El otro día me volví loba

Pues sí, han leído bien. El otro día me volví loba, y no fue la primera vez. Me pasa cada vez que alguien ha intentado dañar a uno de mis cachorros. Siempre hay un loco que anda suelto. Mi reacción es involuntaria. Me sale. Me pasa. Y ya está. No me arrepiento. Lo entiendo como celo natural de madre.

28 DE JUNIO DE 2007 · 22:00

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Mi niño regresaba del colegio y, muy nervioso, con toda la confianza que un hijo puede tener en quien lo ha parido y amamantado, me contó que uno de los hombres que trabaja en la construcción del solar de la esquina, se había metido con él, insultándole y riéndose. Así, por las buenas. Porque sí. Yo le dije: Hijo, seguramente ese hombre lleva muchas horas con los sesos al sol y se ha desequilibrado un poco, no te preocupes. Él, todavía con la inocencia gozosa de los doce años, dijo: Pues tiene puesto un casco blanco. Cuando me explicó bien lo que había sucedido, me faltó tiempo para salir a la calle a buscar al guerrero del yelmo. No tuve problemas en encontrarlo. Entiéndanlo, se trataba de defender a la más pequeña de mis crías. El delito de mi hijo es ser un menor de edad, y el valiente bocazas tiene más de 40. Pues bien, ya antes de salir brotó en mí garganta la rama flamenca, y en cuanto le tuve de frente le canté. Le canté por peteneras, no las tres verdades del barquero, sino las cuarenta. Me salió la vena del barrio castizo donde me crié. Eso es. Me volví loba ante una hiena que quiso morder la carne más tierna que hay en mi guarida. Defendí lo mío. Lo más chico, que es lo más grande, y a la vez lo más indefenso. El lanzado, después de escucharme, se atrevió a plantarme cara, a responder por bulerías. Le amenacé. Le dije que si volvía a insultar a más niños se iba a enterar de lo que vale un peine. Y me fui. Al rato, ya tranquila, me hice la siguiente pregunta: ¿Siente el Señor el mismo celo por sus hijos? Y enseguida respondí: Por supuesto que sí, y más todavía. Aunque a veces no lo veamos tan claro, nos defiende sin ninguna duda. Y recordé muchas experiencias que me alegraron la tarde. Si siendo yo tan imperfecta y tan mundana siento ese celo tan grande por mis hijos, cuánto más mi Padre, el Divino Señor de la Perfección, sale en defensa de los que ama. Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían. Nahum 1:7

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