Casiodoro de Reina, en su sitio

Casiodoro nació en Montemolín, donde hoy tienen la mejor disposición para recordar como conviene a su universal vecino.

02 DE DICIEMBRE DE 2018 · 09:00

Casiodoro de Reina, homenajeado en Montemolín. / E. Monjo,
Casiodoro de Reina, homenajeado en Montemolín. / E. Monjo

Que ya llega el 450 aniversario de la publicación de la Biblia del Oso. Estas cosas las reconocemos, como todas, en las manos de nuestro Señor, pero en lo que es nuestro conocimiento y deber, son fechas peligrosas. En más de una ocasión, la celebración ha sido la negación de lo celebrado. Ya ha ocurrido con nuestro buen Casiodoro, así que todo puede pasar. De momento, se emitirá sello de testimonio sobre su traducción. No conozco mucho, pero sé de varias iniciativas para el año próximo.

Como anticipo, se celebra en Sevilla, en su Universidad, una muestra sobre el personaje y su traducción. Está muy bien. Muy sencilla y con una posición sobre la Biblia que podemos llamar “evangélica” o “conservadora”. Corresponde a las actividades de un curso de otoño, de dos meses (creo que dura hasta el 15 de diciembre), y cada día está presente en lugar de paso por el Rectorado. Supongo que ha tenido ya un buen número de visitas. La Sociedad Bíblica colabora (según mi información) con una mesa donde se exponen facsímiles de la Biblia del Oso y de la revisión de Cipriano de Valera, así como ejemplares de posteriores versiones, también traducciones católicas.

De esta exposición se dio amplia información en periódicos y televisión. Para su explicación y guía (el espacio no da para más de unos diez minutos de recorrido), están presentes al menos tres voluntarios/as, (en dos turnos, pues el horario es según la actividad universitaria) muy elegantes, muy educados y correctos en su trato. Un trabajo irreprochable. Son “testigos de jehová”. Durante dos meses, todo el día, estos voluntarios explican de forma muy correcta lo relacionado con la Biblia del Oso y su traductor. Por supuesto, estos “testigos de jehová” no tienen ninguna señal identificativa, ni realizan proselitismo. Extraño, seguro, pero esto indica lo que se puede hacer con nuestro buen Casiodoro. (Reitero que el trabajo de esos voluntarios, hasta donde puedo conocer, es irreprochable.)

 

Una pancarta con el emblema de la Biblia del Oso, de la que se cumple, en 2019, el 450 aniversario. / E.Monjo

Seguramente en este año próximo tendremos confirmadas las “presentaciones” de Casiodoro de Reina que ya son demasiado comunes. Que fue perseguido por las iglesias calvinistas, lo cual es falso, pero para tantos y tantas eso es “evidente”. (Pastores insensatos siempre ha habido, y hoy abundan, pero a Casiodoro los calvinistas le protegieron y ayudaron a la edición de su Biblia ¿o no?) Porque no estaba de acuerdo con la condena de Servet por causa religiosa, pues Casiodoro será un servetista antitrinitario. Pues no, Casiodoro fue un defensor de la trinidad, aunque no en sus fórmulas de fabricación humana. Puesto que defendía que no se persiguiese a los anabaptistas radicales, pues ya lo tenemos como un bautista empedernido. Pues no, Casiodoro bautizó niños toda su vida; y no buscó nunca integrarse en una congregación anabaptista, ni puso ese modelo a seguir por la iglesia española que formó en Londres. Así que no fue antitrinitario, los calvinistas lo apoyaron, y no fue un bautista. Debemos procurar poner a nuestro Casiodoro en su sitio.

Y para ello también deberíamos acudir a su sitio de nacimiento, para que ese sitio, sin que sea algo esencial, quede como debe (aunque no sea más que por ubicar a nuestro personaje).

Según archivo inquisitorial conocido, Casiodoro nació en Montemolín.

Montemolín pertenecía al reino de Sevilla (dista de la capital unos 110 Km.) Hoy es un pueblo pequeño (de Badajoz), sumando poblaciones dentro de su término, con unos 1500 habitantes. En tiempos pasados, las cosas fueron como fueron por la influencia papista, pero en el presente debo señalar que su alcalde, Juan Elías Megías (PP), tiene la mejor disposición para recordar como conviene a su universal vecino. Y tenemos deuda de gratitud con la pasión con la que conserva y cuida el excelente archivo de su localidad Francisco Galván (que también cuida a sus vecinos, pues es policía local).

