Antonio Cruz: La vida humana, un don de Dios

La riqueza es para reinvertirla democráticamente en la sociedad y mejorar así la vida de todas las personas.

24 DE ENERO DE 2014 · 23:00

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Antonio Cruz.

Hoy entrevistamos a Antonio Cruz, doctor en Biología por la Universidad de Barcelona y en Teología por la Theological University of America. Ha sido pastor en diversas iglesias evangélicas de España y catedrático de Bachillerato en Ciencias Naturales. Cruz ha escrito una decena de libros sobre temas apologéticos, entre ellos: La Ciencia, ¿encuentra a Dios? (Clie), El Dios Creador (Vida), El cristiano en la Aldea Global (Vida), Postmodernidad: el Evangelio ante el desafío del bienestar (Clie) o Darwin no mató a Dios (Vida). Dos veces consecutivas ha ganado el Premio Gold Medallion, al mejor libro evangélico del año escrito en lengua hispana, en 2004 con El cristiano en la Aldea Global, y en 2005 con Darwin no mató a Dios. Pregunta.- ¿Cómo conoció a Jesús? Respuesta.-Durante la adolescencia. Nací en un hogar de creyentes, asistí durante años a la escuela dominical y a los trece respondí positivamente a un llamamiento evangelístico que hizo el pastor Samuel Vila, al finalizar su sermón del domingo. P.- ¿Cuál de sus libros le ha generado mayor satisfacción? R.-El primero: Postmodernidad: el Evangelio ante el desafío del bienestar (Clie, 1996). Se hicieron siete ediciones y todas se agotaron en poco tiempo. Fue elegido como libro de texto para asignaturas de sociología y fe cristiana en varios seminarios teológicos de Latinoamérica. El que entonces era presidente de Paraguay, don Nicanor Duarte Frutos y su amable esposa, nos invitaron a diferentes centros docentes y universidades de su país para explicar los contenidos que se vertían en dicho texto. A partir de ahí, fueron muchas las entidades seculares e iglesias de Europa y América que nos convidaron para realizar conferencias y seminarios acerca de las relaciones entre el Evangelio y la sociedad postmoderna. De alguna manera, esto cambió nuestra vida y nos proporcionó múltiples experiencias y satisfacciones. P.- Fe y ciencia, ¿pueden caminar de la mano? R.-Sin duda alguna. Siempre que la ciencia y la fe se mantengan en sus ámbitos respectivos. Aunque los cristianos no debemos despojar a la Biblia de los contenidos fundamentales que constituyen las bases de la doctrina, es evidente que la revelación no es un texto científico ni pretende serlo. La Escritura explica los orígenes y la realidad del mundo natural desde el punto de vista común del observador humano. El hombre de la Biblia no es un investigador comprometido con el método científico. Sin embargo, el orden de aparición de los seres creados que muestra el relato de Génesis coincide de manera espectacular con lo que afirma la ciencia. Aparte de la discusión semántica sobre el concepto de “día” en el Antiguo Testamento, la cronología de la creación: cielos, Tierra, luz, mares, continentes y demás seres vivos, encaja misteriosamente con lo que hoy propone la ciencia. ¿Cómo podía conocer todo esto el autor de Génesis en una época precientífica? En mi opinión, no hay contradicción entre las verdades teológicas reveladas y los descubrimientos de la ciencia. P.- ¿Cómo nos puede ayudar la ciencia a los cristianos a la hora de explicar nuestra fe? R.-La ciencia procura desvelar cómo ocurren los procesos naturales que observamos en el universo pero no puede demostrar la finalidad última de los mismos. Las cuestiones acerca de por qué existen, o cómo llegaron a ser, se escapan del ámbito científico. No obstante, la increíble complejidad de la realidad así como el elevado grado de información descubierto en el cosmos, desde los virus y las bacterias más simples hasta el propio ser humano y las galaxias que nos envuelven, nos permiten creer en una entidad sobrenatural que trasciende la materia, el espacio y el tiempo. Una realidad, que llamamos Dios, que lo habría creado todo pero que estaría fuera del universo. P.- Usted ha escrito varios artículos sobre el pensamiento de Freud acerca de la religión. ¿Por qué aboga Freud por una sociedad sin religión? ¿Sus ideas influyeron en el terreno de la Teología? R.