Ortega y Gasset, y la religión

En el Paraninfo de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid tuvo lugar el pasado 18 de octubre la inauguración de un congreso para conmemorar los 50 años transcurridos desde la muerte del filósofo español José Ortega y Gasset. Bajo el lema Ortega, “Medio siglo después, 1955-2005; la recepción de su obra”, especialistas llegados de 18 países debatieron sobre la actualidad del filósofo y su fundamental papel modernizador de un modelo de razón alternativa.

03 DE NOVIEMBRE DE 2005 · 23:00

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La conferencia inaugural estuvo a cargo del catedrático de la Universidad de Granada, Pedro Cerezo. Recordó cómo la obra cervantina influyó en el filósofo, que recogió gran parte de sus reflexiones en su libro MEDITACIÓN DEL QUIJOTE. “Ortega sale al encuentro del Quijote en la búsqueda de sí mismo”, afirmó Cerezo, quien añadió: “En la obra de Cervantes Ortega toca la profundidad de Europa”.

Ensayistas de arraigada profesión católica y algunos miembros del clero han anatematizado a Ortega llamándole incrédulo, anticristiano, incluso blasfemo. A este respecto, el escritor y teólogo laico Enrique Miret Magdalena declaró en el curso de una conferencia pronunciada en la Universidad de Deusto: “Quieren presentarnos a Ortega y Gasset como prototipo del anticristiano, y aun ateo. Cuando pocos pensadores habrá que mejor hayan descubierto sus propias raíces cristianas. Este filósofo, que como tal se ha manifestado especialista en raíces, vivió casi sin saberlo la raíz cristiana más que la pagana: porque puso en el centro al hombre y su historia, y no a las cosas opacas, como hemos hecho bastantes católicos con nuestro paganismo religioso”.

Desde hace algunos años vengo reuniendo datos para tres libros, que analizarán la problemática religiosa en Miguel de Unamuno, Antonio Machado y Ortega y Gasset. De Ortega tengo cuatro carpetas atestadas de datos, notas, apuntes, referencias, etc. Dos de ellas contienen opiniones sobre Ortega y otras dos, citas extraídas de los once tomos de Obras Completas que poseo del filósofo. Si Dios me es propicio algún día culminaré la tarea.

Como la gran mayoría de escritores encuadrados en las gloriosas generaciones literarias del 27 y del 98, Ortega no comulgó con la Iglesia católica. Es más: Como Machado, Lorca, Juan Ramón Jiménez, Ángel Ganivet, Miguel de Unamuno y tantos otros, Ortega fue antivaticanista, anticatólico, anticlerical.

En julio de 1908, escribiendo sobre “El Santo”, Ortega transcribe esta frase lapidaria: “La Iglesia católica, que se proclama fuente de verdad, impide hoy la investigación de la verdad... Para nosotros esto significa que la Iglesia no tiene ya fe en sí misma. La Iglesia católica, que se proclama ministro de la vida, encadena y ahoga hoy todo lo que dentro de ella vive juvenilmente.... La Iglesia católica, que proclama que quiere renovar todo en Cristo, es hostil a los que queremos disputar a los enemigos de Cristo el llevar la dirección del progreso social. Para nosotros esto y otras muchas cosas significan llevar a Cristo en los labios y no en el corazón. Tal es hoy la Iglesia católica” (Obras Completas, tomo I, pág. 433). Al año siguiente, diciembre de 1909, en el curso de una conferencia pronunciada en la Casa del Partido Socialista, Ortega afirmaría con rotundidad: “Jesús de Nazareth no fue un católico, apostólico, romano” (O.C. X, 123).

Declararse anticatólico no significa ser ateo. Si en sus primeros escritos Ortega creía que lo que se tenía por Dios tenía que ser alguien carente de intimidad, está claro que hubo una evolución en su pensamiento sobre Dios. Según va perfilando cada vez con mayor perfección su doctrina sobre el hombre, va perfeccionando la idea que tiene de Dios. “El hombre tiene que ser salvado por lo sobrenatural –escribe en EL TRÁNSITO DEL CRISTIANISMO AL RACIONALISMO-. Esta vida no se cura sino con la otra. Lo único que el hombre puede hacer con sus propias fuerzas es negativo –negarse y negar el mundo-, retraer de sí y de las cosas su atención y así, ligerado de peso terrenal, ser sorbido por Dios” (O.C. V, 104).

En este mismo tomo, tratando sobre LOS ESTADIOS DEL PENSAMIENTO CRISTIANO, al leer a Ortega me pare estar oyendo predicar a Carlos Spurgeon o a Billy Graham. Así pensaba el filósofo: “Dios es generoso: el hombre, menesteroso y mendigo. Dios da de su riqueza algo al hombre, le pone en la mano de éste como una onza de oro. Pero el mendigo tiene, por fuerza, y por lo menos, que cerrar la mano sobre la onza dorada. De otro modo, la buena voluntad que Dios muestra de hacer una donación fracasaría. Así en el orden del conocimiento. Dios nos insufla una verdad mediante la fe, pone en nosotros la fe. Pero esta fe que viene de Dios a nosotros tiene que ser asimilada, es decir, entendida. El contenido de la fe es la palabra de Dios que llega al hombre, pero el hombre tiene que comprender esa palabra” (O.C.V,128).

¿Es este el pensar y el sentir de un filósofo ateo, como lo califica la Iglesia católica española?

Uno de los textos orteguianos sobre Dios más conocido procede de 1926 y lleva por título DIOS A LA VISTA. El filósofo se queja de la frialdad espiritual y reclama la presencia de Dios.
Escribe: “Hay épocas de odium Dei, de gran fuga lejos de lo divino, en que esa enorme montaña de Dios llega casi a desaparecer del horizonte. Pero al cabo vienen sazones en que súbitamente, con la gracia intacta de una costa virgen, emerge a sotavento el acantilado de la divinidad. La hora de ahora es de este linaje, y procede gritar desde la cofa: Dios a la vista” (O.C. II, 493).

Sí. Dios a la vista y al tacto, Dios en el alma y Dios en nuestros pasos, Dios encendido en el corazón, si no queremos perecer de frío y de locura.

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