Orfila Bardesio: Entrada en el Después

Orfila Bardesio fue tejiendo sus palabras de despedida. Y escribe sobre el Dios generoso que le acompañó desde tan atrás; el mismo Dios que le acompaña en su Después.

30 DE MARZO DE 2012 · 22:00

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UN MISMO DIOS EN DOS TIEMPOS Y CUATRO POEMAS Aquí concluimos el mínimo abordaje a la obra de una cristiana cuya obra está llena del Espíritu. Ella conoció al Desconocido y quiso dejar anotados, para lectores futuros, parte de sus diálogos, de sus dudas, de sus Amores, de sus paseos por el Jardín. Leamos la dedicatoria que Orfila hizo a su hija Cecilia, en un ejemplar del libro El Ciervo radiante. La firmó en invierno de 1984: “Al Silencio, a lo Desconocido, a lo que está más allá de lo que sabemos, y quiso venir a nuestra espera sin que supiéramos de qué se trataba, hasta que apareció como quería, con su rostro nuevo”. Y como la Antología está pensada especialmente para dar a conocer la obra poética y el pensamiento de autores poco conocidos, o bien, muy conocidos como poetas de otras temáticas, y poco o nada de su raigambre cristiana, ahora dejo a vuestro parecer otros textos de la poeta uruguaya. Comencemos con cuatro de ellos, que sugiero leerlos escuchando la melodiosa guitarra de José Fernández Bardesio, hijo de Orfila, interpretando “Luna de febrero”. Y es que la poeta tenía especial respeto por el lenguaje musical: “La agudeza de oído para escuchar ‘la música callada'’ en los versos de mis poemas se intensificaba al punto de volverse mansa por completo a la Música, porque, la necesidad de crear a partir de ellos algo que yo no sabía qué era, se hacía tan imperiosa e inaplazable, como había sido la que los hizo nacer”. OTOÑO Quien concede el Amor eres Tú, como ramo de olas, Dios mío. Perdona que lo demos tan mal, que sea tan triste la alegría, que tanto sea tan poco, que no tengan vergüenza los que lo niegan, y que denadagris sea todo: Lloren los siete colores del arcoiris en las manos que aguardan tu regalo, hojas verdes se marchiten cuando ofreces, para que lo demos a quien lo espera y sin embargo, vuelve solo, a su noche de lágrimas. EL ANACORETA Un niño amanece sobre el heno escondido en un pueblo, —un aliento de corderos lo dibuja, gasta con colores la huella de su nombre.— Un pastor comprensivo lo abandona en el mundo; le acompaña el silencioa retirarse de los sonidos. Suben abetos al día, se recogen racimos de atentas paciencias, labios cruzados por el Océano con la misma pasión que una flor. - flechas que huyen entre gritos de lo visible hacía el oído, palpitantes asombros salvados de la calma, nieve confiando en el misterio;— se desarrolla un albatros en el aire, enjambresde pasos, de estrellas, de nogales, de zafiro, se teje un manto de campanas errantes, se desatan caminos, se desciñen frutos, un jardín salta con alturas diferentes, aparece un huerto de besos, pobres a merced de susllamas, con verbena en lo que sienten, invaden la tierra, chispan mendigas de una rama, fronteras quebradas por un pájaro nuevo, una madre profunda, como una copa derramada, carreras veloces entre cometas y hormigas,— en todo peso murmuran alas, la luz sonríe a los colores: sobre las duras hojas del desierto se levanta un cuerpo labrado por las soledades. LA BOCA DEENMANUEL Ni siquiera los ángeles. Sólo el Dueño del Tiempo. Vendrá en día y hora como un ladrón. Milenios, siglos, años, meses, días, instantes, sólo algunas noticias, murmuran las galaxias, mientras juegan igual que siempre flores humanas inocentes. UN PUÑADO DE CONFIANZA No quedará nada./ Nuestros huesos/ se volverán polvo,/ nuestros objetos/ serán repartidos/ entre herederos,/ nuestras fotografías/ durarán muy poco,/ ya que la luz las borrará,/ -de modo que de nuestros rostros/ se extinguirá toda huella./ Cuando Dios venga/ a juzgarnos,/¿qué encontrará/ entre miles de millones/ de otros que habitaron la Tierra/ y luego se perdieron/ en la noche de los tiempos?