El Profundo Anhelo
Caasizer
21 DE MARZO DE 2012 · 23:00

"¡Cuán preciosas son tus moradas, oh SEÑOR de los ejércitos! Anhela mi alma, y aun desea con ansias los atrios del SEÑOR."
Hace un tiempo leí este versículo del Salmo 84. Aunque es bastante conocido, llamó especialmente mi atención la contundente declaración que viene expresada en los verbos: anhela, y desea con ansias.
Me pregunté seria y honestamente a mí mismo: ¿yo lo anhelo igual? De hecho, ¿qué anhelo?, ¿qué anhelamos en esta vida, y con ansias? Cuando nos levantamos por la mañana, ¿qué nos empuja a vivir? (si es que acaso nos paramos a pensarlo). Por desgracia no siempre podemos decir que nos levantamos con un corazón totalmente entregado al Señor, con una visión de la vida y del mundo como la que Dios tiene, en la verdad. Ya sea por problemas, desesperación, o por las distracciones del mundo, por posesiones corruptibles, etc., solemos encontrarnos con obstáculos y engaños que impiden ver con claridad y anhelar la vida en Cristo.
Nuestro anhelo es lo que marca la forma en que vivimos. Sin embargo, el anhelo es algo que no se ve en la superficie de nuestro pensamiento, sino que más bien reside en lo profundo de nuestro corazón, por lo que se hace complicado controlarlo. Por eso no es algo que podamos decidir simplemente pensando “hoy he decidido anhelar esto, o eso otro…”; incluso podemos ignorar qué es lo que anhelamos profundamente si no nos paramos honestamente de vez en cuando y meditamos con detenimiento, pues nuestro corazón puede ser engañoso, como dice el versículo del libro del profeta Jeremías: “Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?”.
Por eso pienso que la respuesta a todo esto tiene mucho que ver con el mandamiento más importante: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza".
Al fin y al cabo, podemos hacer muchas cosas “para el Señor”, incluso hacer mil milagros. Pero sin el amor que proviene de Dios, lo más seguro es que no tenga ninguna repercusión eterna. Sabemos que Él nos amó primero. Y partiendo del conocimiento del Señor, y meditando en Su obra redentora en la cruz, y en el supremo, inigualable e inabarcable Amor, seremos moldeados por Él desde lo más profundo de nuestro ser. El apóstol Pablo oraba reiterativamente al Padre para que la iglesia creciera en el conocimiento del Señor, a fin de anhelar las cosas eternas, y reflejar a Cristo. Hasta tal punto que expresa: “Y aún más, yo estimo como pérdida todas las cosas en vista del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor, por quien lo he perdido todo, y lo considero como basura a fin de ganar a Cristo…”.
Por tanto tenemos la necesidad de orar rogando con fe a nuestro Dios y Padre, como también el salmista veía necesario hacer de esta manera: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.” Ante la necesidad de conocer nuestro corazón y guiarlo hacia el camino correcto no tenemos más opción que acudir al único que es capaz de hacerlo por medio de su Espíritu que habita en sus hijos. De esa forma, no solo estaremos glorificando a Dios, sino que estaremos caminando en la Verdad y santidad, trayendo como añadidura bendición a nuestro ser.
“El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.”
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Magacin - <em>El Profundo Anhelo</em>