Un beso al pan

Hace menos de 40 años, a ninguno de aquellos hijos e hijas de la posguerra se nos ocurría tirar alimentos a la basura. Desayunábamos malta migada con pan, no leche con cereales. Comíamos bocadillos con aceite y azúcar, o con aceite y sal, no bocatas. Como mucho, en días de fiesta, nos metían dos tabletas de chocolate que, en verano, se derretían solas, no crema de cacao y mucho menos con avellanas.

15 DE OCTUBRE DE 2009 · 22:00

,
Si se nos quitaba el hambre a mitad de trayecto, nuestra obligación era continuar comiendo. A cada bocado nos recordaban que había muchas criaturas en el mundo que no tenían nada. Así, poco a poco, todo el pan entraba en el estómago. Mitad por una misma, mitad por la miseria del mundo. Con el bocadillo y el hambre no se jugaba. En casos muy extremos, a escondidas, dejábamos el trozo que no nos íbamos a comer en el alfeizar de alguna ventana que estuviera limpio, nunca se tiraba al suelo (digo suelo porque no había papeleras) y, previamente, le dábamos un beso. Aquél ósculo venía a ser tan falso como el que Judas le dio a Jesús antes de entregarlo. Cuando una abandonaba el alimento en la ventana se sentía como si hubiera cometido un sacrilegio. Al día siguiente, si de nuevo pasábamos por el sitio, nuestros ojos miraban por si todavía estaba allí o algún mendigo se lo había llevado. ¡Cuántas veces respiramos hondo al ver que no estaba! Desaparecía la culpa (y a lo peor había sido un gato quien se lo había comido. Pobrecitos los gatos también). Nos sentíamos como si hubiésemos sido perdonados. Pero si al pasar, el mendrugo permanecía en el lugar, el sentimiento de estar condenados nos acompañaba varias jornadas. Nuestros descendientes, la juventud de hoy, no conoce nada de aquella época y si les contamos algo, les hace gracia. Sin embargo, dada la crisis que, cada vez con más fuerza nos empapa, no podemos poner la mano en el fuego porque de aquí a poco, con beso o sin beso, con alfeizar o sin alfeizar limpio, aquel tiempo de no tirar las sobras, bajo promesa de condenación, empiece a volver a nuestras conciencias.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tus ojos abiertos - Un beso al pan