¡Arréglate Laia!

Aquella mañana de domingo Laia no fue acompañada a la iglesia. Su novio estaba en Alemania por motivos laborales. Quizá por esa causa estuvo más receptiva que en otras ocasiones y no perdió detalle del sermón. El pastor disertó sobre los diez mandamientos.

21 DE MARZO DE 2008 · 23:00

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De vuelta a casa e imbuida de cierta melancolía, se preguntaba qué razones le llevaron a Dios a darnos aquellas ordenanzas del Sinaí. —Claro, manda porque es Dios, y porque es Dios puede mandar lo que quiera —se decía—. Incluso quiso ver cierta torpeza en el primer mandamiento. Cuando se enamoró de Alex, lo último que se le hubiera ocurrido es decirle: “¡Alex, te ordeno que me ames!” ¿Qué pretende Dios con sus leyes? Ya instalada en casa fue corriendo a abrir el Messenger para conectarse con Alex. No tardó en transmitirle lo mucho que le encontraba a faltar. Alex hizo lo propio —Laia, quiero que ahora mismo te pongas la falda roja y la blusa estampada. —¿Qué dices? ¿Para qué? —Quiero imaginarte arreglada tal como me gustaría verte —dijo Alex— no te olvides los pendientes y el collar del corazón rojo. —No pienso salir de casa, pero te seguiré el juego. —Arréglate el pelo y ponte la diadema. ¡Ah, y los zapatos de charol! Si no es en la juventud estas cosas no se hacen, así que Laia obedeció las instrucciones de Alex. —Vale, ya estoy. ¿Y ahora qué? Alex no contestó, se cortó la comunicación. Si no fuera por el run-run del frigorífico Laia habría escuchado un sonido procedente de la escalera, como de un ordenador al apagarse. Pintada, peinada, perfumada y bien guapa, quedó con los ojos fijos en la pantalla un poco confusa. ¿Y ahora qué…? Ding-dong —sonó el timbre— Cuál fue su sorpresa al ver a Alex en la puerta, tan arreglado como ella, dispuesto a pasar juntos aquella tarde. Había vuelto de Alemania antes de lo previsto. Hacía tiempo que no lo pasaban tan bien. Paseo por la Rambla, una película que les hizo reír, una cena y al final la reflexión de Laia. —Alex, la experiencia de hoy me ha ayudado a entender algo de lo que te estaba contando por Messenger. —Dime. —¿Hubieras pedido que me arreglase si realmente no nos íbamos a ver? ¿Verdad que no? —Creo que no. —Y Dios ¿Se habría molestado en darnos tantas ordenanzas si desde el principio no tuviera el propósito de encontrarse con nosotros de algún modo? —Pues no lo había pensado —contestó Alex—. —Visto así ya no me importa ser como Él quiere que sea.

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