El silencio de los `hombres buenos´

El mundo no va mal por lo que hablan y hacen las malas personas, ya que esto se da por hecho. El mundo va mal por el silencio y quietud de los «hombres buenos». Esta sociedad –y Dios- precisan hombres íntegros, no «hombres buenos».

05 DE FEBRERO DE 2007 · 23:00

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Ya lo dijo el pastor protestante Martin Luther King, hablando de los “silencios culpables”. Dios nos juzgará no tanto por las cosas malas que hicimos, sino por las buenas que debimos hacer y no hicimos. Los malvados hablan y bien alto. No tienen reparos en su manera de proceder y actuar. Se sienten seguros de sus intereses y metas. No les importan los inconvenientes porque están dispuestos a todo por conseguirlo. Y este es el problema. Los «hombres buenos» creen que ser correctos es hacer lo contrario, y se inhiben de toda actuación que suponga una confrontación, un enfrentamiento, una denuncia. Porque se confunde confrontación con falta de unidad. Y enfrentamiento con falta de amor. Y denuncia con falta de respeto. Y de esta forma ante la falta de confrontación se llega al consentimiento; y la ausencia de enfrentamiento degenera en cobardía. Y el vacío de denuncia acaba en la tiranía de los malvados. Por la pasividad de los llamados «hombres buenos». Algunos de ellos con un “viaje iniciático” añadido que les ha llevado al «lado oscuro de la Fuerza».. ¿Se han fijado cuántas veces se predica de las virtudes pasivas de la vida cristiana (paciencia, resignación, esperanza, fe); y en comparación qué pocas con la valentía, el riesgo, el luchar por los ideales, la defensa de la fe y la verdad? Vivimos tiempos difíciles en los que ante las circunstancias complejas que nos rodean, la indiferencia parece ser la reacción más sensata. Se expresa en frases más que oídas: “yo no quiero problemas”, “eso a mi no me compete”. O “no te metas, que a ti no te afecta”; o “al fin y al cabo, qué puedo hacer yo salvo meterme en líos?”. Y los «hombres buenos» van permitiendo que la maldad y los malvados campen a sus intereses y a sus anchas. Jesús no sólo aceptó pasivamente morir en una cruz: la abrazó. Luchó contra las doctrinas que desvirtuaban el mensaje e imagen del Padre y su Palabra. Denunció el pecado, arrojó del templo a los mercaderes de la religión, no dejó de enfrentarse a la hipocresía de los rígidos religiosos y al liberalismo de los falsos creyentes… Es mejor pelear y morir en soledad, como Jesús y junto a El, que vivir siendo parte de la maldad de los malvados y de los «hombres buenos» que la consienten. Y no hay medias tintas cuando las situaciones son importantes o graves. La realidad de la actualidad que nos envuelve es la mejor muestra de todo lo que decimos, y podríamos citar casos y puntos concretos que son para avergonzarse, especialmente para los callados «hombres buenos». Para que la auténtica bondad de Dios se manifieste se necesitan hombres fieles e íntegros. Los «hombre buenos» son un perfecto anuncio, pero poco más salvo que sirven para perpetuar la maldad con sus «correctas» posturas. Finalizamos parafraseando un conocido refrán: «Dios mío, líbrame de los hombres buenos, que de los malos ya me ocupo yo».

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