Samuel oye voces

Y Samuel no discernía la procedencia de aquella voz.

09 DE NOVIEMBRE DE 2012 · 23:00

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En los tiempos de los jueces de Israel, Dios se comunicaba muy pocas veces con la gente y no le daba a nadie mensajes ni visiones. Por su parte, el joven Samuel que llegaría a ser el último juez, servía a Dios bajo la dirección del sacerdote Elí que ya casi estaba ciego. Una noche, poco antes de que se apagara la lámpara del santuario, Dios llamó a Samuel por su nombre. Elí y Samuel ya estaban acostados, cada uno en su habitación. Samuel dormía en el santuario, que es donde estaba el cofre del pacto de Dios. -¡Samuel, Samuel! –dijo Dios. Samuel fue corriendo al cuarto de Elí y le dijo: -Aquí estoy. ¿En qué puedo servirle? Elí le respondió: -Yo no te llamé. Anda, vuelve a acostarte. Samuel fue y se acostó, pero Dios volvió a llamarlo: “¡Samuel, Samuel!” Él se levantó y fue de nuevo a donde estaba Elí. -Aquí estoy –le dijo. ¿En qué puedo servirle? Elí le respondió: -Hijo mío, yo no te he llamado, ¿es que vuelves a oír voces? ¿Te has tomado la pastilla de la tarde? Parece que me vas a dar la noche; vuelve y acuéstate. Y Samuel no discernía la procedencia de aquella voz. Por tercera vez Dios lo llamó: “Samuel, Samuel!” Samuel se levantó, fue a donde estaba Elí y le dijo: -Aquí estoy. ¿En qué puedo servirle? Y Elí dijo a Samuel: -Que no soy yo Samuel, son las vocecitas de tu cabeza. Anda, vístete que vamos a urgencias de Psiquiatría a que el médico te aumente la dosis, te has vuelto a descompensar. Cógete el pijama por si te ingresan. En quince días volverás a estar bien, ya verás. ¡Qué tranquila se quedó tu madre dejándote a mi cuidado!

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