-Freud creía que las personas religiosas eran inmaduras y no estaban capacitadas para vivir en la sociedad real. Llegó a esta conclusión después de relacionarse durante años, tanto en su propio hogar como fuera de él, con creyentes que no eran coherentes con su fe. Al no ser influido positivamente por el testimonio de ningún cristiano, propuso que lo mejor sería una sociedad sin religión. Defendió una especie de teología negativa, es decir, una explicación de cómo las proyecciones y los deseos humanos habrían creado la idea de Dios. Por supuesto, sus ideas influyeron en la teología. Siempre que se ataca la fe, se obliga a responder a los apologetas y, en este caso, se defendió que el auténtico cristianismo no es neurosis sino todo lo contrario, liberación personal. P.- A pesar de Freud, de Comte, etc., no se ha apagado el deseo del hombre por acercarse a Dios. ¿Qué opina? R.-Las utopías y los mitos cientificistas inventados por el ser humano se ponen de moda durante un tiempo, pero luego pasan y son olvidados. Son explicaciones caducas porque se enfocan exclusivamente en lo material y finito. No obstante, la sed de Dios que posee el alma humana sigue latente todavía hoy porque, aunque se reprima la dimensión espiritual, el hombre necesita una meta que lo trascienda. El Evangelio que anuncia Jesucristo continúa teniendo poder para apagar la sed de trascendencia de las personas y dar sentido a nuestras vidas. P.- ¿Cuál es el mayor ecopecado de la historia? R.-Darle la espalda al deseo original del Dios creador y abusar de su creación creyendo que era infinita. El ser humano ha contaminado tierras, océanos, ríos, lagos y atmósfera en su afán egoísta por poseer más de lo necesario. Está agotando los recursos naturales no renovables en una carrera torpe hacia ninguna parte. No para de multiplicarse provocando una explosión demográfica que contribuye a agravar el problema ambiental. Y, por si todo esto fuera poco, la carrera armamentística creada por la tecnología punta del primer mundo sigue explotando a los países pobres y degradando el entorno. P.- Algunos apuntan al cristianismo como el culpable del desastre ecológico que vivimos. ¿Es cierto? R.-No es posible negar que el mundo occidental se ha creado con la idea de la superioridad dominante y abusiva del hombre sobre la naturaleza. Cuando las iglesias oficiales se alían con los poderes públicos y asumen junto a ellos el concepto de un progreso indefinido, no cabe duda de que están contribuyendo al problema ecológico. Ahora bien, ¿es culpable el mensaje cristiano de la crisis ecológica? Yo creo que no es justo responsabilizar a la Biblia por los errores que cometen algunas personas que se denominan creyentes. Es verdad que la teología bíblica de la creación no sacraliza la naturaleza, como hace el panteísmo, pero sí defiende que somos criaturas insertadas en un medio ambiente natural que debemos respetar porque pertenecemos a él y porque también es creación divina. P.- ¿Cuál es nuestra responsabilidad como cristianos en la tarea de minimizar esta crisis ecológica? R.-Procurar el máximo bienestar en el presente, sin preocuparse del estado del mundo que van a heredar nuestros hijos y nietos, es vivir en un egoísmo insolidario e irresponsable. Debemos cambiar nuestro estilo de vida excesivamente consumista y derrochador para adecuarlo a una ética ecológica responsable. Creo que los cristianos estamos llamados hoy a crear una atmósfera espiritual austera y fraternal con los demás pueblos de la tierra, pero también con las distintas generaciones que nos sucederán. P.- ¿Y respecto a la eutanasia? ¿Es ésta una forma de medicina? R.-La esencia de la medicina es curar al enfermo. Por el contrario, la eutanasia procura matarle. No me parece que ésta deba ser una forma de medicina. P.- ¿Qué dice la Biblia respecto al suicidio? ¿Tiene el hombre derecho a disponer sobre su propia vida? R.-La vida humana es entendida en la Escritura como un don que viene de Dios. Por tanto, sólo el creador tiene autoridad sobre la vida y la muerte de sus criaturas. Precisamente esta creencia de los cristianos primitivos supuso una colisión frontal contra la cultura del suicidio que imperaba en el mundo pagano. Creo que los creyentes contemporáneos debemos seguir su ejemplo. P.- ¿Cómo se entiende la manipulación genética a la luz de la Biblia? R.