Carlos Nejar, siervo de la Palabra (1)

Una primera aproximación a la obra poética de raíz cristiana del destacado autor brasileño, miembro del Consejo Asesor de Tiberíades.

14 DE MARZO DE 2019 · 21:15

Carlos Nejar en Salamanca (foto de jacqueline Alencar) .,
Carlos Nejar en Salamanca (foto de jacqueline Alencar) .

Quien hace suya la Palabra, hasta entrañarla, sentirá cómo esta se torna Paloma que vuela y vuela hasta desfatigarle el orbe espiritual y la existencia plena.

Así se funda una Pasión indesmayable, necesaria para ir curando a diario las heridas del sobrevivir y del sobremorir.

De esta bendiciente Verdad sabe mucho Carlos Nejar (Porto Alegre, Estado de Río Grande del Sur, 1939), es uno de los pocos Poetas Mayores del inmenso Brasil y, sin duda alguna, el más connotado poeta evangélico de todos los tiempos en esa patria de Machado de Assis y José de Alencar.

Y me refiero a Poetas-Poetas, no a quienes escriben versos más o menos aceptables. Tampoco hablo de quienes, en verso, anotan una teología más o menos aceptable.

Me refiero a un Poeta que se bifurca entre lo lírico y lo épico, entre lo humano y lo divino. Me refiero al Poeta afortunado que va acumulando horas de vuelo para cuando sea el momento de emprender su regreso al Jardín:

 

Al curarme la esperanza

no me curé de Dios.

No puedo curarme nunca

de Dios, hasta que Él me tome.

La eternidad sólo se cura

de eternidad.

Y la fuente con el fuego.

Me refiero al Nejar (carpintero, en árabe) que lija y lija sus cánticos para que resuenen en nuestro corazón. Me refiero al Poeta que con afecto abraza al prójimo que recién conoce, sin importarle jerarquías o importancias.

Y eso que Carlos Nejar ocupa, desde hace más de veinte años, uno de los sillones de la respetada Academia Brasileña de Letras, además de ser Miembro de Número de la Academia Brasileña de Filosofía y de haber publicado unos cincuenta libros de poesía, narrativa, teatro o ensayo, con premios y galardones por doquier.

Me refiero a un Poeta que Ama y que está felizmente esposado a Elza (dos Pássaros). Me refiero a un Poeta que facilita el apogeo de la imaginación de quien lo lee o escucha; por ejemplo, cuando ‘explica’ qué es Poesía:

 

Carlos Nejar entrevistado para la radio (foto de Jacqueline Alencar).

 

MANO QUE VUELA

Poesía

no se aprieta

en la mano

como un pájaro enfermo.

 

Poesía es la mano

que vuela

con el pájaro.

 

Me refiero a un Poeta que pregona, con voz potente: “Todo es raíz de Dios. Y el que planta sabe que Dios también es semilla”.

Un Poeta cuyo telescopio le permite ver muy lejos: “El viento de Dios se debate/ en las alas curvas/ de la eternidad”; un Poeta que se dirige a sus oyentes haciéndoles sentir Levadura: “Somos los que no cesan/ de subir para crecer/ por las violáceas hendiduras/ del primero y último día de la Creación”; un Poeta que testifica así, agrandando la soledad creadora: “Estar en Dios es intimidad de la palabra”; un Poeta que hace prospecciones por el magma de la querencia divina: “En las profundidades de Dios no hay religiones: sólo Amor.

Y Amor es estar en todo, estando en nosotros”; un Poeta que, por lo anteriormente citado, insiste en que “Amar es la más alta constelación”, mientras revela los Orígenes de su existir:

La Creación se posó en mí.

Y veo.

 

Soy un principio

que poco entiendo.

Tránsito de Alguien

que reconozco

en el Amor que anda

conmigo.

 

MOTIVOS PARA UNA SERVIDUMBRE

Me refiero a un Poeta totalmente dispuesto a reconocerse Siervo de Palabra. Así, en una ejemplar entrevista realizada por mi querido amigo Álvaro Alves de Faria (otro de los destacables poetas brasileños que leo y traduzco con delectación), publicada luego en el libro Pastores de Virgilio, junto con otras dedicadas a prestigiosos poetas y narradores.