/ Cuando nos interrogue,/ ¿qué escuchará salir/ de nuestros labios imposibles?/ Los signos de billones/ de seres que fueron/ y serán hasta el final,/ ¿dónde se alojarán/ para esperarlo?/ Se extenderán sin forma/ por el aire,/ ¿cómo los reconocerá?/ ¿Recordará siquiera/ nuestros nombres?,/ ¿y si los pronunciara,/ después de tanto espacio silencioso,/ recordaremos lo que fuimos/ para acudir a su llamado?/ Un latido, un suspiro,/ una letra, un miedo/ blanco de conejo,/ un excremento de mosca,/ un trébol pisado por animales,/ serán más que nosotros/ en el suceder de los días,/ los lirios habrán durado/ más que nosotros.// No quedará nada./ ¿Qué podremos decir/ que permanezca/ para que Él nos reconozca/ en la sombra/ del valle innumerable?/ ¿Y el cielo, integrará también/ los lugares probables/ en que podrá encontrarnos?/ Nuestro pensamiento se fatiga/ ante el trabajo de sus ojos,/ y de su corazón para ubicarnos/ entre marañas, selvas, galaxias,/ caminos confusos, estruendos,/ ruinas, sonidos inmensos.../ No quedará nada./ Solamente un puñado/ de confianza en un amor/ como el que pueda sentir Él/ por seres que ocuparon/ el cuenco de una mano/ v salieron después/como las mariposas del capulí/ entre nubes de huecos/ v hojas de nadas,/ hacia la estrella/ en donde está sentada/ la memoria del universo/ contando números secretos,/ ciudades deshojadas./ trabajos sembrados/ en cementerios de códigos.// Porque lo amamos/ nos reconocerá. CANTO AL DESCONOCIDO A los libros de poesía publicados por Orfila Bardesio, ya mencionados, hay que sumar otro, titulado Canto al desconocido, escrito en Montevideo el verano de 1998. Permanece inédito, aunque en la Red pueden encontrarse algunas muestras. Y ya puestos a completar su bibliografía, conviene anotar la obra “El pasado cultural uruguayo” (Montevideo, 2006, pp. 139. Edición al cuidado de Liévana Medina), una suerte de memorias de Orfila, de lo que ella recordaba de una época de oro de la intelectualidad de su país. Habla de sus amigos: Joaquín Torres García (quien ilustra varias portadas de sus libros), Clara Silva, Alfredo y Esther de Cáceres, Francisco Spínola, María Eugenia Vaz Ferreira… Leamos un fragmento de exquisita prosa, donde, en lenguaje figurado, ella está hablando de su Desconocido Dios amado: “Como la flor del manzano acepta la Primavera que la conduce a fruto, acepto que el amanecer que lleva al día, venga conmigo a todos lados, tal la costumbre de la mañana después de cada noche, como animal manso que nunca tuve porque no lo comprendo; acepto sacar al sol a mi perro y dejarlo que salgan a saludar a las visitas; que esté entre los demás y le dediquen una mirada lejana; llevarlo a casa en donde todos se extrañan; andar con él a mi lado y sonreírle; acepto ser el hueso de su juego”. ¿Recuerdan que, precisamente, “El Juego”, es el título de su libro publicado en 1971? Demos conocimiento de cuatro poemas de este libro: EL DESCONOCIDO Oh tú, el desconocido, a quien mis venas no recuerdan, cuyos ojos nunca llegaron, oh tú, el extraño, completamente dueño de la aurora, estrenando las piernas en la llanura verde como el ciervo el salto, hundiendo en la luz los dedos, oh tú, el de espacio limpio como un espejo, fuerte como el olor de la resina, estatua con un poco de arcilla no retirada todavía, oh tú, el recién