¿Podemos ‘plagia’ el mensaje de Jesús?

No es sólo la imagen “mesiánica” de su líder Pablo Iglesias (en la imagen, con el “halo” de santidad laico de Podemos). El mensaje de Podemos contiene permanentes alusiones cristianas. Lo que venden, ¿no es en el fondo, parte del mensaje de Cristo?

Como explica John Carlin en una serie en la que el escritor y periodista analiza en “El País” el fenómeno Podemos, su mensaje “contiene permanentes alusiones cristianas”. Las ideas que airean, en esencia, contienen una aplicación directa o indirecta del mensaje de Jesús.

“El de aquel Cristo indignado que cuando llegó al templo denunció a los mercaderes y, en las palabras del evangelio, “echó fuera a todos los que compraban y vendían en el templo, y volcó las mesas de los cambistas… Y les dijo: ‘Escrito está: mi casa será llamada casa de oración pero vosotros la estáis haciendo cueva de ladrones”.

Incluso, opina Carlin, “el método de Podemos es de inspiración cristiana”. Su tan repetida frase de “ni izquierdas ni derechas” representa la evolución contemporánea de aquella fórmula del apóstol Pablo, “Me hice a todos para ganar a todos”, patentada hace dos mil años en una de sus cartas a los corintios.

En la era posideológica y posreligiosa en la que vivimos, el eco de aquellos textos sagrados vuelve en una “nueva evangelización” laica.

En los evangelios, a los malvados los llamaban fariseos, en la narrativa de Podemos los llaman casta. Un mensaje político que apela más a los sentimientos que al raciocinio, a nociones atávicas de la lucha del bien contra el mal.

Por eso buscan idealistas y soñadores, hombres y mujeres “de fe” en otro futuro que se arriesguen a incorporarse a su cruzada popular contra la malvada casta.

Quizás, en el fondo, estén ocupando el terreno que los genuinos seguidores de Jesús deberían haber tenido en la vida pública, en los partidos políticos, en las instituciones, para haber evitado, corregido o propuesto una sociedad mejor.

Tomado y adaptado de “La religión por otros medios”, publicado por John Carlin en “El País”