Reliquias y cunetas
El templo religioso y el palacio del poder civil tienen sus reliquias que los unen. Nosotros tenemos la cruz de la victoria sobre la muerte, y no es una reliquia.
09 DE FEBRERO DE 2025 · 21:00

Hoy ya les traigo documentación sobre el inicio de la guerra e inmediato franquismo en su uso de las reliquias. (Tomo nota de textos del profesor César Rina.)
La cosa se está olvidando tanto que al final va a resultar que Franco nos libró de una guerra civil, la victoria no sería contra la antiespaña sino contra una guerra civil, donde todos eran muy malos y se mataban unos a otros con la misma responsabilidad moral.
Franco, que vino de fuera sin tener nada que ver, acabó con todo eso. Luego la aplastante victoria que aplastó con leyes y crímenes décadas de nuestra historia, sería solo la acción protectora del salvador para aplastar todo respirar de lo que supuso aquella antiespaña que “produjo” la guerra civil.
El libro de Proverbios avisa de no meterse en pleito ajeno, pero también de procurar impedir y no dejar al ladrón que robe. De una cosa te tienes que salir, pero en la otra te tienes que meter.
Lo que venía del siglo XIX y que se consolida en el franquismo es lo mismo que vino en el XVI. La España de la contrarreforma es la España de la contrarrevolución, que la considera fruto de aquélla. De ahí sale la guerra civil, el movimiento armado para eliminar al gobierno republicano.
Con todos los matices que se quieran, yo lo veo así, y es un espacio óptimo para ver lo que está pasando hoy en el mundo. Una contrarreforma mundial.
Así que pasamos en nuestra conversación a mirar un poco en el uso de las reliquias por parte del franquismo, durante la guerra, y luego durante la victoria aplastadora.
Reconociendo, porque es algo reconocido, que en los primeros momentos fue un uso, junto con otros símbolos religiosos, como la semana santa, vinculado al modelo fascista. Las imágenes se usaron para crear un imaginario fascista.
A partir de 1945, las imágenes se mantienen para mantener al régimen de la victoria, pero sin las formas fascistas. (Se prohibió, por ejemplo, saludar a las procesiones con el brazo en alto. En el espacio “civil” era otra cosa.)
Tras la quiebra del eje, el brazo en alto se quebró, pero quedó la mano de santa Teresa, como metáfora de todo un mundo religioso de los vencedores sobre la antiespaña. Después de esa fecha se borra el fascismo y el nacionalismo anejo, y el franquismo aparece como un régimen tradicional católico. (Que, con sus reliquias, dura como ellas, son lo mismo.)
El franquismo había recuperado la gloria pasada y la trajo al presente. Con otros nombres, hoy sigue el discurso y el proyecto. La Reforma protestante, con su acción de libertad social, sigue siendo el enemigo a destruir.
Y ya les pongo (las negritas son mías).
“Las reliquias tuvieron un papel determinante en la construcción de la legitimidad franquista y en la articulación de su narrativa historicista.
Debido a su doble significación -son restos de santos o artefactos que han estado en contacto con ellos o con Cristo y la Virgen, pero también ‘vestigios de cosas pasadas’ o ‘cosas antiguas’ que han llegado hasta el presente- fueron movilizadas de diferentes formas y en diferentes contextos sociopolíticos como continentes de pasado y de tradición que refrendaban el proyecto nacionalcatólico y el poder carismático y sobrenatural de Franco.
La dictadura se asentó sobre una escatología restauradora, en la que lo novedoso era la recuperación de la senda imperial y tradicional de la nación. Las reliquias permitían realizar un viaje simbólico al pasado, pues además de su halo de sacralidad y sus poderes taumatúrgicos, eran los vestigios de un tiempo dorado que se perdió, pero al que se podía volver valiéndose de los restos que habían perdurado de una época de plenitud nacional…
Cuando se inició la sublevación militar en julio de 1936. la movilización de las reliquias era un recurso conocido por las culturas políticas contemporáneas, aunque adquirieron nuevas funciones en el contexto bélico, como la de refrendar el plebiscito sagrado entre la Ciudad de Dios y la ciudad de los hombres.
La dimensión de cruzada se materializó en restos sagrados que aparecían providencialmente para manifestar su apoyo a las tropas sublevadas, y que eran celebrados en rituales de sacralización y purificación valiéndose de la dimensión sobrenatural, taumatúrgica, identitaria y política de la reliquia, imagen o símbolo religioso.
