Don Quijote o el amor

La semana pasada me referí al “Día del libro” marcado el pasado 23 de abril. Esta conmemoración tiene lugar cada año como recordatorio de la muerte de Miguel de Cervantes. El autor de Don Quijote de la Mancha nació, según la versión más aceptada, en Alcalá de Henares el 29 de septiembre de 1547 y murió en Madrid el 23 de abril de 1616. Había cumplido 69 años.

07 DE MAYO DE 2010 · 22:00

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Como en años anteriores, en Alcalá de Henares hubo un maratón para la lectura íntegra del Quijote. Tomaron parte políticos, artistas, poetas, cantantes y otras personas y personalidades que fueron recitando la fábula cervantina desde el primer capítulo en la parte primera al último en la segunda parte. En Cataluña fue un día especial. Allí añaden a esta conmemoración el Día del libro y de la rosa. Ella regala a él un libro y él a ella una rosa. Los hombres compraron seis millones de rosas en todo el país catalán. Era también el día del amor. Muy emotivo y muy acertado vincular a Don Quijote con el amor. El caballero de la alegre figura fue la personificación del amor. Amor a la belleza. Amor a la justicia. Amor al ideal. Amor a la Humanidad. Amor al amor. El 10 de enero de 1860 Ivan Turguenev, ante una sociedad de escritores, pronuncio una significativa conferencia en Moscú en torno a Hamlet y Don Quijote. El célebre autor ruso dijo que Hamlet es el egoísmo, incluso la incredulidad, en tanto que Don Quijote es el ideal, la fe, el amor. Para Don Quijote, el amor es parte del misterio. Si misterio es todo aquello que no podemos comprender ni explicar, que no tiene un recorrido lógico, iguales características se dan en el amor. Según Don Quijote, “el amor unas veces rueda y otras anda; con este corre y con aquel va despacio, a unos entibia y a otros abrasa, a unos hiere y a otros mata; en un mismo punto comienza la carrera de sus deseos, y en aquel mismo punto la acaba y concluye; por la mañana suele poner cerco a una fortaleza, y a la noche la tiene rendida, porque no hay fuerza que le resista”. Recordando un texto de El Cantar de los Cantares Don Quijote semeja el amor a la muerte. El amor “ni mira respetos ni guarda términos de razón en sus discursos y tiene la misma condición que la muerte que así acomete a los altos alcázares de los reyes, como las humildes chozas de los pastores y cuando toma entera posesión de un alma, lo primero que hace es quitarle el temor y la vergüenza”. En casi todos los poetas las descripciones del amor tienen divertimiento sexual. En Don Quijote, no. El que laberinta su corazón es un amor limpio de carne. El Caballero de la Alegre Figura nunca gozó la presencia física de su amada. Dulcinea, según dice a Sancho, es tan sólo personificación viviente de su fantasía: “¿No te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea ni jamás atravesé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy enamorado de oídas y de la gran fama que tiene de hermosa y discreta..? La pinté en mi imaginación como la deseo, lo mismo por su belleza como por su nacimiento…”. En Don Quijote de la Mancha el amor escala las cumbres más elevadas del ideal. No cabe decir que los ensueños y alucinaciones del Caballero proponíanle realidades inexistentes. Su amor hacia Dulcinea existía, era real. Pero tan ideal al propio tiempo que no necesitaba ser plasmado en figura de carne y hueso. Para Don Quijote, “el amor mira con unos anteojos que hacen parecer al oro cobre, a la pobreza riqueza, y a las legañas perlas”. Él no era “de los enamorados viciosos, sino de los platónicos continentes”. Como su señor Cervantes, Don Quijote sabe que “el amor es invisible, y entra y sale por do quiere, sin que nadie le pida cuenta de sus hechos”. Orfeo está dispuesto a bajar a los infiernos en busca de Eurídice; Romeo quiere el corazón y el sexo de Julieta; Otelo muere por lo que considera una traición del cuerpo; Tristán se resigna a que otro goce las prendas sentimentales y físicas de Isolda. Don Quijote es distinto a todos. Es superior a todos. Es el prototipo del amor en su expresión más elevada. El amor movido por la fuerza arrolladora del ideal. No pretende de Dulcinea un solo beso, ni desmaya de fiebre por acariciar su cuerpo. El idealismo de Don Quijote no niega realidad a Dulcinea, pero tampoco la necesita ante sí para amarla con todas las facultades del ser. Sólo quien vive el amor con ese ideal tan grande es capaz de olvidarse de sí mismo hasta la locura.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - El punto en la palabra - Don Quijote o el amor