Nejar responde por qué firma siempre así: “Enumero tres motivos que encuentro suficientes, aunque existan otros que no menciono: a) Soy siervo de Aquel que es la Revelación de la Palabra, el Dios vivo, y no hay honor más alto; b) La palabra es alma del universo y yo sirvo al alma del universo en mis textos; c) Aunque yo sea palabra menor, busco develarme”.

Y así escribe de Cristo: “Hijo del Hombre,/ Tus sueños/ no duermen.// (…) El viento que te resucitó/ no duerme más.// No duerme. ¿Puede dormir la luz? (…) Escribía/ tu olvido/ en un pequeño cuaderno de agua.// Y hablaba,/ como Daniel con Dios,/ entre leones domesticados.// Y el viento estaba corriendo,/ corriendo,/ cuando despacio comenzabas/ a resucitar”.

 

Y así escribe del Padre:

 

DIOS ES TODO ESO

Dios no es la palabra Dios;

es golondrina,

la palabra golondrina.

 

Hay un pozo

que no cabe

en la palabra pozo.

 

El amor, en la palabra amor.

 

Y Dios es todo eso.

 

Marcelo Gatica, Helina Aulis, Elza y Carlos Nejar (foto de Jacqueline Alencar)

 

UN PRIMER POEMA ANTOLÓGICO

Ahora presento a Carlos Nejar como se merece, ofreciéndole el hospedaje de nuestro idioma, traduciéndolo al castellano para que en el ámbito hispano-americano se conozca, al menos parte de su amplia e intensa obra dedicada al Señor.

Perdemos bastante cuando ignoramos valiosos nombres, normalmente excluidos por cánones caducos o interesados. Poco ganamos cuando nos limitamos a repetir intonsamente lo manido, que no siempre es lo más recomendable.

Por ello, resulta de justicia ‘descubrir’ a quien tanto bueno ha mostrado. Por ello presto atención a su Vida, es decir, a su Poesía, caudaloso manantial casi inagotable. No abundaré en la cita de cada uno de sus libros.

Baste señalar que el año 2009, cuando acopió sus poemarios publicados hasta entonces, fue de genuina fiesta y de constatación de sus múltiples registros, que van desde lo telúrico a lo divino, pasando por lo amoroso, lo patriótico, la clasicidad greco-latina...

Esos dos volúmenes: Poesía reunida I (Amistad del mundo) y Poesía reunida II (Joven eternidad) suman mil trescientas páginas. Para mí, la poesía que a Dios se dedica lleva dentro relámpagos eternos. Por ello, leamos entonces un texto de fondo del autor ‘gaúcho’:

 

TIEMPO DEL HOMBRE Y DE DIOS

Quiero el tiempo de Dios, la ruta

para que pueda estar donde Él quiera.

La rueda de Dios en mi rueda

que el rostro mueve y sabe

por dónde rueda. Y no permite

que yo muera, aunque la cuerda

de la muerte esté atada. El mundo

allí se cuelga en la consciencia

de salvarse. Importa lo que

está vivo. El agua muerta queda

detenida y de ella nacen bichos,

como en un higo, desde la costra.

Dios se suelta en nosotros, cuando

en Él soltamos nuestra alma entera.

Como la gota, de cielo en cielo

se suma. A la nada de este tiempo

en que se es hombre delante de

otro en nosotros, que no se hunde

ni con el mordisco de ese

otro que insiste en definirse,

estando muerto. Dios no se

define ni está puesto. Vive y

no se defiende del que es vivo.

Cuando vivir es (des)aparecer

en la ilimitada esencia, en los reductos

desdoblables de Dios. Y ser de la vida

de Él, e ir cambiando todo en nosotros,

sin contención o feria de voluntades.

Cambiar lo tan cambiable de ir

cambiando, es cambiar límpido,

indefenso, hasta que yo sea

sólo reflejo, y Él, espejo.

Así Su peso se asienta

en mí, ligero, con retorno

intenso. Y lo que pienso es de Él,

como trama que se va expandiendo.