La guerra abrió un tiempo propicio para los milagros, las apariciones y todo tipo de hechos sobrenaturales que demostraban la intercesión divina por uno de los dos bandos: balas desviadas por un ‘detente’ del Sagrado Corazón; bombas que no explotan en el Pilar de Zaragoza; mantos de vírgenes que protegen a modo de escudo antiaéreo las ciudades; la mano incorrupta de Santa Teresa que orienta las decisiones de Franco; la patrona de Ceuta, que posibilita el desembarco de las tropas africanas en la Península; el cuerpo de Santiago, que se le escucha cabalgar junto a las tropas de la ‘nueva reconquista’; y diversas apariciones marianas con mensajes politizados…
Más allá de la verosimilitud de estos relatos, nuestro interés radica en evaluar en qué medida lo milagroso fue interpretado, experimentado y divulgado. La incidencia en la prensa, en los discursos institucionales y las puestas en escena del régimen invitan a pensar que fueron recursos importantes en la construcción de la legitimidad franquista…
Los muñones y cicatrices adquirieron una dimensión de ‘reliquias sagradas’ dignas de veneración patriótica, como ocurrió también con las ruinas de lugares emblemáticos de la memoria de la guerra convertidos en referencia de la propaganda e integrados rápidamente en circuitos de turistificación de la guerra a través de la pedagogía del terror…
El culto a las reliquias reforzaba la teodicea franquista y justificaba la entrega de la vida por la patria, sacralizando a los fallecidos como mártires y caídos según su encuadre ideológico. Así el traslado del cuerpo de José Antonio desde Alicante hasta El Escorial visibilizó la trascendencia que podía adquirir la muerte, la posibilidad de alcanzar la ‘santidad civil’ y la garantía de recibir honores y entrar a formar parte del panteón nacional…
Los ataques que sufrieron algunas reliquias durante las jornadas anticlericales que se produjeron durante la II República y, especialmente, los días que siguieron al 18 de julio, fueron presentados por el episcopado español como muestra de la barbarie del enemigo y la justificación ‘en defensa propia’ del plebiscito armado religioso… El rescate o aparición de reliquias -explicadas siempre en términos providenciales- reforzó la legitimidad sacro-popular del nuevo Estado y de sus lideres…
A finales de abril de 1939 Franco festejó la victoria en las capitales andaluzas como anticipo de las grandes celebraciones del 18 y 19 de mayo en Madrid.
El día 20 de abril llegó a Granada… y fue recibido en acción de gracias [el ABC] como el ‘hombre de la providencia señalado por Dios para salvar la Patria’, ‘único e indiscutible…, expresión de la voluntad nacional… depositario de la Victoria, el que habla en nombre de los Caídos y en nombre de las generaciones futuras de la Patria’.
El momento cumbre de los festejos se produjo en la Capilla Real de Granada, en la que se encuentran los cadáveres de los Reyes Católicos y de su hija Juana y de su marido Felipe. Para que Franco recibiera el hálito sagrado de los ‘hacedores de la España imperial’, se abrieron los sarcófagos de Isabel y Fernando…
[En nota del autor, citando dos fuentes.] La capilla es uno de los relicarios más grandes de la cristiandad, incluso en las peticiones para canonizar a los Reyes Católicos se ha esgrimido la santidad de sus huesos al encontrarse impregnados de la sacralidad que emana de tal acumulación de reliquias.
Entre las reliquias destacan: sangre de Cristo, Lignun Crucis, un clavo, once espinas, trozo de la esponja, del pesebre, de la sábana santa, de la columna de los azotes, de la mesa en que cenó, del pan de la última cena, de la piedra del Santo Sepulcro, uno de los treinta dineros, etc.
De la Virgen cuentan con leche de sus pechos, cabello, tierra que tocó el ángel de la Visitación, piedra en la que descansó en Egipto, etc. De Santos: brazo derecho de San Juan Bautista, camisa de uno de los Niños Inocentes, una saeta de San Sebastián, piedra de San Esteban, trozo de la cruz del Buen Ladrón, vara de Aarón, trozo de la puerta áurea del Templo de Salomón, pelo de María Magdalena y restos óseos de decenas de profetas, santos y apóstoles…
Las celebraciones de la victoria en Madrid tuvieron dos jornadas marcadas por sus significados y apelaciones a distintas fuentes de poder… El segundo día, celebrado en la iglesia de Santa Bárbara, supuso el rito de consagración carismática de su legitimidad y la sacralización de su mandato ‘por el auxilio divino, sin el cual hubiera sido imposible nuestro triunfo’.
Se trató de una ritualizacion de acción de gracias recíproca, en la que la Iglesia agradeció la victoria de Franco otorgándole legitimidad sagrada, al mismo tiempo que éste se postró ante el cardenal Primado reconociendo la intervención divina en la Victoria y que la fuente última de derecho procedía de Dios.
