Los dos ángeles

En mi tren de vuelta mi sitio favorito era sin duda alguna entre dos vagones porque, como era inconfortable y ruidoso, estaba yo solo y podía orar a mis anchas en voz alta e incluso a grito pelado si me lo pedía el corazón…

13 DE MARZO DE 2015 · 09:10

Viñeta: Alain Auderset.,Auderset, plume
Viñeta: Alain Auderset.

Agente secreto de Dios… (¡Todavía en activo!)

Buscando en el baúl de mis recuerdos, encontré algo de ánimo para vosotros.

 

Inquietud escolar por Jesús

Era mi décimo año escolar en Bienne (es una ciudad) y estaba en una clase más bien cutre que había desarrollado un nuevo deporte: reírse en mis propias narices de mis convicciones cristianas (¡Hasta el profe era un deportista de alto nivel!)

El campeón en todas las categorías era indiscutiblemente JB, al que habían sentado a mi lado.

Le encantaba birlarme la Biblia, brincar por los bancos y recitar versículos – cual oráculo fanático de tiempos pasados – a la clase, divertida al verme correr tras él para que me devolviera el precioso libro…

Íbamos a vivir un campamento escolar de una semanaen Yverdon- les Bains (también es una ciudad). Esta perspectiva, que debería ser una buena noticia, para mí no lo era…

 

La dirección misteriosa

En mi tren de vuelta (Yo vivía en Sonceboz) (no es una ciudad) mi sitio favorito era sin duda alguna entre dos vagones porque, como era inconfortable y ruidoso, estaba yo solo y podía orar a mis anchas en voz alta e incluso a grito pelado si me lo pedía el corazón…

Suplicaba a Dios diciéndole:

-¡Oh Señor! Me temo lo peor… estar toda una semana con esta clase, te lo ruego, haz que encuentre algún cristiano que viva en esta ciudad desconocida…

Encima de mi cama me esperaba una carta. Me quedé atónito; no solo era raro que recibiera un correo (no tenía muchos amigos…) pero además, ¡la dirección del remitente era de Yverdon!

Escrita a mano, era un concentrado de ánimos cristianos. La remitente era una extraña señora con la que me había encontrado antes en el tren.

Desde el momento en que se sentó a mi lado, supe que conocía a Dios, pero no me había atrevido a decirle nada, limitándome al tradicional “buenos días” de circunstancias. Ella entonces me preguntó si yo era cristiano. Resultó una

conversación edificante que terminó con un intercambio de direcciones que  habitualmente suelen quedar en el olvido.

 

Una semana surrealista

La primera noche del campamento, mis compañeros de clase tuvieron  la “brillante idea” de invocar a los espíritus (ni más ni menos) con la ayuda de un viejo libro de magia que habían traído de no sé qué lugar encantado…

Esa noche, tuve vómitos y me sentí fatal…

Al día siguiente, durante el recreo, me fui a la aventura decidido a encontrar la dirección indicada en la carta. Dudando, llamé a la puerta. Me abrió una persona más joven que la que había encontrado en el tren. Su rostro resplandecía con dulzura ¡era algo así como la gloria de Jesús!

Quedé atolondrado, sin palabras, con los ojos abiertos de par en par; hasta entonces  nunca habían visto una cosa así. Intimidado, le expliqué lo de la carta… una vez dentro, reconocí a la señora del tren. Vivían dos o tres en este apartamento  y pasaban la mayoría del tiempo orando.

Ellas me explicaron que a veces recibían como misión palabras para dar a determinadas personas. (Ejemplo: en medio de un tiempo de oración, Dios da a una u otra una dirección totalmente desconocida; ella enseguida salta al tren para ir allí y temblorosa llama a la puerta. Entonces responde una persona en lágrimas, la cual, precisamente, en un grito desesperado había orado por una respuesta divina, y ahí la tenía, en el umbral de su puerta: una locura, ¿no?).

Estar en presencia de profetisas parecidas a aquellas de las que habla la Biblia, ya es bastante perturbador y, además con palomas blancas revoloteando a gusto por el apartamento, ya no sabía con certeza si me encontraba en el mismo mundo que el que había tras la puerta. (Las palomas eran según ellas, un medio de estudiar las similitudes con el Espíritu Santo…)

Iba a verlas todos los días de la semana, lo que se convirtió para mí en un tiempo aparte de refrigerio espiritual. Me dieron palabras bastante precisas de parte de Dios acerca de mí, esencialmente versículos bíblicos; me acuerdo de:

- Alain, eres como una lucecita escondida cerca de mi corazón…

Y oraron abundantemente por mí…

En aquella época, yo no tenía ni idea de lo que Dios podría hacer de mí (aún no dibujaba cómics). Pero comprendí que Él tenía un destino especial que proponerme…

Esa semana que debería haber sido catastrófica marcó una etapa de mi vida. El último día, les expresé mi deseo de mantener el contacto, pero, en vez de un número de teléfono, recibí esta frase que me dejo escéptico:

- Cuando quieras vernos, pídeselo a Jesús.

 

Perdidas de vista

Los días que siguieron, intenté retomar el contacto con ellas, pero el correo me era devuelto, ya nadie vivía en aquella dirección. Intrigado, investigué entre sus vecinos, pero por raro que parezca, nadie parecía haberlas visto nunca…

¿Eran ángeles?

 

JB

Para resumir la historia, el terrible JB se hizo cristiano, pero no perdió nada de su originalidad (unos amigos míos, a los que había encontrado por “casualidaD” al regresar del campamento, habían sabido tocar su corazón salvaje).

Hice una buena parte de camino en amistad con él y luego nos perdimos de vista. No sé lo que ha sido de él…

Mucho tiempo después, me encontré con un viejo hombre de Dios de cabello blanco. En su mirada, reconocí algo de Jesús (Tenía un brillo de pureza, como la inocencia de un niño, humilde y al mismo tiempo parecía poder leer en mi interior…)

Por si acaso, le pregunté si se había encontrado con aquellas señoras; me dijo que sí, pero que se habían ido a otra parte… pero no podía decirme nada más…(?)

 

20 años después

Cuánto camino… ya hace muchos años que dibujo cómics. Me cruzo cada vez con más personas que me comparten que la lectura de mis cómics ha sido el desencadenante de la decisión de seguir a Dios.

La influencia de mis Cómics, unida a los desafíos que los acompañan, toma tal amplitud que “mi” pequeño equipo de oración me ha compartido:

- nos hace falta gente…

Me paseo por el bosque para digerir esta última reflexión; y fíjate que entonces me acuerdo de los dos “ángeles” de Yverdon…

- Jesús, ¿no podrías permitirme volver a verlas?

 

10 días más tarde

¡Ellas llaman a mi puerta!

- Buenos días, Jesús nos ha pedido que vengamos.

No nos reconocimos enseguida, pero algo en sus miradas me deja intrigado, y de repente: “¡Clic!”

Me cuentan que han tenido que atravesar un largo desierto… y que ahora están aquí, de refuerzo de oración…

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Cita con Dios - Los dos ángeles