Mi iglesia local
A ver si nos enteramos (XXV)
Se acerca el período de vacaciones y he decidido dedicar mis dos próximas columnas, la primera a las razones por las que voy a la iglesia local a la que acudo; y la segunda, a cómo veo la España evangélica precisamente cuando se cumplen los treinta años desde mi conversión. No me cabe duda de que la lectura de ambos clarificará siquiera una parte del despiste que observo a la hora de abordar y de opinar sobre determinadas
12 DE JULIO DE 2007 · 22:00

- Es una iglesia bíblica. He conocido pocas congregaciones en que se haga un énfasis tan claro en la necesidad de estudiar la Biblia, aprenderla y memorizarla como en mi iglesia local. Sé que para algunos eso puede resultar atrasado o anacrónico, pero para mí es esencial. No tengo la menor intención de formar parte de una iglesia local en que la Escritura es descuidada, minimizada o sustituida y pocas cosas me indignan tanto como ver a creyentes relativizando el contenido de las Escrituras y repitiendo como papanatas argumentos meramente humanos.
- Es una iglesia con un buen pastor. Sé que al pastor de mi iglesia le van a salir los colores cuando lea esta afirmación, pero se trata de una verdad indiscutible. No ha habido una sola vez en que no me haya sentido atendido, escuchado o comprendido por él. Es un hombre que ama la Palabra, que dedica horas y horas a estudiarla, que predica y enseña muy bíblicamente, y que se preocupa por sus ovejas. Y eso con un salario extraordinariamente modesto por el que no se ha quejado nunca. Quizá le queda por aprender hebreo, pero – insisto en ello – nobody is perfect...
- Es una iglesia que desea compartir el Evangelio. A diferencia de otras iglesias, la congregación a la que pertenezco cree que, para ser salvo, cualquier persona necesita aceptar mediante la fe el sacrificio de Cristo en la cruz y, por ello, comparte ese pan del Evangelio con otros.
- Es una iglesia que ora y adora. La congregación a la que pertenezco cree también en la eficacia de la oración y en la sublimidad de la adoración. Para unos su alabanza resultaría demasiado fría y para otros, un tanto informal. Para mi es sencillamente ideal, pero esto es – lo reconozco – muy subjetivo.
- Es una iglesia que vive como un cuerpo. Finalmente, mi congregación vive como un cuerpo que comparte sus necesidades, que se ocupa de ellas y que las tiene en cuenta.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - La voz - Mi iglesia local