(La preeminencia católica y tradicional de este rito facilitó la desfascistización de la teoría del poder del franquismo a partir de 1945 y la reelaboración en clave de restauración de la teoría del Caudillaje de autores…)
Franco venía a restaurar el sentido nacionalcatólico esencial de la historia patria: ‘hasta el punto de no saber ya hoy si España es Franco, o si Franco es España’ [del ABC].
Al acto de la iglesia de Santa Bárbara acudieron las principales autoridades militares, políticas y religiosas del país y se celebró en un escenario de liturgia regia nostálgica de las glorias del pasado nacional. Franco fue exaltado como ‘Caudillo’, en términos providenciales pero también históricos, y presentado como el vencedor de la nueva reconquista.
La organización del acto corrió a cargo del ministro falangista Serrano Suñer. Pese a ello, estuvo protagonizado por elementos religiosos y arcaizantes, asemejándose a una nueva coronación medieval o al ritual celebrado con motivo de la reconquista de Toledo por Alfonso VI, por quien Franco sentía especial admiración, hasta el punto de considerarse continuador de su obra.
Para sacralizar y empapar con un aura de reconquista e imperio el rito de ‘coronación’ del ‘Caudillo’, se trajeron numerosas reliquias historicistas que representaban la memoria de las principales gestas del relato nacional.
Franco depositó la ‘Espada de la Victoria’, regalo de las provincias que se sublevaron el 18 de julio, a los pies del Cristo de Lepanto -traído ex profeso de la catedral de Barcelona...-, colocado junto a la Virgen de Atocha que vestía un manto regalado por Isabel II.
Al templo se habían traído reliquias religiosas e históricas, artefactos representativos de las epopeyas nacionales que sancionaron el carácter tradicional del Nuevo Estado: El Arca Santa de Oviedo, el pendón de San Isidoro de León, la senyera del rey Don Jaime, reliquias de Pelayo y de la Reconquista, las cadenas de las Navas de Tolosa, la lámpara votiva de El Gran Capitán o la linterna del barco capitaneado por Juan de Austria en Lepanto.
Todos estos objetos estaban impregnados del espíritu de cruzada y de la épica patriótica de reconquista y de Imperio que había inspirado la sublevación, la Victoria y el Nuevo Estado. La espada retrotraía al medievo y reforzaba la simbología que presentaba a Franco como vicario de Dios, protegido por la providencia, garante del orden, de la paz y la prosperidad, que ostentaba el poder por la ‘Gracia de Dios’.
Virgen de Covadonga fue trasladada al acto para que saliera en un multitudinaria procesión en acción de gracias.
La ‘Cruzada’ había tenido los ingredientes de la reconquista medieval, ‘pues ahora como entonces se lucha por la fe de Cristo y por la liberación de los pueblos’ [del arzobispado de Santiago]… Franco tenía potestas regia y unción religiosa…
En el acto de devolución [del Santo Rostro, a Jaén], Franco recordó que la pérdida de la reliquia fue ‘el castigo que Dios impone a una vida torcida… Nosotros vimos cómo se desvió la historia de España…’ El dictador criticó la ‘indiferencia’ de los jienenses que habían permitido el sacrilegio [de que se la llevasen los rojos] y, en general, la ‘frivolidad’ de la vida española. ‘Hay que hacer renacer la fe para que no vuelva a repetirse este sonrojo’. Dios habría dado una nueva oportunidad a España con el rescate del Santo Rostro. Eran necesarios ‘hombres con más coraje y mujeres con menos carmines’”.
Y ya no les pongo más. Que más hay, y mucho. Si se quiere leer. Ya ven que los que hoy dicen lo que dicen, dicen lo mismo que los de ayer. Franco y sus generales podrán estar bajo palio, bajo lápida, dentro o fuera de sus sepulcros, pero el espíritu de impiedad que los levantó sigue volando. La Palabra de la boca del Redentor lo aniquila. Ya llega.
Mientras tanto, no se debería olvidar que donde hay reliquias como fundamento, siempre habrá un “otro” que las convierte en reliquias, y a ese “otro” no le queda sitio sino en las fosas comunes, cunetas o paredes de cementerio. Siempre es así. Mira, si no, el nuevo orden mundial.
Nuestro Redentor, si no fuese porque su sepultura estaba dispuesta, hubiera sido uno de la fosa común. Del estiércol impuro. El templo religioso y el palacio del poder civil tienen sus reliquias que los unen. Nosotros tenemos la cruz de la victoria sobre la muerte, y no es una reliquia.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Reforma2 - Reliquias y cunetas