La flor del campo

Muchos autores consideran que este narciso de manojo es el lirio de los valles al que se refiere Salomón en el Cantar de los Cantares.

15 DE AGOSTO DE 2019 · 19:00

El término bíblico flor del campo suele referirse al Narcissus tazetta (narciso de manojo) muy abundante en los campos de Israel, a partir del mes de noviembre y hasta enero.  / Foto: Antonio Cruz,
El término bíblico flor del campo suele referirse al Narcissus tazetta (narciso de manojo) muy abundante en los campos de Israel, a partir del mes de noviembre y hasta enero. / Foto: Antonio Cruz

El hombre, como la hierba son sus días; 

florece como la flor del campo,

(Sal. 103:15)

El término hebreo péraj, פֵּרַח, se refiere a las flores en general, sin especificar la especie. En Tierra Santa se conocen más de dos mil especies diferentes. Sin embargo, el concepto “flor del campo” (khabbacceleth) que aparece en algunos textos bíblicos (Sal. 103:15; Is. 40:6; Job 14:2; etc.) está relacionado con el término arábigo baseil, que es como los actuales palestinos llaman vulgarmente al narciso de manojo (Narcissus tazetta), muy abundante a partir de noviembre y hasta enero en los campos de Israel. Los judíos se refieren a este narciso de manojo como “narkiss matzuy”. Es una pequeña planta perenne de la familia Amaryllidaceae que alcanza los 30 cm de altura y desprende una agradable fragancia. Crece entre matorrales, en regiones de cultivo, en zonas húmedas a orillas de los ríos, así como en las montañas. Muchos autores consideran que esta flor es el “lirio de los valles” al que se refiere Salomón en el Cantar de los Cantares (2:1).[1] El reverendo y naturalista inglés, Henry Baker Tristram (1822-1906), cita al Narcissus tazetta en su lista de posibles plantas candidatas a ser el famoso “lirio de los valles”.[2]

Las flores figuran en la Biblia como elementos decorativos (Ex. 25:31ss; 37:17; 1 R. 7:26) ya que los forjadores representaban distintas especies en los capiteles de las columnas del templo de Salomón. Pero también se emplean para ilustrar verdades existenciales, tales como la brevedad y fragilidad de la vida humana (Job 14:2; Sal. 103:15; Is. 5:24; 28:1; 40:6; Nah. 1:4; Stg. 1:10; 1 P. 1:24) o incluso para reflejar el cuidado providencial que Dios tiene de sus hijos (Mt. 6:28; Lc. 12:27). El profeta Oseas afirma asimismo que Israel florecerá como los lirios (Os. 14:5).

En su comentario al Salmo 90, Spurgeon, escribe la siguiente reflexión: “La guadaña troncha sin piedad el esplendor temporal de las flores del campo, y el rocío de la noche llora sobre sus tallos segados tan fatal declive. Esta es la historia fugaz de la hierba del campo: sembrada, brotando, creciendo, floreciente, segada, desaparecida; y la historia del hombre no es muy distinta. Con el paso del tiempo, el deterioro natural acaba con cada uno de nosotros como si fuéramos hierba; y a pesar de que a unos pocos se les conceda el triste privilegio de una vida un poco larga, saboreando así con mayor intensidad las consecuencias nefastas de la edad avanzada, la muerte llega ineludible con su guadaña y siega nuestra vida en la plenitud de su verdor. ¡Qué cambio tan radical en tan poco tiempo! La mañana fue testigo de nuestro florecer y la noche contempla nuestro marchitamiento.”[3]

 

Notas

[1] Alon, A. 1995, Flowers and Trees of the Holy Land, Palphot, Israel, p. 31.

[2] Tristram, H. B. 1883, The Natural History of the Bible, London, p. 463.

[3] Spurgeon, C. H., 2015, El tesoro de David, CLIE, Viladecavalls, Barcelona, p. 1415.

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