nacido, mimbre esbelto de varas verdes a la orilla del agua, candelabro llameante, tú que apareces de pronto como la visión al alma, como el movimiento al quieto, las manos llenas de cunas, como el pan al hambre, ven a mi oído rostro que nunca tuvo sonido en mis radares, y como sal quemando lo conocido usa tu traje de muchas puertas, Prometeo recién llegado, pisa mis hojas secas y dame como un pez, el día, ven, camina con paso selvático ante mi vida quemada, manifiesta lo nuevo, irrumpe de las sombras con el fuego en la mano sobre la tierra fría, suene la luz su flauta en mis piedras, oh tú, el callado como la noche de los ciegos, avanza, avanza, Lázaro, con tus silencios estrujados. No dejes a mi niño muerto. EL CARRO DE LOS OJOS Tú que levantas de la tierra los ríos/ como hijos ondulantes,/ arrojas las cenizas/ con los llantos de oro del otoño/ y con tu cabellera musical/ llenas de chispas el silencio/ tú, vencedor de la tristeza,/ vencedor de la pena,/ vencedor del miedo,/ vencedor de los pianos/ lluviosos de la muerte,/ acércate a habitar el día/ con un rayo en la mano,/ el pecho abierto/ como la playa blanca/ de una gran confianza,/ mientras dejas/ muriendo el pasado/ como toro de sombra/ por el sol herido,/ detente a la puerta/ de la tarde inclinada/ sobre el lago,/ detente como un carruaje negro/ ante la luz de la luna/ los caballos espantados,/ oh grito en llamas/ corriendo sobre arena desierta,/ detente./ Mírame con tu carro de ojos./ EL CISNE Cisne, cisne, cisne,/ brillo blanco,/ movimiento nuevo/ sobre las aguas ciegas/ navegando,/ luz con cuerpo,/ libro ardiente,/ libro que viene/ desde el sueño/ los sueños asombrando,/ rey en llamas,/ ¡alúmbrenme la muerte/ tus estrellas! EL SALTO Tú que puedes saber/ el secreto cautivo de las rocas/ y descubrir lo que se oculta/ en el fondo del mar,/ asciende a la superficie del espejo/ con cabellos de noches empapadas,/ mueve tus manos/ de chorros brillantes/ abriendo como alas/ inmensas de murciélago/ tu manto majestuoso,/ dinos que los peces son días/ y las olas palabras coronadas,/ arruga la quietud mohosa,/ con una nave nueva,/ con sonido oceánico/ golpéanos el misterio gastado,/ de nuestro miedo/ no tengas piedad,/ tú que puedes, de pronto,/ hacer una fiesta de palomas/ blancas con la espuma,/ danos buenas noticias,/ asómbranos con aves/ de alas soleadas,/ tú que puedes tejer/ una serpiente que se levanta/ y se hunde/ sin perderse en la Muerte,/ acuérdate de la niña/ que venía corriendo a escucharte/ y sus oídos en la arena/ disputados por los mastines/ del ruido,/ salte del agua/ el oro de los tiempos/ que no fueron. DOS POEMAS DE ANTAÑO Aquí dejamos constancia de otros dos poemas de primera calidad, escritos en su primera época, especialmente Las Casas, publicado el año 1946. Conviene, por tanto, buscar algunas otras explicaciones que la propia autora realiza en torno al al lenguaje y al significado de sus textos: “Yo quedaba asombrada de esta soberanía secreta del sentido sobre lo manifestación sensible; pero el contraste entre lo más abstracto y lo más sensorial, no dejaba de halagarme, y hasta de subyugarme, como ocurría con las imágenes de Dante, o San Juan de la Cruz, o mejor todavía, con las inefablemente deleitosas del "Cantar de los Cantaros" de Salomón, aunque yo no sabia, que frente a ellas, mis imágenes podían sostenerse. El nuevo sentido de los versos "ya logrados" y publicados en libro, se me revelaba con la misma intensidad, aunque con otra luz, que cuando fueron creados, de modo que ese conocimiento integraba su estructura; yo no sabía precisar todavía de qué manera ni con qué fin creador ocurría eso”. O