-No debemos cerrar la puerta a las investigaciones científicas sobre la vida en base a una equivocada sacralización de la misma o del ser humano. Tenemos la obligación moral de conocer y descubrir la naturaleza para humanizarla y mejorarla. Sin embargo, debemos servirnos de la tecnología pero no hacernos esclavos de ella. Siempre que la manipulación genética suponga una degradación del ser humano, será algo injusto y rechazable. P.- Hablando de economía, ¿es buena o es mala la globalización? R.-Tiene aspectos positivos y otros muy negativos. Entre los primeros estaría la increíble movilidad que posee el capital en la actualidad, que es capaz de pasar de unos países a otros en cuestión de minutos; la existencia de organismos internacionales de cooperación económica que pueden suavizar los efectos de las crisis momentáneas; la mayor interdependencia de las empresas susceptible de generar puestos de trabajo en lugares remotos, así como el gran desarrollo alcanzado por la tecnología. A pesar de todo esto, en la aldea global la amenaza de la crisis económica es como una espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas. El hecho de que el futuro económico de millones de criaturas se decida en la bolsa neoyorquina, en la londinense o en la japonesa contribuye a darle a nuestras vidas una fragilidad que nunca antes se había sospechado. El aumento de la desigualdad social que se manifiesta por el crecimiento de la riqueza de los ricos frente a la mayor pobreza de los pobres es otra consecuencia negativa de la globalización. Lo mismo que ocurre con los procesos de exclusión social, que no sólo afectan a los países pobres del África meridional, sino también a aquellas personas de las grandes urbes industrializadas que viven continuamente intentando no caer en el agujero negro de la miseria. La economía de la globalización tiende a disminuir el poder de los trabajadores frente al capital. Nunca antes fueron los empleados tan vulnerables como lo son hoy en día. Se diga lo que se diga, la globalización ha estimulado cosas tan injustas como el trabajo remunerado de los niños por todo el mundo, en condiciones de abuso y explotación. P.- ¿Qué pasa con los países en vías de desarrollo frente a este fenómeno? R.-A pesar de todo, los países pequeños que no disponen de recursos para ser autosuficientes pueden resultar muy beneficiados en el proceso globalizador ya que tienen que vivir necesariamente del comercio internacional. Si no existiera una economía tan abierta, como la que permite la globalización, dichos países tendrían dificultades de supervivencia. P.- ¿Sirve la globalización para diseminar las Buenas noticias? R.-Desde luego que sí. Pero la difusión de la Buena Nueva tiene que competir con múltiples “malas noticias” o “basura mediática”, que fomentan en los receptores un escepticismo generalizado hacia cualquier mensaje. Se puede luchar contra tal situación rodeando el contenido del mensaje evangélico de elegancia, corrección y calidad. Tarea que no suele ser fácil. P.- ¿Apoyan las Escrituras la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos, o la redistribución de las mismas por la fuerza? R.-Ni lo uno ni lo otro. La riqueza es para reinvertirla democráticamente en la sociedad y mejorar así la vida de todas las personas. P.- ¿Por su estilo de vida estaba Jesús en contra de la propiedad privada? R.-Yo creo que no. Cuando el Maestro recomienda al joven rico, por ejemplo, que venda todas sus posesiones y las reparta entre los pobres para tener tesoro en el cielo, el ideal que se persigue no es luchar contra la propiedad privada o exaltar la pobreza, sino el amor a las personas. Cristo no defiende la idea de hacerse pobre como si el amor a la pobreza fuese un ideal cristiano. Lo que intenta inculcar es el amor a los pobres no a la pobreza porque ésta es una situación injusta que indigna y ofende a Dios. P.- Pero vemos que él mismo no tenía dónde recostar su cabeza… ¿Acaso no sirve su ejemplo? R.-Jesús no es ningún fanático que pretenda ensalzar la pobreza, el hambre o el sufrimiento, lo que rechaza es la confianza del ser humano en la riqueza, así como la arrogancia espiritual de los fariseos, los sacerdotes judíos y todos aquellos que consideran su éxito en la vida como una prueba de que Dios está satisfecho de ellos. Lo que el Señor promete es la salvación divina inmerecida y absolutamente gratuita, capaz de liberar a la desgracia humana de su dimensión trágica y proporcionar a las personas felicidad definitiva. P.