Más que religión

Ser imitador de Cristo es el mejor de todos los títulos que uno puede tener.

06 DE SEPTIEMBRE DE 2016 · 10:01

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Las etiquetas no me gustan.

No me gusta sentirme limitada, reducida a un espacio en el cual los demás me van a juzgar sin conocimiento de causa, esparciendo sus comentarios incongruentes ya que en realidad desconocen mi identidad, mi persona.

En el ámbito religioso somos muy dados a catalogar y juzgar. O son de los nuestros, pertenecientes a nuestro gremio, o están más perdidos que…

Quienes nos declaramos cristianos, debemos considerar que la esencia de la fe que profesamos ha de ser más que una etiqueta que nos ponemos para sentirnos identificados. Somos ante todo seguidores de Jesús y a partir de ahí, pónganle los calificativos que quieran, pero ser imitador de Cristo es el mejor de todos los títulos que uno puede tener.

Cuando se habla de Dios, de su poder, de su misericordia, de su justicia, sobran las etiquetas, ya que, es imposible delimitar a Dios.

Reducir a Dios y esconderlo bajo un velo de religiosidad es equívoco.

Intentar aparentar vivir bajo unas premisas religiosas y obviar a Dios, es algo que carece de toda lógica, pero que es una realidad diaria.

Es por ellos que cuando me acerco a alguien y tengo la oportunidad de dar a conocer a quien tanto amo, no lo acredito con credenciales religiosas, ni busco apelativos que describan mi fe. Hablo de un Dios cercano, digno de ser reverenciado. Un Dios personal con quien mantengo una relación única, particular y genuina.

Cuando pasado el tiempo llega el momento de revelar mi identidad como creyente, es entonces cuando menciono la palabra protestante o evangélico.

Primeramente, a mi humilde parecer, está de más decir cuál es mi credo, pues quiero ante todo predicar el evangelio del testimonio personal, de la diferencia en la forma de vida, en el amor al prójimo, en la mano extendida, en el abrazo solidario. Después ya habrá tiempo para hablar de religión, creo que es más importante manifestar a Dios en el ámbito de la sencillez y la cercanía, sin presuponer que mi fe es mejor que la de cualquier otro.

Nunca olvido que cuando alzo mi mano para lanzar una piedra, muchas otras piedras permanecen a mis pies esperando ser protagonistas, deseando ser lanzadas y puede que algunas de ellas estén destinadas a mí.

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