contexto de cuestionable estabilidad política, a causa de la incertidumbre de si Sánchez agotará los dos años que quedan de legislatura o convocará elecciones antes, no está exento de sospechas. “Si el Proyecto en cuestión fuera un proyecto de traslado sólido, con soluciones a los problemas jurídicos, económicos y sociales, sobre todo, de opinión publica que plantea, entonces la solución vendría rodada, con contratiempos pero rodada pues se expone un problema, posibles soluciones viables y ejecutables, que además se explican a la ciudadanía, no para convencerla, si no para explicarle lo qué se va a hacer y porqué”, declara Bernárdez. “Se busca afianzar al electorado socialista o que alguna vez votó socialista y que se sigue considerando de izquierdas o progresista y que ahora está en Podemos o en la abstención. Es sobre todo un toque de corneta que busca reunir bajo su bandera a los votantes de izquierdas. Sánchez ya lo ha dicho en más de una ocasión, afirmando que el PSOE, es la verdadera izquierda”, reitera.

“Los últimos gobiernos españoles de izquierdas han reactivado la investigación sobre la memoria histórica de la Guerra Civil y el Franquismo, con la única finalidad de que la sociedad española pueda acercarse cuanto antes a su pasado reciente sin crispación. Lamentablemente, este ha sido un ejercicio de análisis mal entendido y no asimilado en un sector de la sociedad que, al igual que ha venido sucediendo a lo largo de toda nuestra contemporaneidad, lo ha interpretado como una agresión inadmisible”, matiza, por su parte, Sierra.

Además de los montones de artículos y publicaciones, de las voces de análisis y las visiones polarizadas, hasta ahora el único pasado que ha despertado la decisión del traslado es el de los saludos fascistas, los encapuchados con simbología nazi y las banderas del águila que parece no haber dormido nunca. “España, en lugar de ser fruto de grandes acuerdos entre los que la forman, se ha edificado borrando la memoria de los vencidos, sean estos judíos, protestantes o republicanos”, añade Llenas.

 

N.d.E: *Este artículo se publicó por primera vez el día 27 de julio de 2018.

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