Y es de tanta eternidad

que el seso se aquieta, y esta

armadura y el yelmo de criatura

resulta transitorio. Y no resulta disfraz

la prisión gozosa, cobijante y justa,

donde me complazco sin que perezca

el gusto ni el fruto. Entonces el tiempo

se desarregla. No es más llanura

o gente, o descendiente de otro

que fue visto en Jerusalén, tal vez

en Egipto. El tiempo es Dios, esta oscura

creación, descreación de estar en nosotros,

en Su parar que es movimiento.

O por amar con tal amor será que el tiempo

humano se deshace al asomarse puro, y

los eslabones de otros eslabones son perennes,

generando la rotación de las estrellas

y planetas. Aspiro, aspiro a lo que Él quiere

porque redondo es Su grito.

 

Nejar ante la estatua de Fray Luis de León (foto de Jacqueline Alencar).

 

EL ÚLTIMO JOB

Hasta hace pocos días no tuve acceso a los sesenta poemas que integran su libro O Derradeiro Jó (2009), publicado meses después de su Poesía Reunida y, por lo tanto, fuera de esos dos abarcantes volúmenes que custodio en mi biblioteca.

Job ya había inspirado otros poemas sueltos, insertados en varios libros de Nejar. Pero ahora realiza un abordaje monográfico al significante libro del Antiguo Testamento, el más antiguo de todos, según estimas los especialistas.

Ahora pergeña una radiografía espiritual de Job y le pone voz o le modula otros acentos.

Conviene, para no estar conjeturando, trascribir lo que Nejar contestó a Brasigóis Felício, cuando éste le abordo sobre su bíblica fuente y sobre esa eterna y angustiosa interrogación del ser humano ante lo divino:

“Cierto, porque el Libro de Job, que está en la Biblia, no sólo es el más hemoso, sino que es uno de los más profundos, porque habla del sufrimiento humano. Aprecie que Job tiene tres etapas: la primera es una etapa próspera. Job era un hombre que acumuló muchos bienes, tenía una gran familia y era feliz. En la segunda etapa él es probado por Dios. Entonces pierde la salud, los hijos, la fortuna. Su mujer le dice: ‘Abandona a ése tu Dios’, a lo que él responde: ‘Desnudo nací, desnudo moriré; bendito sea el nombre del Señor’. Los amigos obserban y le dicen: ‘Job, mira lo que sucedió contigo: Dios te hirió duramente; maldice a ese Dios’, a lo que Job responde: ‘Aunque Dios me mate, todavía tendré esperanza’. Entonces, la fe de Job supera toda adversidad. En la tercera etapa, y a pesar de todo, él empieza a orar por los amigos, aquellos que lo abandonaron cuando estaba en desgracia. Y la palabra bíblica dice. ‘Y Dios cambió la suerte de Job cuando oraba por sus amigos, y le dio el doble de todo cuanto él tenía”. Esa es mi perspectiva. El Job que supera la desgracia. Elías Canetti dice, muy bien, que el poeta no puede ser solamente heraldo de la derrota. El tiempo es de victoria y el poeta tiene que ser un heraldo de transformación”.

Aquí traduzco un poema completo (el número 28) y unos fragmentos del último de ellos, el número 60, tan sólo para catar la sonoridad e intensidad de su mensaje.

 

EL ÚLTIMO JOB (28)

Job, ¿quién nos limpiará

de la guerra?

 

¿Quién nos limpiará

de esta política

de carbones humeantes

bajo las cenizas?

 

Lo importante

es lo que no se espera.

Entre causas

y efectos

la hierba crece.

 

Job, ni siquiera

percibes

cuando se pudre

el mundo.
 

(60) Soy Job,/ el que ya se sabe/ con Dios./ Y basta./ (…) Soy Job,/ a quien el enemigo/ no venció./ De pie en el grito./ De pie en el derrumbe./ Habito el tronco/ del trueno.// Y al Redentor/ toco/ con mis ojos./ Y lo escucho/ en el fuego/ donde me mojo.// Amor, amor/ es todo/ hasta el fondo”.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Barro del Paraíso - Carlos Nejar, siervo de la Palabra (1)