también el consejo que ofrece a futuros creadores: “Tomar el coraje de los super-realistas que sacaron la locura al sol de la vida y realizar su justificación mortal: extremarla al punto que encuentre su razón de existir: divinización del hombre-hominización divina… y aceptar llevar a la Humanidad a vivir el momento esperado por el Arte desde el principio. Celebrar el encuentro de cuerpo con palabra, porque pueden decirse las palabras del cuerpo; sale a jugar la confidencia, del estanque; el movimiento viene a sacarlo de la torpeza del sueño y lo lleva de nosotros a otro en verdad. Ser noticia de Fiesta de Bodas Humanas…”. Sugiero su lectura acompañada de la pieza “Lejos”, también de José Fernández Bardesio. LAS CASAS En cada uno de mis dedos arde una casa del mundo, Mis ojos bajan por ellos hasta su secreto calor, y viven. Alguien, cuyo nombre no abarca su sangre, alguien solo, medita, y del agua del Pensamiento Paternal le nacen hijos bajo la frente. Dos, empapados en el blanco de las sábanas, cambian saliva desesperada, olor de sus secretos y sudores de sus dos soledades. Dos bocas en las cimas del cuerpo muerden el mínimo espacio que quiera deslizarse, delgado como aguja. Arrugan la distancia, enfurecidos espantan al Espacio y al Tiempo, y espantan a sus cuerpos entregados. y el alma, -una sola,- por un tiempo de mariposa se sostiene sin habitarlos como llanto sin lágrimas en un rincón de silencio ahuecado. Entre los muros de otro aire un niño empieza. El misterio se ejerce en diferente postura. Se oye una voz llueva en el mundo. Se abre una ventana caliente con pájaros de la sangre. En una lámpara seca, una agonía , ¿Es un joven? ¿Un niño? ¿Una doncella? ¿Un viejo? -una agonía. Una herida que tille sus labios misteriosos por orden de las estrellas y de las flores que la llamaron. Se oye un beso largo tiempo esperado y unos pasos desatados que se siembran ... Alguien espera en una habitación a un ser desconocido. Alguien sufre, en la otra, el dolor de su cuerpo roído por el Mar. ¿Una mujer? ¿Un hombre?, bruscamente, -como siempre,- envejecen. Tocan su voz gastada, y oyen visitas que se retiran... Un violoncello sube desde su corazón hasta una pregunta, y se cae, a pedazos, en plegaria. Ríos de seres corren, inundan, incendian escaleras y ladrillos, ensangrientan la piel de secreto de las casas, mantos de galopes humanos, caracoles de lo que pasa, humildemente así, porque las estrellas lo quieren. JULIETA EN EL PÁRAMO Muertos presentes en el humilde fuego de las cosas y en los correspondientes movimientos del agua del silencio que circula entre ellas, muertos que ya sois flores en el misterio claro, mirad los cuatro lados de mi muerte, mirad mis soledades de metal y los guardianes que me prohíben conocer, conducid mi tristeza a los jardines de los huesos, llevad a los espacios mis alegrías circulares, interrumpid mi sueño con un vino que sabe que existe, elegid los mejores latidos que tengo, juntadlos como tibios guijarros, y probaos mi frente, mis lágrimas, mi infancia, seguid por el oscuro corredor hasta mi mesa y repartid mi pan entre vosotros, tomad mi voz prestada para decirme al menos quién os echó desiertos y silencios, robadme las sonrisas, los pulmones, las manos, y bebed de los ríos que llevo a la sombra, antes de que amanezca, aunque mi cuerpo tiemble como indefensas hierbas, ¡oh muertos!, abrazadme, abrazadme y cantad antes de que amanezca, cantad desde mi vida como lluvias consoladas. Llevadme a la extensión en los hombros de las libres manzanas, llevadme por el aire de la tierra hacia el sol, llevadme a las ventanas donde hierven abejas con setiembre, llevadme a