Casiodoro de Reina, como era común entre los frailes jerónimos, une a su nombre el de su procedencia, en este caso del arcedianato de Reina, pues al mismo corresponde la comarca de su nacimiento. Reina es una localidad que toma su nombre de su reina, Túrdula, en la antigüedad, de la que quedan restos notables, y da nombre a otros asentamientos vecinos. La comarca quedó como arcedianato de la catedral de Sevilla. (Otros eran, Carmona, Jerez, Écija, Niebla, cien quilómetros a la redonda, un cabildo poderoso sin duda)

La localidad no toma el nombre ni de “monte” ni de “molino”, más bien debemos aceptar la tesis de que “Monte” corresponde al grupo familiar de moros con el que se repobló la zona, con fines defensivos, tras la batalla de las Navas de Tolosa (1212), y “Molín” por el genérico del jefe moro, miramolín. Montemolín se convirtió, por lo tanto, en un núcleo muy importante en los planes de defensa, incluyendo su amplia alcazaba (que todavía se puede contemplar en su grandeza).

 

Montemolín pertenece hoy a Badajoz, pero su historia está ligada a la diócesis de Sevilla. / E.Monjo

Sobre el término “montano”, que lo tenemos en Benito Arias Montano (el doctísimo, como lo nombran nuestros reformadores), personaje de la misma comarca (Fregenal de la Sierra, donde también nació Cipriano de Valera), y que es el usado en el pseudónimo con el que se editó el fundamental libro “Artes de la Santa Inquisición”, que se lee así: Reginaldo Gonsalvio Montano, debemos afirmar que no necesariamente indique lugar, “montañés”, sino que es apellido comprobado. En la zona, con documentos de 1560 a 1562, tenemos al menos, a una familia con ese apellido. Son dos hermanos, Alfonso y Pedro, García Montano. Aparecen en varios documentos civiles de compras de casas; por lo tanto, Montano es apellido, y esto puede ser un añadido a la tesis que pone a Casiodoro, al menos, como editor del famoso Artes de la Santa Inquisición. (Este dato, que es novedad absoluta, lo debo al archivero antes señalado de Montemolín. Si alguien lo usa, que cite este escrito.)

Con la conquista de Sevilla, el rey Fernando III, hizo donación del término, amplísimo, de Montemolín al maestre de la Orden de Santiago, Pelay Pérez Correa. De manera que esta localidad se muestra en esos momentos como un enclave formidable, y de ella surgen otros aledaños, que luego serán poblaciones reconocidas, pero bajo la autoridad del Gobernador de Montemolín. Y así hasta que llegamos al momento del XVI, cuando, no sabemos la fecha, allí nació nuestro Casiodoro. Nació pues en una zona muy relevante, que contaba con notables familias de judeoconversos. Algunas de ellas, convertidas al calvinismo, serán de ayuda fundamental en su periplo por Europa, y en la edición de su traducción de la Biblia.

Para colocar a Casiodoro en su sitio, termino con dos referencias a Montemolín, una antes de su nacimiento, otra, después.

Se dice que la ciudad de Sevilla tiene su emblema “no me ha dejado” en los símbolos de su escudo (es la tesis más aceptada). Eso se debe al tratamiento recibido por Alfonso X el Sabio, cuando en la confrontación con su hijo Sancho, reconoce a la ciudad como una de las que se mantuvo fiel a su corona. En esa lucha, el maestre de la Orden de Santiago, Pedro Núñez, se puso a favor de Sancho contra el rey Alfonso. Sin embargo, Montemolín prefirió la fidelidad al rey antes que a su propia encomienda de Santiago. Fue una toma de posición que dice mucho en favor de sus vecinos y su criterio de decisión. Resulta que Montemolín recibió un escrito semejante al de Sevilla, donde el rey Alfonso resalta que Montemolín “no lo ha dejado”, igual que el concedido a Sevilla.

La otra referencia. Felipe III vendió Montemolín a unos banqueros extranjeros, para saldar deudas. Qué gobernantes tan miserables. Luego su historia pasa por varias ventas. Miserables gobernantes, miserables.

Pero es hora de libertad. De poner cada cosa en su sitio. Y a nuestro Casiodoro, recordando el año próximo su traducción de la Biblia, no debemos sacarlo de su historia para que sea un instrumento de la que fabriquemos a nuestro gusto. Dejemos a cada cual en su sitio. Sitio, incluso, geográfico y social, tan fructífero como el lugar y circunstancias donde nació Casiodoro.

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