Ecos de Yahvé (II): El hombre que temía a Dios en la tierra de Uz
La vida de Job demuestra que la fe en el Dios verdadero no estaba restringida a un pueblo o una alianza específica, sino que podía florecer en cualquier corazón que respondiera al llamado divino.
14 DE MAYO DE 2025 · 17:45

Mucho tiempo antes de que Israel se convirtiera en una nación, un hombre se alzó como un faro de rectitud en un mundo sumido en la oscuridad espiritual. Su nombre era Job, y su historia, registrada en uno de los libros más antiguos de la Biblia, resuena como un eco de la adoración a Yahvé en tierras lejanas.
Vivía en Uz, una región remota, probablemente situada en la zona de Edom o Arabia, donde las arenas del desierto guardaban secretos de un pasado olvidado. Job no era israelita, no conocía el pacto de Abraham ni la ley de Moisés, y, sin embargo, las Escrituras lo presentan como un hombre que “era íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). ¿Cómo es posible que un hombre, ajeno al pueblo elegido, adorara al Dios verdadero con tal devoción? La vida de Job nos invita a explorar una verdad profunda: la revelación de Yahvé no estaba limitada a Israel, sino que resonaba en los corazones de aquellos que Él soberanamente llamó. En este artículo, segundo de nuestra serie sobre la adoración a Yahvé fuera de Israel, descubriremos cómo Job, un hombre justo en la tierra de Uz, testificó de la universalidad de la fe, desafiándonos a reconsiderar los límites de la gracia divina.
Trasfondo de Job: Un hombre justo en Uz
Para entender la adoración de Job, primero debemos situarlo en su contexto histórico y geográfico. Job vivía en Uz, una región que los estudiosos identifican probablemente con Edom o el norte de Arabia, según referencias como Lamentaciones 4:21, que menciona a Uz en relación con Edom. No era parte de Israel, pues su historia no menciona a los patriarcas, el éxodo, ni la ley mosaica. El libro de Job muestra paralelos con textos sumerios y babilónicos antiguos, como el Poema de Ludlul-bel-nemeqi[1], lo que refuerza su antigüedad. Esto lo coloca en un tiempo anterior a la formación de Israel, posiblemente en la época de los patriarcas. Es curioso que a lo largo del libro, Dios es llamado El Shaddai (Todopoderoso), destacando que Su poder y soberanía abarcan cada aspecto de la vida. Esto coincide directamente con la vida de los patriarcas (Gn. 17:1, 28:3).
Job era un hombre de gran riqueza y prestigio, con una familia numerosa y vastas posesiones (Job 1:2-3). Pero más allá de su prosperidad material, las Escrituras destacan su carácter espiritual: “Era íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). Esta descripción no es casual; el profeta Ezequiel menciona a Job junto a Noé y Daniel como un ejemplo de justicia (Ezequiel 14:14.20), lo que subraya su relación con Yahvé. Su vida, en un contexto no israelita, nos muestra que el temor de Dios y la adoración al Creador podían florecer fuera de las fronteras del pueblo elegido, mostrando así la universalidad de la revelación divina.
Adoración a Yahvé: Una fe pre-Israelita
La adoración de Job a Yahvé es un testimonio claro de que la revelación divina no estaba limitada a Israel. El libro de Job utiliza el nombre Yahvé en varios pasajes clave, como Job 1:21, donde el hombre de Uz declara: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Yahvé dio, y Yahvé quitó; sea el nombre de Yahvé bendito”. Aunque algunas traducciones modernas usan “el Señor”, el texto hebreo original emplea Yahvé, el nombre personal de Dios, lo que indica que Job conocía y adoraba al Dios verdadero. Otro versículo, Job 12:9, también usa Yahvé, confirmando así su relación con el Creador.
Además, Job ofrecía sacrificios por sus hijos, temiendo que hubiesen pecado (Job 1:5), un acto de adoración que anticipa los rituales sacerdotales del pacto mosaico, pero sin estar bajo su ley. Su fe no dependía de una alianza formal, sino de una relación personal con Yahvé, lo que demuestra que Dios se revelaba directamente a individuos fuera de Israel. Esta adoración pre-israelita, fundamentada en el temor de Dios y la rectitud, nos recuerda que Yahvé siempre ha buscado corazones dispuestos a escuchar Su voz, sin importar su origen o contexto cultural.
Sufrimiento y fe: Un testimonio de soberanía divina
La historia de Job es, en gran parte, un relato de sufrimiento y fe inquebrantable. En un giro devastador, Job pierde todo: sus hijos, sus posesiones y su salud (Job 1:13-19, 2:7-8). Sus vacas y asnos son robados, sus ovejas consumidas por fuego del cielo, sus camellos robados por los caldeos, y sus hijos mueren cuando un viento derriba la casa donde estaban. Finalmente, Job es afligido con llagas desde la planta del pie hasta la coronilla, sentado entre cenizas, rascándose con un tiesto (Job 2:8). Este sufrimiento, permitido por Yahvé a instancias de Satanás (Job 1:12), pone a prueba la fe de Job de una manera que pocos han enfrentado.
