De la alegría y la risa, Padre nuestro
A ti, Padre nuestro que en el cielo estás y desde allí nos miras con tanto amor, tanta paciencia y tan desmesurada dulzura, que sonríes ante nuestra insuficiencia con santo humor, sea tu nombre bendito y alabado.
21 DE OCTUBRE DE 2010 · 22:00

El mundo, el nuestro, escaso anda de felicidad, por tanto, a nosotros venga tu exquisita alegría. Que venga concedida sin medida sobre nuestros dolores, como el rocío se reparte por toda la tierra antes de que la mañana gane su lugar en el orbe.
Conocemos que es la generosidad de tus bondadosas manos quien la esparce. Venga, de igual manera, como sabemos que, en el cielo, con ella una y otra vez se regocijan.
Danos hoy la triple porción de risa que necesitamos hasta acabar la jornada y, si despertásemos durante la noche, danos también algunas carcajadas.
Haznos más felices la existencia para que, a la vez, hagamos más felices a los demás en los momentos que sufren. Te lo pedimos, Padre, con urgencia.
Sabemos el peligro que proporciona resbalar en los destructores aceites que segrega la pena, ¡cuánto lastima a quienes caen en ella! ¡Defiende, Dios, de este mal a los que en ti esperan!
¡Qué hermosa es la alegría, Señor!, ¡cuán intenso su sentir!, ¡y cuántos beneficios y equilibrio espiritual nos aporta!
Te pedimos que no tengas en cuenta nuestras tristes tristezas. No mires nuestra necedad, nuestro no saber hacer acopio de tu alegría derramada como óleo sobre nuestras cabezas.
Perdónalas como también nosotros personamos a los que nos miran con rencores, a los que detestan adornarse con la aureola de la risa y ni siquiera por compasión bromean.
De la alegría y la risa, Padre nuestro eres. Del regocijo interior, el Rey. De los males del mundo nos alivias y proteges. No nos expongas a la tentación de caer en el pozo de la seriedad insoportable que nos exige el entorno. De sucumbir a la oscuridad que presenta a nuestro paso. Sí, te hablo de quienes quieren ponérnoslo todo confuso y que, a expensas de ti, intentan emborronarnos las horas.
Bienvenido sea, Señor, el contagio que tu risa trae a nuestra alma.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - De la alegría y la risa, Padre nuestro
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