El proselitaxista

La inversión en tiempo y gasolina la daba por bien empleada este fiel creyente si conseguía mayor prestigio entre el resto de la comunidad de creyentes.

07 DE JULIO DE 2016 · 20:20

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En recuerdo a Dña. Carmen (Lucas 12:2)

Érase que se era un creyente en Cristo Jesús Señor Nuestro al que no le importaba que su candidato a heredar los cielos evangélicos fuese un menor de edad. Este señor despuntaba como nadie por sus ofrendas, visita a enfermos, oraciones desde el tercer cielo, puntualidad y asistencia a los cultos.

Y por si esto fuera poco, quiso destacar además como evangelista deseando engordar las filas de su iglesia a costa de un adolescente que procedía de la Barcelona del extrarradio. La presa parecía fácil.

Como quiera que la iglesia estuviese retirada de la vivienda del joven, nuestro creyente en Cristo Jesús Señor Nuestro se ofrecía para acompañarle con su Citroën Ami color blanco a la salida de los cultos aunque no le viniera de paso.

Lo más destacable de estos viajes era la locuacidad, acaparamiento discursivo y verbosidad con que pretendía conducir a los pies de Cristo al joven. El viaje consistía en un monólogo infranqueable.

Una vez delante de la casa del joven, a motor parado, aún lo retenía un tiempo más. Se giraba desde su asiento hacia el joven y pretendía rematar la faena. Solo cuando el hablador acababa exhausto de sí, sin saliva y comenzando a notar el desconsuelo de su estómago, daba por finalizada su labor evangelística.

El joven liberado por fin, salía aturdido del coche, confuso, con una nube mental que se desvanecía poco a poco gracias a la cena que le tenía preparada su madre.

Y esto sucedía una vez, y otra vez, y otra vez… La inversión en tiempo y gasolina la daba por bien empleada este fiel creyente si conseguía mayor prestigio entre el resto de la comunidad de creyentes a los que tenía por carnales en su mayoría. Sobre todo porque, al parecer, muchos tomaban píldoras anticonceptivas, dicho sea de paso.

La familia del joven empezaba a estar preocupada. El creyente en Cristo Jesús Señor Nuestro le sobrepasaba al chico unos 30 años.

— ¿Ya sabes hijo que el individuo que te trae a casa puede tratarse de un proselitista?

—No, mamá, no te preocupes, es un PROSELITAXISTA.

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