Predicar como Jesús predicaba, no como Pablo escribía
Es casi pecaminoso transformar el mensaje más increíble del mundo en algo aburrido, soporífero, carente de chispa, fuego, convertir la sencillez del Evangelio en algo intragable, lo profundo del mensaje en confusión y la “locura” del evangelio en algo domesticado.
13 DE OCTUBRE DE 2024 · 20:00
El apóstol Pablo ha definido gran parte del pensamiento occidental. Y ha sido el autor más influyente, después de Jesús, en el mundo protestante. No es de extrañar, que la forma en la que predicamos siga, muchas veces, ciertos patrones estructurales de sus cartas.
El problema de seguir estos patrones paulinos a la hora de predicar es que ni siquiera Pablo predicaba como escribía. En realidad, nadie habla como escribe.
Sus cartas son increíblemente elocuentes, con líneas de pensamiento casi interminables y ramificaciones teológicas en cada frase con una riqueza y profundidad propia de un genio literalmente Inspirado. Pero Pablo no predicaba así:
…ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder… (1 Corintios 2:4)
Sin embargo, tenemos la tendencia de elaborar predicaciones más propia de un texto escrito que de uno hablado. Lo que a veces convierte nuestro sermones en duros mendrugos difíciles de digerir. Con la noble intención de ser fieles a las Escrituras nos hacemos infieles al estilo dialéctico de los mismos autores bíblicos. El contexto de Jesús no es el mismo que el nuestro, pero las personas no hemos cambiado demasiado.
Deberíamos predicar más como Jesús predicaba, que como Pablo escribía. ¿Y cómo predicaba Jesús? Tengo cinco principios (no exhaustivos).
1. Cuando Jesús hablaba subía la temperatura de los corazones
Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras? (Lucas 24:32)
Jesús hablaba de las escrituras y el corazón de los hombres ardía. Hasta que no te arda el corazón con el mensaje que quieres transmitir no vale la pena transmitirlo.
Las formas literarias de la Biblia hacen que la lectura de la Palabra nos pueda parecer a veces aburrida, seca, confusa, sosa… pero nada más lejos de la verdad.
Cuando, como predicadores, nos enamoramos de la palabra escrita por la PALABRA viva, hace que el corazón nos queme cuando entendemos mejor su palabra.
Cuando estudiamos el contexto, leemos y releemos, buscamos su significado original, la opinión de los comentaristas, la exposición de otros predicadores, oramos y pedimos a Dios sabiduría para aplicarlo… El Señor nos concede entender verdades de su Palabra que Dios usa para transformarnos como personas y hace que nosqueme el corazón. Cuando empleamos el tiempo y el trabajo suficiente en el texto, Dios siempre nos concede chispas que avivan nuestro corazón.
Es entonces cuando podemos transmitir algo que valga la pena.1 Es el momento de transmitir el fuego que acabamos de encontrar porque a nosotros mismos ya nos ha cambiado la forma de pensar y de ver a Dios y a los demás.
Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. (Hebreos 4.12)
Hasta que no hayamos encontrado este fuego en Su Palabra no vale la pena que transmitamos nada. ¿Cómo pasaba el fuego Jesús?
2. Cuando Jesús comenzaba a predicar enganchaba a todos
Jesús les dice, bienaventurados los pobres, los que lloran, los mansos…
Según Keller,2 los bienaventurados eran los exitosos, los héroes de la fe que habían conseguido grandes cosas, los reyes de antaño como David y Salomón que Dios había bendecido con paz y prosperidad.
Jesús les dice entonces: ¡exitosos los pobres, los que lloran, los mansos…! Jesús está descolocando a todos. Está creando un conflicto en sus mentes, los está incomodando, sorprendiendo, “descuadrando” sus expectativas y conocimientos.
Y esta forma de descolocar a la personas, captaría inmediatamente la atención, no dejaría a nadie despistado, crearía un desequilibrio en sus mentes que los haría engancharse al discurso de Jesús para poder encontrar de nuevo el equilibrio.
Y esta forma de captar la atención y enganchar a las personas a su mensaje se repite constantemente en los evangelios. A la mujer samaritana la descoloca pidiéndole agua siendo mujer y samaritana. Otras veces les hacía una pregunta que tenían que resolver (Lucas 5:22-26, Lucas 6:9,46), o les decía cosas “anti-intuitivas” (Lucas 6:27;Amad a vuestros enemigos) o les contaba historias cautivadoras (Lucas 7:41)…
En resumen, Jesús explicaba su mensaje cuando tenía la “audiencia” completamente fijada en él, descolocada, incómoda, sorprendida, emplazada a resolver una cuestión o incluso enfadada.
Su mensaje no se iba a perder por aburrimiento, despiste o falta de interés. Podías quererlo matar, pero no veo a nadie yendo a escuchar a Jesús y diciendo que no conectó con el pueblo. Debemos enganchar a nuestra audiencia para poder transmitir el fuego y que se propague.
