Derechos humanos

¿Quién podrá reclamar sus derechos cuando se encuentre frente al Creador?

25 DE ENERO DE 2025 · 22:50

Fotografía hecha por <a target="_blank" href="https://unsplash.com/es/@tingeyinjurylawfirm">Tingey Injury Law Firm</a>. / Unsplash.,
Fotografía hecha por Tingey Injury Law Firm. / Unsplash.

Tiene derecho a guardar silencio. Todo lo que diga podrá ser usado en su contra. Pero no tiene derecho a abogado. Esa profesión habrá dejado de existir para cuando la necesite de veras:

“¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda. No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos. Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios” (Romanos 3:9-19).

-¡Pues no es justo! Voy a decir un par de verdades y me van a oír…

“¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado” (Lamentaciones 3:39).

-Pero yo quería decir que…

“¿Quién eres tú, para que alterques con Dios?” (Romanos 9:20b).

-Pero déjeme decir algo…

No. En vez de seguir en tus trece, fíjate como reaccionaron los sabios que se dieron cuenta del predicamento en el que se encontraban: “He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca. Una vez hablé, mas no responderé; aun dos veces, mas no volveré a hablar” (Job 40:4-5).

“Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lucas 5:9).

“Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13).

“Vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo. Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria. Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, al Señor de los ejércitos. Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas; y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” (Isaías 6:1-7).

Bonita ilustración de salvación tras el arrepentimiento del que se reconoce pecador y acude a Dios para ser salvo.

“El fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo” (2ª Timoteo 2:19).

Es cierto: Los pecadores impenitentes que se siguen rebelando contra Dios no tienen nada que decir: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12).

Solo los arrepentidos que ponen su fe en Cristo tienen derecho a ser hechos hijos de Dios y tienen derecho a decir:

“Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia” (Hebreos 4:16).

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