Pastores contra tiranos
Cristo siempre se mantuvo en la fe y en la confianza de Dios porque era Dios y había asumido esta experiencia desde antes de la creación.
13 DE JULIO DE 2025 · 13:25

El título indica que el pastor fiel va contra los tiranos, y los tiranos más tiranos son los falsos pastores.
El pastor fiel no es nada sin la Palabra fiel. Les pongo unos renglones (y seguramente acabo con tanto poner, pero es que a veces) de explicaciones de esa Palabra fiel. Del libro tan citado aquí.
“Es completamente necesario para perseguir el argumento de Calvino diferenciar el ministerio de la Palabra respecto de la jurisdicción [negritas mías]. El primero, que ante todo se concentra en predicar, incluye también el perdonar los pecados, pues la Palabra trae la fe y solo la fe perdona.
Por tanto, la jurisdicción reformada no tiene nada que ver con el perdón de los pecados. Potestad de las llaves aquí hace referencia al poder de la Palabra, por mucho que el ministerio de predicar lo tengan los hombres, los Apóstoles o los pastores. En todo caso ellos no perdonan.
Además, este perdón no tiene nada que ver con la disciplina. Tiene que ver con la salvación, la gracia y la pertenencia a la Iglesia invisible.” (p. 323)
Ahora del parágrafo 5 del capítulo tercero Cristocentrismo/Espiritucentrismo cito un montón.
“Podemos así entender que la relación del ser humano con Dios solo transforma su conocimiento por Cristo, el Mediador. Como sucedió en el mismo caso de Moisés, `Dios habita en luz inaccesible. Es necesario que Cristo se nos ponga delante y nos muestre el camino’ (III, ii, 1) por el cual el Dios creador se transforma en Padre. Sin Cristo, ‘ni arriba ni abajo, ni en el cielo ni en la tierra vemos señales sino de odio y cólera’ (III, ii, 7). Ese mundo sin Dios es airado y violento…
Aquí, de nuevo nos viene aquella frase que ya comentamos: ‘Jamás aborrecerá nadie el pecado sin amar antes la justicia’, dice Calvino una y otra vez (III, iii, 20)… Con Cristo es diferente. ‘Es menester tener una certidumbre plena e indubitable’ de que Dios está aplacado, pues en el interior del ser humano cada uno siente que Dios ‘le es enemigo y hostil’, como pensaba Lutero (II, xvi, 1). Y esto solo se consigue por la interpretación adecuada de la Pasión de Cristo…
Que Dios haya sido enemigo nuestro ha quedado expiado por la comprensión de lo que significa el sacrificio de Cristo (II, xvi, 1). Sin Él, Dios vuelve a ser el airado del Antiguo Testamento. ‘Fuera de Cristo somos objeto de ira’ (II, xvi, 2).
Que no hablamos realmente de un proceso existencial angustioso, que se trata de algo más inquietante y mítico [no es peyorativo] todavía, lo percibimos cuando nos enteramos de que ese proceso por el que somos aceptos a Dios ya sucedió antes de que fuésemos creados. Dios nos amó con ese amor fundado ya entonces en Cristo (II, XVI, 2), por su perfecta obediencia como Hijo y hombre y porque ‘la pena a la que estábamos obligados nosotros le ha sido impuesta al inocente’ (II, xvi, 7)…
Hay aquí una transferencia de sustitución (II, xvi, 6) que concierne a la función del representante. ‘El acta de los decretos que había contra nosotros, la anuló clavándola en la cruz’ (II, xvi, 6).
Debemos imaginarnos los cargos contra la humanidad entera, en todos y cada uno de los seres humanos, presentados en el libro de la vida del que habla Apocalipsis, y debemos imaginar que la sangre de Cristo, prevista desde el mismo instante de la eternidad, ahora derramada, realmente lava todos esos cargos y deja nuestro nombre sin veredicto…
Por su cumplimiento de la Ley, la cumplimos nosotros como si fuésemos justos. ‘Transfiere a otros el fruto de su santidad’ (II, xvi, 6).
Pero Cristo siempre se mantuvo en la fe y en la confianza de Dios porque era Dios y había asumido esta experiencia desde antes de la creación. Ya entonces, antes de la creación del mundo, algunos estaban destinados a ser sus hijos, porque ya estaba prevista la muerte de Cristo.
Aborrecía al ser humano por lo que iba a hacer, pero lo amaba por ser criatura suya, y sabía que lo volvería a amar porque ya lo veía bajo la forma de Cristo. Por eso, Calvino ha recordado a san Agustín para decir que ‘No hay ejemplo más ilustre de predestinación que el mismo Mediador’ (II, xvi, 1)
En esta predestinación se debe asumir que Cristo contrae un mérito absoluto, humillarse hasta lo más bajo del destino humano y atravesar esa experiencia tenebrosa. Sin ella, la naturaleza no habría sido transfigurada, Dios no habría experimentado y comprendido su obra desde dentro, ni habría conocido lo terrible del destino humano de confusión y desconcierto.
Que todo esto pasara, fue decretado desde la misericordia de Dios por amor al mundo, que no consentía que este permaneciese irredento.”
Y la semana próxima, d.v., hablamos un poco de las mordidas.
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