A pesar de su dolor, Job no maldice a Dios, como Satanás esperaba (Job 1:11). En cambio, declara: “Yahvé dio, y Yahvé quitó; sea el nombre de Yahvé bendito” (Job 1:21). Aunque cuestiona a Dios, clamando “¿Por qué no morí yo en la matriz, o perecí al salir del vientre?” (Job 3:11), su fe no se quiebra. A lo largo de los capítulos, Job dialoga con sus amigos, quienes lo acusan de haber pecado (Job 4:7-8, 8:20), pero él insiste en su inocencia (Job 31:5-6). Finalmente, cuando Yahvé le habla desde un torbellino (Job 38:1), Job reconoce la soberanía divina y se humilla: “Yo te conocía de oídas, pero ahora mis ojos te ven; por eso me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza” (Job 42:5-6). Esta respuesta no solo refleja su fe, sino que también muestra que su relación con Yahvé, aunque fuera de Israel, era profundamente personal y transformadora, un testimonio de que la adoración al Dios verdadero podía existir en cualquier contexto.
La perspectiva de los amigos de Job: Un contexto internacional
Un aspecto fascinante de la historia de Job es la participación de sus amigos, quienes también provienen de regiones fuera de Israel, como Teman, Shuah y Naamah (Job 2:11). Elifaz el temanita, Bildad el suhita y Zofar el naamatita, junto con Eliú, hijo de Baraquel el buzita (Job 32:2), representan un contexto internacional que enriquece nuestra comprensión de la adoración pre-israelita. Teman, asociado con Edom (Génesis 36:11), y Buz, posiblemente en Arabia (Génesis 22:21), indican que estos hombres venían de tierras cercanas a Uz, pero compartían un conocimiento de Yahvé.
Aunque sus discursos teológicos son limitados, a menudo atribuyendo el sufrimiento de Job a un pecado oculto (Job 4:7-8, 11:2-4), su participación en debates sobre la justicia de Dios sugiere que el concepto de Yahvé era conocido más allá de las fronteras de lo que sería Israel. Por ejemplo, Elifaz dice: “¿Quién pereció siendo justo? ¿O dónde fueron los rectos destruidos?” (Job 4:7), mostrando una comprensión de la justicia divina. Este intercambio refuerza la idea de que la adoración a Yahvé no era exclusiva de un pueblo, sino que resonaba en diferentes culturas, preparando el escenario para la revelación universal que culminaría en Cristo.
Implicaciones para la Adoración pre-israelita
La historia de Job tiene profundas implicaciones para nuestra comprensión de la adoración a Yahvé antes de Israel. Su vida demuestra que la fe en el Dios verdadero no estaba restringida a un pueblo o una alianza específica, sino que podía florecer en cualquier corazón que respondiera al llamado divino. Job no necesitaba el tabernáculo ni la ley para conocer a Yahvé. Esto nos recuerda que Yahvé siempre ha sido el Dios de todas las naciones, como lo declara Romanos 1:20: “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo”.
Además, la interacción de Job con sus amigos de diversas regiones sugiere que el conocimiento de Yahvé era compartido en un contexto más amplio, lo que apoya la idea de una revelación universal que se remonta a Noé y sus antepasados.
El origen del conocimiento de Yahvé en Job y sus amigos
La adoración a Yahvé por parte de Job y sus amigos, provenientes de tierras lejanas, plantea la pregunta de cómo conocieron al Dios verdadero en una era pre-israelita. Es probable que su conocimiento de Yahvé proviniera de una combinación de la revelación general y especial de Dios: por un lado, Romanos 1:20 nos recuerda que “las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo”, lo que sugiere que la creación misma testificaba de Yahvé a todas las naciones; por otro, el hecho de que Dios se dirija directamente a Job desde un torbellino (Job 38:1) y corrija a sus amigos (Job 42:7-8) indica una revelación especial, donde Yahvé soberanamente se dio a conocer a ellos, tal como lo hizo con otros patriarcas como Noé. Además, tradiciones orales y escritos de los eventos de Génesis, como la creación y el diluvio, podrían haber sido transmitidas desde los días de Adán y Set, preservando el conocimiento de Yahvé entre las generaciones, lo que permitió a Job y sus amigos adorarlo y debatir sobre Su justicia (Job 4:7, 12:9), aun sin un pacto formal como el de Israel.
Conclusión
La vida de Job nos confronta con una pregunta inquietante: si un hombre de Uz, ajeno al pueblo de Israel, pudo adorar a Yahvé con tal profundidad, ¿qué excusa tenemos nosotros para no buscar a Dios con todo nuestro corazón? Su fe, forjada en el crisol del sufrimiento, nos desafía a reconocer que Yahvé siempre ha sido el Señor de toda la tierra, llamando a las naciones a Su presencia. ¿Estamos listos para explorar cómo otros, desde Melquisedec hasta los incas, también oyeron Su voz antes de que Israel existiera? En los artículos siguientes descubriremos cómo la adoración a Yahvé trasciende fronteras, invitándonos a una fe tan valiente como la de Job.
[1] W.G. Lambert, Babylonian Wisdom Literature (Oxford: Oxford University Press, 1960), 63-91.
El Poema de Ludlul-bel-nemeqi, también conocido como el "Poema del justo sufriente" o "Te alabaré, Señor de la Sabiduría", es una obra literaria de la antigua Mesopotamia, escrita en acadio alrededor del segundo milenio a.C.
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