3. Cuando Jesús predicaba llevaba a la multitud de lo mundano a lo divino
Jesús introducía muchas de sus conversaciones con algo cotidiano y después lo llevaba al plano espiritual. Usaba ilustraciones conocidas en su contexto rural. Por ejemplo, a la mujer samaritana le pide de beber (Juan 4:7), para después llevarla a hablarle del agua viva. A los principales sacerdotes los exhorta preguntándoles un supuesto dilema moral para después condenar su incredulidad (Mateo 21:28). A los discípulos les hablaba de cosas cotidianas en las parábolas para luego conectarlas con una realidad espiritual.
Es decir, mantenía la atención con algo que las personas conocían y con las que se identificaban para después subir el tono y llevarlos al mensaje espiritual que quería que entendiera.
Nuestras predicaciones deben estar llenas de ilustraciones, historias y ejemplos con los que las personas puedan identificarse y ser no solo informadas sino transformadas.
4. Cuando Jesús predicaba era tremendamente creativo
Jesus, unas veces predicaba largos sermones, otras parece soltar solo unas frases. Unas veces utiliza alegorías cotidianas, otras nos abre el cielo de par en par contándonos cómo calló satanás. Recrimina un bofetón mientras lo condenan pero deja que lo claven en la cruz. A veces curaba tocando, otras a distancia. Unas veces oraba en el templo, otras echaba a los comerciantes a latigazos. Unas veces alimentaba a la multitud, otras les recriminaba seguirlo por pan. Una vez curó en público a una mujer con flujo de sangre y poco después le dice a dos “ex-ciegos” que no se lo contaran a nadie…
CS Lewis lo resumía así en boca de Aslan (Príncipe Caspian): “Nada pasa dos veces de la misma manera”.
La creatividad divina es infinita, nosotros debemos predicar con creatividad. La rutina también tiene su belleza divina pero sorprender en la forma en la que presentamos Su mensaje tiene gran importancia para ayudar a recordar y absorber el mensaje.
La creatividad evita que se aburran y desconecten porque saben ya qué viene después y ayuda a descubrir la belleza de lo inusual del evangelio.
5. Cuando Jesús predicaba llegaba a la necesidad de cada corazón
Jesus aplicaba diferentes aspectos de lo que significaba su salvación según la situación y la necesidad de la audiencia. Por ejemplo, cuando hablaba con los fariseos que se auto-justificaban les contaba la parábola del fariseo y el publicano (Lucas 18:9-14), en la que la justificación es un regalo inmerecido de Dios por el simple arrepentimiento sincero. Esto es justificación por fe.
Y al fariseo Nicodemo, sin ni siquiera preguntarle nada, le dice que no necesita una mejora sino una transformación total, un nuevo nacimiento (Juan 3)
Si hablaba con sus discípulos antes de partir, les decía que se tenía que ir y les aseguraba que recibirían un consolador, que estaría con ellos y en ellos (Juan 14-17). Les hablaba de su unión con Él a través del Espíritu.
Si hablaba a un delincuente en la cruz, torturado y moribundo, le hablaba del paraíso, de que solo por pedirlo en su humillación sería trasladado al cielo (Lucas 23). Le habló de glorificación.
Es decir, a cada uno le hablaba de la parte de su misión que más aplicaba a ellos. El evangelio es como un diamante con muchas caras: es perdón, reconciliación, restauración, transformación, justicia, adopción, victoria sobre la muerte, resurrección, glorificación… Podemos explicarlo en todos nuestros sermones desde una cara diferente según nos guíe el Espíritu Santo con herramientas diferentes para resaltar las verdades inmutables.
Conclusión
Hay muchas otras características relacionadas con la forma en que Jesús comunicaba su mensaje: practicaba lo que predicaba, hablaba con autoridad, usaba el Antiguo Testamento de forma exquisita, presentaba un bufé en el que había comida para niños y mayores, doctos e
ignorantes. Hacía lo complicado sencillo y lo sencillo tremendamente profundo. Y lo más increíble es que tenía palabras de vida eterna.
El Espíritu Santo es el que resucita muertos espirituales, transforma, santifica, glorifica… Y le ha placido usar nuestra predicación para llevarlo acabo.
Es casi pecaminoso transformar el mensaje más increíble del mundo en algo aburrido, soporífero, carente de chispa, fuego, convertir la sencillez del Evangelio en algo intragable, lo profundo del mensaje en confusión y la “locura” del evangelio en algo domesticado.
Aconteció en Iconio que entraron juntos en la sinagoga de los judíos, y hablaron de tal manera que creyó una gran multitud de judíos, y asimismo de griegos. (Hechos 14:1)
Oremos para que Dios nos de esa manera de hablar que Él usa para que muchas personas crean.
Notas
2 Keller, Timothy. 2016. Counter-Culture for the Common Good. New York: Redeemer Presbyterian Church Podcasts.
Por un año más
Puedes encontrar más información en apoya.protestantedigital.com.
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