Pastores evangélicos sin pensión de jubilación

Hasta la muerte, no es sólo un lema, es la vida. Somos unos privilegiados. Con pensión o sin ella, siempre saciados de grosura, siempre con mesa abundante.

07 DE ABRIL DE 2024 · 19:00

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/s/fotos/elderly#:~:text=Foto%20de-,David%20Sinclair,-en%20Unsplash">David Sinclair</a>, Unsplash.,
Imagen de David Sinclair, Unsplash.

Unas notas de la ley, son de Levítico, pero hay en otros libros cosas parecidas. “Cada uno temerá a su padre y a su madre… Y no rebuscarás tu viña ni recogerás el fruto caído de tu viña; para el pobre y para el extranjero lo dejarás… No hurtaréis, y no engañaréis ni mentiréis el uno al otro… No oprimirás a tu prójimo, ni le robarás. No retendrás el salario del jornalero en tu casa hasta la mañana… No harás injusticia en el juicio, ni favoreciendo al pobre ni complaciendo al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo. No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo… No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo… Delante de las canas te levantarás, y honrarás el rostro del anciano, y de tu Dios tendrás temor… Cuando el extranjero morare con vosotros en vuestra tierra, no le oprimiréis. Como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amarás como a ti mismo.” 

Estas leyes siempre llevan consigo la ordenanza de “no hacer injusticia en juicio, en medida de tierra, en peso ni en otra medida. Balanzas justas, pesas justas y medidas justas tendréis”. A esto nuestro Calvino lo llamará el modelo de equidad necesario para el bien de una sociedad, aunque no estemos ahora en los límites de Israel ni con su código legal. (Esta equidad comunitaria debía sostenerse también para defensa de la misma ante sus destructores. “Cualquier varón de los hijos de Israel, o de los extranjeros que moran en Israel, que ofreciere alguno de sus hijos a Moloc, de seguro morirá, el pueblo de la tierra lo apedreará.”)

Que esto tiene algo que ver con el título de nuestra conversación, ahora lo vemos. Hay que poner algunos apartados. Lo primero es que este asunto de la existencia de pastores aquí en España (quedan pocos) que no pudieron cotizar y por eso no acceden a pensión ordinaria (la no contributiva siempre está ahí), se ha presentado como algo que ha puesto a las familias (o a la iglesia local de la que fueron pastores) en la necesidad de atenderlos. Pero es que yo veo que esto no es malo. Es muy correcto. No estaría de más que los que sacan pecho sobre que sus hijos no son del Estado, cuando van al colegio, echen la misma moralina a los abuelitos que, se supone, tampoco son del Estado. (Otros pensarán que el Estado debe atender a todos.) 

No nos salgamos de este punto crucial: la familia es la esfera esencial para el vivir, y ser cuidados cuando lo necesiten, de los padres. Si podemos acudir a ayudas de cualquier tipo, vale; pero como ayudas. Si alguno enseña otra cosa, traerá multitud de males. Esto vale igual para otros miembros de la familia, que pueden tener necesidades especiales aunque sean de corta o mediana edad.

Recordemos que en la palabra del Antiguo Testamento (en el Nuevo es algo parecido), el término que se usa para “familia” es casa del padre. (Recuerden lo que dijo Cristo al respecto de prepararnos lugar.) Tampoco está de más tener en cuenta que en esa casa, con la metáfora de la mesa, es donde tenemos la comunión. Los hijos salen de esa mesa: por muerte, por expulsión que ejerce el padre en comunión con todos los componentes de la casa (se es cortado del pueblo), o por casamiento, cuando se forma otra mesa. En ese modelo, aunque esté hoy de curso común, no existe la emancipación de personas aisladas.

Otro punto. Es evidente que si alguien en, por ejemplo algún lugar de Latinoamérica, u otros sitios, lee el título de nuestra conversación, pensará que eso es lo normal. En multitud de sitios no hay pensión de jubilación para nadie, o es muy escasa. Nosotros no nos podemos quejar. En el peor de los casos, tenemos a nuestro alcance medicinas, médicos, hospitales, y siempre algo para comer. Somos unos privilegiados.

(No podía dejar de recordar en este contexto la excelente labor de dos santas mujeres, cuidando de la obra de su Señor, atendiendo a su cuerpo: la Iglesia; procurando dejar dineros para los pastores de su entorno, no tanto para ellos, que también, sino para sus viudas e hijos, pues lo normal es que esos pastores murieran jóvenes; es que los mataban. Eran la reina Juana de Albret y su concuñada Leonor de Roye.)

Pensando, pensando, me acuerdo de las penurias de nuestro Casiodoro, de la vida, siempre en precario, de Cipriano de Valera, y tantos y tantas. Y nunca dejaron de servir. Nunca se jubilaron. Hasta la muerte, no es sólo un lema, es la vida. Somos unos privilegiados. Con pensión o sin ella, siempre saciados de grosura, siempre con mesa abundante. (Que el Estado da, que dé; que no da, que no dé, iba a poner “le”.)

Seguro que habrá casos y casos. Y todos respetables. Pero si a alguien hay que reprochar que esos pastores no disfruten de una pensión, no es al Estado, sino a sus iglesias. Siempre ha habido maneras de proporcionar ayudas. Recuerdo a una iglesia en España que en sus cuentas siempre estaba una partida para atender a sus pastores necesitados. Muy bien hecho. Si luego hay otras opciones sociales, vale, pero lo de uno es de uno.

En el pasado, hoy ya es de otra manera, en las iglesias evangélicas había lo que había, y este tema era muy sintomático. Si alguien estaba de pastor a “todo tiempo”, eso se veía como algo que no convenía sacarlo a la superficie. Te decían que entonces “no trabajabas”, como los curas. Incluso algunas de ellas, asambleas, tenían a gala no tener pastores en ese sentido.

Otro punto. Cuando se argumente sobre esta situación (que considero penosa, pero no para tanto), sería bueno asumir lo que es un pastor. Si lo primero que se muestra es que alguien hizo un gran bien social, y que realmente hacía cosas que el Estado debería recompensar, yo ahí no entro. Un pastor es el que tiene que predicar la cruz del Redentor, que es escándalo para unos y tropezadero para otros. Eso, y lo demás, como vengan las circunstancias.

Esto se lo cuenta (¡si yo les contara!) alguien que siempre ha vivido por libre. Y que a sus setenta no cobra pensión. Muy agradecido por las libertades y bienes sociales en los que ahora vivimos. 

La semana que viene, d. v., estaremos en alguna actividad sobre nuestra Reforma en Extremadura. Ya les cuento algo.

 

 

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