la pradera en que sucede la gloria de las puertas, llevadme hacia el ardiente cementerio. LAS DESPEDIDAS, EL CORAZÓN Y LAS PALABRAS Orfila Bardesio fue tejiendo sus palabras de despedida. Por ejemplo: “Vamos en despedida sin descanso,/ vamos en adioses constantes./ Cada minuto que pasa/ nos despedimos del ahora/ para entrar en el después”. “El dueño de todo/ que desde siempre/ es,/ nos contiene”. O también, para sus más cercanos: “…Adiós, hijos amados/ adiós nietitos/ que hicisteis dulce/ la espera de la extraña/ que nos lleva,/ adiós, amigos entrañables,/ nos volveremos a encontrar/ donde nos sea revelado el secreto/ del arca que el príncipe/ regala generosos a sus amigos,/ recordad: es para unirnos/ que ahora nos separamos. / Guardadme en vuestro corazón/ hasta entonces,/ como a un tibio pájaro rojo.” Y escribe sobre los bienes y las ofrendas. Y sobre el Dios generoso que le acompañó desde tan atrás; el mismo Dios que le acompaña en su Después. LAS OFRENDAS No están tristes los ocupados en quehaceres que los distraen, mientras espero una asistencia que demora... —Y sin embargo, no hace mucho fui colmada de bienes que no había pedido.— Y eran tan abundantes que por ellos reconocí a un padre. Sea colmada de bienes como entonces, y perdonada por no haberconfiado como si fuera ciega sorda muda frente a los regalos espléndidos. Dios no espera devoción para dar lo que el alma necesita. Ella, mujer de lúcidas o herméticas palabras, es seguidora escrupulosa de la Palabra, sobre la que hizo exégesis ensayística o con la cual preñó toda su poesía. Ahora atendamos algunas reflexiones suyas sobre las palabras: “Como niño que hace los deberes, los deja en el silencio de los cuadernos, salgo entonces a la llanura verde: reclamo la vida que yo habría temido si no hubiera aceptado crecer ‘hasta morir’. Ya la están viendo los ojos que llegan a mis ojos de su largo viaje..., cuando las palabras empiezan a extrañarme; excitadas, me buscan por todos lados; no puedo escapar a sus fines; como abejas me cercan con encanto; asedian mi voz; inundan mi garganta con dulzura irresistible; me vuelven prisionera de un jardín…”. O este otro comentario: “Ya son amigas mías las palabras; no tienen ninguna duda de que rodeando mi vida han penetrado en mi piel; ya soy humanidad con el grito soltado en las entrañas. Pero las palabras no quieren alianza en superficie solamente; quieren alianza en altura. Necesitan columna vertebral que las soporte; vértice que huya, de la cabeza; vertical en saeta; tierra disparada; peso ágil, no liebre arisca por el pasto, columna hirviente; claridad secreta de una línea; salir por fin hacia el baldío espacio de la Altura”. Orfila Bardesio, mujer de palabra, mujer esposada a ella: “Las palabras que revolotean en mi espacio, se quedan a vivir en la morada que con ‘mi muerte’ levantan. Por ello dejó escrito esta suerte de epitafio: No me busquéis en otro sitio, estoy en las palabras concentrada… Y para quienes poco se acercan a las palabras, sepan que a Orfila Bardesio también la pueden encontrar entre “las flores grandes siempre vírgenes… en una selva intacta que aún no ha nacido”. Y para quienes gustan de escuchar voces, he aquí a la magnífica poeta leyendo “Sueño”, donde deja constancia de sus bíblicas raíces (Léase la explicación que sobre dicho texto se hace en la primera entrega). Desde este antes mando mi saludo hasta sombra de su futuro. He aquí como la veo: De cruz resucitada, de rojo clavel la siempre apartada Orfila, cuidando los tesoros, los bautizos. El Ciervo la acompaña feliz, acariciando el voltaje del Olvido.

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