El perro hambriento y el harto

Un poema de Concepción Arenal. (Selecciona Isabel Pavón)

23 DE MAYO DE 2024 · 16:44

Imagen de <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/fotos/perro-marron-de-pelo-corto-sobre-arena-blanca-durante-el-dia-HtSUeVjaApo#:~:text=Foto%20de-,Paul%20Bill,-en%20Unsplash">Paul Bill</a>, Unsplash.,
Imagen de Paul Bill, Unsplash.

Ello no se sabe cómo,

Un perro de nariz lista

De una despensa provista

Robó de cerdo un gran lomo.

De aquellas tajadas tiernas

Llenar la tripa vacía

Pensaba, y se relamía,

Huyendo rabo entre piernas.

Cuando en paraje se vio

Seguro, a su parecer,

Ansioso empezó a comer;

Y un amigo que le vio,

Perro de una solterona,

Que harto por demás estaba,

Dormía en cama y pasaba

La vida más regalona,

Viendo con qué buena gana

Cuenta iba a dar de su presa,

Dijo: "Veo con sorpresa

Que no piensas en mañana.

Comes hasta reventar

Y es bien absurdo, a fe mía,

Sabiendo que al otro día

No tienes para almorzar.

Un poco de sobriedad

Cual perro avisado ten;

Mañana te sabrá bien

Encontrar la otra mitad".

"Quién tal absurdo aconseja

Y en ese tono tan grave

—Respondió el otro— no sabe

Lo que puede el hambre añeja.

Al que desde la niñez

La tripa vacía tenga

No hay cosa que le contenga

Si puede hartarse una vez.

Vicio se llame o delito,

Es más fácil, en verdad,

Sufrir la necesidad

Que enfrenar el apetito".

"Fuera —dijo el regalón—

Insistir tiempo perdido;

Eres perro envilecido

Digno de tu condición".

Diciendo esto se alejó.

A poco murió su ama

Y ni regalos ni cama,

Ni aun qué comer encontró.

Tras muchos días hambriento

Logró hacer una gran presa,

Y dándose a comer priesa

Devoróla en un momento.

El otro que fue testigo 

De su gran voracidad,

Díjole: "¿Y la sobriedad

Que predicabas, amigo?"

"¡Ah —replicó el consejero—,

Muy necio fui, bien lo sé,

Cuando de males hablé

Que yo no sentí primero".

Es tan común como injusto,

De un cuitado al ver la pena,

"Su conducta no fue buena"

Exclamar con ceño adusto.

Tú que así airado repruebas,

Que acusas con acritud,

Dime, ¿tu austera virtud

Ha sufrido muchas pruebas?

Tú que exiges heroísmo,

Que juzgas con tal rigor,

¿Fueras acaso mejor

Viéndote en el caso mismo?

No condenes con dureza

Creyéndole pervertido

Al mísero que ha sufrido

La desgracia y la pobreza.

Y cuando tu fallo des

No te olvides de una cosa:

Que es la culpa muy dudosa

Y que el dolor no lo es.

Casi siempre es injusticia

La austera severidad,

Y la dulce caridad

Es casi siempre justicia.

 

 

Concepción Arenal

 

 

Por un año más
¡Protestante Digital te necesita! Tenemos por delante un gran reto económico. Por eso, hoy te invitamos a ser parte comprometida de esta misión y desafío para asegurar y potenciar la continuidad de Protestante Digital y Evangelical Focus en 2024.

Puedes encontrar más información en apoya.protestantedigital.com.

Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Poe+ - El perro hambriento y el harto