Hombres y mujeres piden sabiduría

Quiero estar junto a ti, aprender de ti, conocerte con claridad, saber lo que te agrada, trabajar y vivir para ti. 

12 DE JULIO DE 2024 · 12:00

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/fotos/grupo-de-personas-agitando-las-manos-_BBYF3fyjrQ#:~:text=Foto%20de-,Jon%20Tyson,-en%20Unsplash">Jon Tyson</a>, Unsplash.link], Unsplash.,
Imagen de Jon Tyson, Unsplash.link], Unsplash.

Un hombre pide sabiduría:

Dios de mis antepasados, Señor misericordioso,

que por tu palabra has hecho todas las cosas,

que con tu sabiduría has formado al hombre

para que domine sobre toda tu creación,

para que gobierne el mundo con santidad y rectitud

y administre justicia con recto corazón:

Dame sabiduría, que reina junto a ti,

y no me excluyas del número de tus hijos,

porque soy tu siervo, hijo de tu sierva,

hombre débil, de breve existencia,

incapaz de entender la justicia y las leyes.

Por perfecto que sea cualquier hombre,

nada vale si le falta la sabiduría que de ti viene.

Tú me has escogido por rey de tu pueblo

y por juez de tus hijos e hijas;

me ordenaste construir un templo en tu santo monte

un altar en la ciudad en donde vives,

semejante a la tienda sagrada

que desde el comienzo preparaste.

Contigo está la sabiduría, que conoce tus obras

y que estaba presente cuando hiciste el mundo;

ella sabe lo que te agrada

y lo que está de acuerdo con tus mandamientos.

Envíala desde tu santo cielo,

mándala desde tu trono glorioso,

para que me acompañe en mi trabajo

y me enseñe lo que te agrada.

Ella, que todo lo conoce y lo comprende,

me guiará con prudencia en todas mis acciones

y me protegerá con su gloria.

Mis obras serán entonces de tu agrado,

gobernaré a tu pueblo con justicia

y seré digno del trono de mi padre.

Porque, ¿qué hombre conoce los planes de Dios?

¿Quién puede imaginar lo que el Señor quiere?

Débil es la inteligencia de los hombres

y falsas muchas veces sus reflexiones;

el cuerpo mortal es un peso para el alma;

estando hecho de barro, oprime la mente,

en la que bullen tantos pensamientos.

Con dificultad imaginamos las cosas de la tierra,

y trabajosamente hallamos lo que está a nuestro alcance.

Pero, ¿quién puede descubrir las cosas celestiales?

Nadie puede conocer tus planes

sino aquel a quien das sabiduría

y sobre quien desde el cielo envías tu santo espíritu.

Gracias a la sabiduría

han podido los hombres seguir el buen camino

y aprender lo que te agrada:

Fueron salvados gracias a ella”.

Tomado del libro de la Sabiduría capítulo 9

Una mujer pide sabiduría

Señor, creador de todo lo que existe, necesito tu ayuda. Hiciste al ser humano para que gobernase y cuidase del mundo de la mejor manera posible, principalmente con justicia, con toda inteligencia, con sumo amor. Nos das talento capaz de hacerlo y te fallamos. Eso hacemos. Por eso acudo a ti en esta hora que me parece tan incierta. Sé que no desamparaste a los que me precedieron y que del mismo modo me cuidas. 

Escucha, Señor, necesito que aumentes mi sabiduría, necesito más de esa sapiencia que posees sin medida. La necesito para ser mejor persona, mejor mujer, mejor hija tuya. Quiero estar junto a ti, aprender de ti, conocerte con claridad, saber lo que te agrada, trabajar y vivir para ti. 

Más sabiduría, sí. La imploro. Mis pensamientos me llevan por caminos equivocados. Mi orgullo me conduce a la perdición. Mis proyectos no son del todo sanos. Colmada estoy de imperfecciones, torpezas y prejuicios. Creo entenderlo todo y me equivoco. De sobra comprendes lo que te digo, lo sé. A la vista están mis innumerables errores, lo incapaz que soy de actuar conforme a tu voluntad. Me diste un propósito y quiero cumplirlo.

Derrama sobre mí una porción de tu conocimiento, la sabiduría que me fortalezca e ilusione. Mándamela desde tu trono para que me acompañe de día y de noche, durante el trabajo y el descanso. De este modo te seré más agradable. Lograré aproximarme a tus deseos. Podré hacer la elección correcta. Sabré con certeza lo que quieres. 

Escucha a esta hija que te habla con sinceridad de corazón. Concédeme esta petición. Mándala con tu Santo Espíritu y reconoceré con claridad el camino que me has trazado. Quiero sentir tu alegría, tu paz, tu beneplácito. Estaré más llena. Seré más libre y más prudente. Seré humildemente inteligente. Con ella aumentará en mí el amor, la valentía y la justicia. Podré despojarme de todo el orgullo que no me sirve y vanamente entretiene mis días. Porque entiendo que un orden de vivir, es la sabiduría (Jaime Gil de Biedma).

 

 

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