Carta para ti, Lucía
He pronunciado muchas veces tu nombre, aguardando en mi corazón ese momento en el que pudiera acariciarte y llamarte por él.
20 DE OCTUBRE DE 2005 · 22:00

Hace aproximadamente un año sólo eras un sueño. Hablábamos de ti como promesa futura, como una ilusión a la que tus padres se aferraron y que con la soberana ayuda de Dios hoy es realidad.
Concebirte no fue fácil; yo lo he vivido entre bambalinas, observando el tesón y la paciencia de esos dos seres que tanto te aman y que tanto han luchado Por tu existencia.
Te escribo a ti, mi pequeña Lucía, estrella que ilumina nuestro presente, ser delicado y perfecto que llena de alegría los corazones de quienes tanto te queremos.
Apareces ante mí y te miro con ojos de asombro. Estás aquí y sin embargo pareces tan irreal. Muestras tu sonrisa y haces que todo parezca tan sereno, tan sencillo.
No deseo que seas la niña más bonita del mundo, no quiero que al crecer luches por conseguir una belleza exterior que abrume.
Sé que vana es la hermosura, que perece como flor de un día, por ello, anhelo que porte en tu interior ese esplendor tan escaso, esa docilidad para llegar hasta los demás con humildad y ternura.
No quiero que seas extremadamente sabia, pues de nada sirve la sabiduría si no está avalada por un corazón noble.
Hoy eres pequeña, y ante ti se han de desperezar muchos días, anhelo que todos ellos destellen su mejor luz e iluminen tu sendero, que ningún viento logre despeinar la dulzura de tu alma, que todos los caminos por los que has de transitar sean gratos a Dios, y que seas, ante todo, una mujer sensible, una dama valerosa, un ser humano cercano al prójimo, solidario y plagado de bondad.
Espero estar ahí y ser espectadora de todo ello, pero si por cualquier causa algún día dejo de estar , quiero que sepas que antes de verte por primera vez mi corazón ya te quería, mis labios ya te llamaban por ese precioso nombre, Lucía.
Concebirte no fue fácil; yo lo he vivido entre bambalinas, observando el tesón y la paciencia de esos dos seres que tanto te aman y que tanto han luchado Por tu existencia.
Te escribo a ti, mi pequeña Lucía, estrella que ilumina nuestro presente, ser delicado y perfecto que llena de alegría los corazones de quienes tanto te queremos.
Apareces ante mí y te miro con ojos de asombro. Estás aquí y sin embargo pareces tan irreal. Muestras tu sonrisa y haces que todo parezca tan sereno, tan sencillo.
No deseo que seas la niña más bonita del mundo, no quiero que al crecer luches por conseguir una belleza exterior que abrume.
Sé que vana es la hermosura, que perece como flor de un día, por ello, anhelo que porte en tu interior ese esplendor tan escaso, esa docilidad para llegar hasta los demás con humildad y ternura.
No quiero que seas extremadamente sabia, pues de nada sirve la sabiduría si no está avalada por un corazón noble.
Hoy eres pequeña, y ante ti se han de desperezar muchos días, anhelo que todos ellos destellen su mejor luz e iluminen tu sendero, que ningún viento logre despeinar la dulzura de tu alma, que todos los caminos por los que has de transitar sean gratos a Dios, y que seas, ante todo, una mujer sensible, una dama valerosa, un ser humano cercano al prójimo, solidario y plagado de bondad.
Espero estar ahí y ser espectadora de todo ello, pero si por cualquier causa algún día dejo de estar , quiero que sepas que antes de verte por primera vez mi corazón ya te quería, mis labios ya te llamaban por ese precioso nombre, Lucía.
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