...Y que entre la gracia

Medito y pienso si no sería bueno adoptar esa costumbre también para nuestra mente.

05 DE ABRIL DE 2024 · 09:00

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/@vidarnm?utm_content=creditCopyText&utm_medium=referral&utm_source=unsplash">Vidar Nordli-Mathisen</a> en Unsplash.,
Imagen de Vidar Nordli-Mathisen en Unsplash.

Esta mañana, como tantas otras, al hacer el gesto de correr las cortinas, levantar las persianas y abrir las ventanas, me he acordado de mi madre. Ella, cuando hacía lo que acabo de mencionar, tenía la sana costumbre de pronunciar una frase que bien puedo apropiármela: “…y que entre la gracia”, o “que entre la gracia de Dios” si es que quería completarla. Y era cierto que, al abrirlas, el aire que había estado aprisionado durante la noche desaparecía y entraba otro más puro. Las habitaciones se inundaban de sol y eso hacía que la alegría comenzase a ganar terrero con la finalidad de reinar.

Nunca me dijo de quién había heredado ese dicho, si bien ella era inventora nata de gestos, palabras y frases que sólo a su gran ingenio se le podían ocurrir. Porque mi madre cambiaba el nombre a las cosas si lo estimaba oportuno. Hablaba entre dientes de tal manera que todos la entendíamos, menos quien no tenía que enterarse. Y se expresaba a la perfección con la mirada. ¡Nunca he visto hablar a nadie con los ojos  mejor que mi madre!

Pero volviendo a la frase de agradecimiento y confianza en que algo bueno sucede cuando se airean las habitaciones a primera hora del día, medito y pienso si no sería bueno adoptar esa costumbre también para nuestra mente. Abrir las cortinas y las ventanas de nuestro entendimiento nada más despertar. Dejar que se aleje aquello molesto que hizo nido en nuestro interior durante toda la noche. Confiar en que el Señor entrará a raudales y nos oxigenará las neuronas con los rayos de su sol de amor. Oír cómo nos dice: Aquí estoy. Y responder: Lo sé, Señor, que entre tu gracia.

Porque nuestro Padre nos da el don de la gracia a través de Jesús. Con ella recibimos vida, poder para servirle y misericordia para amarle.

El Señor te bendice y te guarda;

el Señor te mira con agrado

y te extiende su amor;

El Señor te muestra su favor

y te concede la paz.

Números 6:24-26

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - ...Y que entre la gracia