El regalo de la mirra

Algunos padres de la Iglesia, como Ireneo y Orígenes, vieron en la mirra una referencia a la muerte de Jesús.

03 DE DICIEMBRE DE 2020 · 19:20

Pequeños cristales de mirra, sustancia resinosa y aromática que se obtiene del árbol Commiphora myrrha, oriundo de Turquía, África y Arabia. / Antonio Cruz.,
Pequeños cristales de mirra, sustancia resinosa y aromática que se obtiene del árbol Commiphora myrrha, oriundo de Turquía, África y Arabia. / Antonio Cruz.

Y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María,

y postrándose, lo adoraron;

y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes:

oro, incienso y mirra. (Mt. 2:11)

La mirra es una sustancia resinosa y aromática que se obtiene del tronco del arbusto o árbol pequeño llamado científicamente Commiphora myrrha. Es natural del noreste de África, Arabia y Turquía.

En la antigüedad fue una sustancia muy apreciada ya que se usaba para elaborar perfumes caros, incienso y aceites como el de la santa unción (Ex. 30:31; Sal. 45:8; Pr. 7:17; Cnt. 1:13; 5:5); ungüentos para la purificación de las mujeres (Est. 2:12); así como para perfumar lechos y vestimentas (Cnt. 3:6).

Se mezclaba vino con mirra para obtener una medicina anestésica (Mc. 15:23); así mismo para el embalsamamiento de cadáveres (Jn. 19:39) y también para diluir tinta en los papiros.

La mirra era una de las sustancias que transportaban a Egipto los mercaderes ismaelitas (Gn. 37:25) ya que se consideraba como de los mejores productos de la tierra (Gn. 43:11). Fue también uno de los regalos que los magos ofrecieron al niño Jesús (Mt. 2:11).

Su nombre hebreo es mor, מֹר, y proviene de una raíz que significa “amargo”. En árabe también es morr, mientras que en griego es smyrna, σμύρνα, de donde procede el nombre de la ciudad “Esmirna” de la costa del Egeo; y en latín es myrrha.

Tanto el arbusto de la mirra como el árbol del incienso (Boswellia carteri) , que crecen en regiones desérticas y subdesérticas, han tenido y todavía tienen un importante papel en muchas religiones.

El regalo de la mirra

La mirra se obtiene a partir de la resina de un arbusto espinoso de la familia Burseraceae, natural del noreste de África tropical, la península Anatolia y la península Arábiga . /Franz Eugen Köhler, Köhler's Medizinal-Pflanzen.
 

Ambas especies generan unas gomas resinosas que solían quemarse para que los aceites volátiles que presentan perfumaran el aire. Es posible que, al principio, esto se hiciera en los funerales, con el fin de amortiguar las malas olores de los cadáveres y que, poco a poco, pasaran a formar parte de algunos ritos religiosos.

Como el incienso y la mirra han estado siempre tan relacionados, algunos naturalistas de la antigüedad confundieron las especies vegetales que los originaban. Aunque ambas especies pertenecen a la misma familia de las Burseraceae, son muy diferentes entre sí, tal como puede apreciarse en los dibujos que aparecen en el primer volumen del libro Medicinal Plants, de R. Bentley y H. Trimen, publicado en 1880.[1]

Las hojas del árbol de la mirra son verdes y con dos reducidos foliolos laterales. El fruto es pequeño y oscuro, mientras que el color de la resina varía desde un amarillo pálido hasta un marrón rojizo.

Su sabor es amargo, tiene propiedades astringentes, usándose como antiséptico y estimulante. Hasta el presente, la resina de la mirra se obtiene mediante incisión en la corteza del árbol. Después se espera a que fluyan unas gotas pegajosas que, al secarse, se tornan rojizas y brillantes. La mirra así obtenida suele usarse también como sustituta del incienso.

La cita que encabeza esta estrada se refiere a los dones que los magos ofrecieron al recién nacido Jesús: oro, incienso y mirra. Estos tres regalos se consideraban como artículos de lujo, muy caros y que procedían de la importación.

Ya desde los primeros siglos del cristianismo, algunos padres de la Iglesia, como Ireneo y Orígenes, vieron en la mirra una referencia a la muerte de Jesús (Mc. 15:23; Jn. 19:39). De manera que el oro se tributó a Cristo como rey, el incienso como Dios y la mirra como hombre que debía pasar por la oscuridad temporal de la muerte.

No obstante, aquel niño adorado por los paganos y rechazado por su propio pueblo, murió en una cruz romana para resucitar al tercer día y ofrecer así esperanza a la humanidad.

[1] Folch, R. et al., 1996, Biosfera, 4. Deserts, Enciclopèdia Catalana, Barcelona, p. 196.

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