Debate bioético contemporáneo y binomio persona-dignidad: una aproximación desde la fe cristiana (II)

El auténtico valor de los avances científicos siempre deberá estar al servicio de la persona sin atentar ni cuestionar su dignidad intrínseca.

20 DE AGOSTO DE 2017 · 07:30

,

En el artículo anterior, afirmábamos que en las últimas décadas el gran progreso de la biotecnología ha generado nuevos escenarios que plantean numerosos dilemas e interrogantes referentes a la vida y a la muerte, y que cuestionan el significado de ser persona. La posibilidad de manipulación de la naturaleza humana genera un intenso debate acerca de los límites y las consecuencias de este desarrollo científico. Pero caeríamos en una simplificación si creyéramos que el debate sólo se centra en las cuestiones relacionadas con el principio y final de la vida, además, y este es un dato a considerar con mucha atención, también se focaliza en aquellas personas que no pueden ser “útiles” y “capaces” para la sociedad. De este modo, bajo el prisma de la ética utilitarista, se ha extendido la idea de que los enfermos terminales y los discapacitados físicos y/o psíquicos son una carga para la sociedad, ya que no le aportan nada útil y viven una vida sin dignidad.(1)

De lo expuesto se desprende que el significado y el valor que se le atribuye a la persona, se constituye en el tema central de cualquier planteamiento bioético, y su respuesta vendrá determinada por la concepción que se tenga de la persona humana; o, dicho de otro modo, por la fundamentación antropológica que sustenta tal planteamiento bioético. Es por este motivo, que la necesidad de formular una definición de persona humana se deja sentir hoy de manera particularmente aguda, en especial cuando la antropología de tradición judeocristiana es cuestionado y puesta en duda; al respecto afirma Engelhardt:(2)

“Los argumentos tradicionales cristianos ya no son capaces de guiar una reflexión moral ni un análisis sobre la bioética, de modo que argumentos tradicionales como la dignidad humana o la santidad de la vida en realidad apelan a conceptos que deben ser interpretados dentro de contextos diversos que arrastran más a la confusión que a un análisis coherente”.

En la misma línea argumental, Macklin(3), en un editorial en el British Medical Journal, cuestiona como un uso tan vago e impreciso del término dignidad puede incidir en las discusiones bioéticas. De este modo, se introduce en el debate bioético la posibilidad de prescindir de la dignidad como factor constituyente de todo ser humano.

En contra de esta posición reduccionista, el personalismo de carácter cristiano proporciona una estructura argumental para entender al ser humano como un sujeto irrepetible dotado de dignidad y valor por sí mismo.(4) Es por este motivo, que con el término “persona" se alude al carácter único del hombre y la mujer que lo hace radicalmente distinto de todos los seres que le rodean y que le confiere una dignidad y un valor intrínseco. Desde esta premisa, el interés por devolver a la persona su lugar primordial, ha sido un esfuerzo emprendido hace décadas por la filosofía personalista.(5) Por tanto, la idea de dignidad está íntimamente unida con el valor propio de la persona, de lo que se desprende que no puede haber persona sin dignidad ni de dignidad fuera del ámbito de la persona. La dignidad constituye, por consiguiente, un rasgo asociado directamente con el ser de la persona: ser persona es tanto como ser digno, esto es, como ser valioso. De este modo, decir que la persona es digna es decir que es valiosa, que tiene un valor por el mero hecho de ser persona; y este valor se da en toda persona independientemente de su estado físico y/o cognitivo, si posee autonomía o no.

La antropología de raíz cristiana, se fundamenta en la noción veterotestamentaria del hombre, varón y mujer, creados “a imagen de Dios” (cf. Gn 1, 26-28) y llamados a desarrollar su existencia en comunión con Dios mismo y entre sí (Gn 2, 18-25). De tal modo, que al binomio indivisible de dignidad-persona se le une la dimensión de la imago Dei; por tanto, se concluye que todo ser humano es persona digna creada a imagen del Creador.

De esta breve reflexión, se puede concluir que la ciencia y la técnica permiten una vida más digna de las personas aumentando su calidad de vida y disminuyendo el dolor y sufrimiento. Pero cuando la ciencia deviene ideología, tal como Habermas(6) la define, entonces se convierte en un instrumento de dominación y poder que regula y condiciona nuestro entendimiento de la naturaleza, del hombre y la sociedad; y, consecuentemente, nuestro modo de relacionarnos con estos. De ese modo, el auténtico valor de los avances científicos, en cualquiera de sus especialidades, siempre deberá estar al servicio de la persona sin atentar ni cuestionar su dignidad intrínseca. Esta premisa fundamental, según la antropología cristiana, es el eje imprescindible donde debe girar todo progreso científico y tecnológico; de lo contario, se produciría una deshumanización que llevaría a la ciencia en contra de la propia persona que la crea.

 

Notas

1 G. LÓPEZ-CORTACANS, “Yo tampoco se tocar la guitarra: Una respuesta a Peter Singer”, Cuadernos de Bioética, 26 (2015) 173-175.

2 H.T. ENGELHARDT, Los fundamentos de la bioética, Paidós Básica, Barcelona, 1995, 60-88.

3 R. MACKLIN, “Dignity is a useless concept”, British Medical Journal, 327 (2003)1419-1420.

4 A los lectores interesados en profundizar en las aportaciones del personalismo en la comprensión del significado del término persona, les recomiendo de forma especial la obra de J.M. BURGOS, Reconstruir la persona. Ensayos personalistas, Palabra, Madrid, 2009.

5 “La diferencia esencial que Schotsmans establece entre el principismo americano y la bioética europea reside en la interpretación del concepto de persona. Sostiene que en la bioética europea la persona no sólo es vista desde la óptica minimalista de la autonomía, sino también desde la integridad, la dignidad y la vulnerabilidad. El mismo autor señala las corrientes filosófico-antropológicas que sirven de fundamento para establecer los principios éticos básicos relativos a la persona humana. Así menciona con nombres propios a Edmund Husserl por la Fenomenología, a Martin Heidegger, Max Scheler, Henri Bergson, Jean-Paul Sartre, Maurice Merleau-Ponty, Albert Camus y muchos otros existencialistas; a Martin Buber y a E. Levinas por la Filosofía Relacional; la Escuela de Frankfurt por la Ética Comunicativa, todos ellos ligados al Personalismo” (M.L. LUKAC, Fundamentos filosóficos de la bioética contemporánea, Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, Buenos Aires, 2007, 20,21. Cf. P., SCHOTSMANS, “Integration of bio-ethical principles and requirements into European Union statutes, regulation and policies”, Acta Bioethica, 11 (2005): 37-46).

6 J. HABERMAS, Ciencia y técnica como ideología, Tecnos, Madrid, 1986.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Tubo de ensayo - Debate bioético contemporáneo y binomio persona-dignidad: una aproximación desde la fe cristiana (II)