- ¿Eran comunistas los primeros cristianos? ¿Debemos seguir su ejemplo, o esa forma de vivir el cristianismo no encaja en esta época nuestra? R.-Más que comunistas eran “comunitaristas”, aunque tal palabra no esté registrada en los diccionarios. El hecho de poner todos los bienes materiales en común para solucionar la situación precaria de quienes no tenían casi nada, respondía a la unidad y al amor que existía entre los primeros creyentes. Sin embargo -insisto- la intención no era dar a la comunidad aquello que se poseía con la idea de que todos se hicieran pobres, o por un amor especial a la pobreza, como si ésta fuera un ideal cristiano recomendado por Jesús, sino al revés, lo que se pretendía era erradicar la pobreza. Si entonces no duró mucho, creo que hoy tampoco funcionaría. Sin embargo, esto no elimina ni mucho menos la responsabilidad social que tienen en la actualidad todas las iglesias cristianas. P.- ¿Podemos decir entonces que el cristianismo es mejor alternativa que el comunismo y el capitalismo? R.-Está llamado a serlo. El problema principal del joven rico, que se relata en el evangelio, era su amor al dinero, de ahí que Cristo le diga que lo reparta entre los pobres y aprenda así a amar más a sus semejantes que a su dinero. Por tanto, el motor del cristianismo debe ser el amor al prójimo. No me parece que las demás ideologías se fundamenten en el amor. P.- ¿Y cómo podemos los evangélicos de este tiempo ser ejemplo de ética y moral para la sociedad donde estamos insertos? ¿Debemos pronunciarnos en cuanto a temas y problemas que nos atañen? Pienso que no estamos al margen de la actual realidad social. R.-Si queremos ser la sal de este mundo tenemos que hacerlo saber. Esto implica, por supuesto, testimonio y estilo de vida verdaderamente cristocéntricos. P.- ¿A qué atribuye la vertiginosa secularización de Europa? R.-Hay posiblemente muchos factores a tener en cuenta. No podemos olvidar que, además de la Reforma protestante, aquí florecieron la Ilustración, las grandes utopías sociales, las distintas escuelas filosóficas y la Revolución científica del siglo XVII. Todo esto influyó y conformó la manera de ser y pensar del europeo contemporáneo. Por si todo esto fuera poco, el enriquecimiento material y tecnológico experimentado durante los siglos XIX y XX contribuyó a disminuir el sentimiento religioso de las personas. Desgraciadamente Dios se vuelve innecesario cuando el ser humano se considera poderoso y autosuficiente. ¿Cambiará tal situación como resultado de la crisis económica actual? Es posible que muchas criaturas vuelvan a buscar a Dios. P.- ¿Cuál es el gran reto para los evangélicos en este siglo XXI? Aún como minoría… R.- Creo que en un mundo insolidario y excluyente, los cristianos debemos seguir poniendo el énfasis en la persona concreta y en sus dilemas individuales y familiares. El Evangelio ofrece soluciones prácticas a cualquier problemática humana, y muchas veces estas soluciones se consiguen a través del grupo de hermanos con el que nos relacionamos frecuentemente en la iglesia. Es posible que el poder de atracción del cristianismo futuro dependa, en buena medida, de la creación de congregaciones donde las personas se sientan tratadas como en familia. Pequeños y abundantes oasis de amor cristiano en medio de enormes ciudades, por desgracia, despersonalizadas e inhumanas. Tenemos que pedirle a Dios sabiduría para acertar en la formación de tales iglesias que, además de ofrecer protección espiritual y material, brinden espacio para la libertad del ser humano. Lugares donde se favorezca la experiencia afectiva y emocional. Además del interés por la doctrina se fomente una fe más solidaria con el ser humano. Pienso que el gran reto para este siglo XXI sigue siendo personal: debemos ser cristianos con experiencia de Dios que vivamos el compromiso y la radicalidad evangélica. Sólo así se podrán crear congregaciones de contraste con la sociedad y abiertas a los demás. Finaliza la entrevista. Muchas gracias, Antonio, por dedicarnos parte de su tiempo y por su interés en dialogar sobre temas con gran carga de profundidad.

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