Tu ADN Espiritual
Cuando leemos que Dios “es el Salvador de todos los hombres”, no quiere decir que todos se salvan.
20 DE JULIO DE 2024 · 18:06

Si conoces la historia, sabes que Dios creó a Adán a Su imagen (Génesis 1:26-27). Luego creó a Eva (Génesis 2:18-23).
Dios dio instrucciones con la advertencia de que si desobedecían, morirían (Génesis 2:16-17). Poco después, Adán y Eva ambos desobedecieron y el pecado y sus consecuencias entraronen la creación (Génesis 3:1-19).
Después, Adán y Eva tuvieron hijos pero se dice de su hijo que ya no era a imagen de Dios sino a imagen de su padre Adán debido al pecado (Génesis 5:1-3). Y así estamos todos afectados por el pecado original (Efesios 2:1-3).
¿Te has dado cuenta de un detalle? Adán y Eva no murieron al instante después de haber pecado (Génesis 2:17). ¿Por qué? Por la misericordia de Dios para con los pecadores:
“El Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen” (1ª Timoteo 4:10).
Cuando leemos que Dios “es el Salvador de todos los hombres”, no quiere decir que todos se salvan. Si fuera el caso, no existiría ni el Gran Trono Blanco ni el lago de fuego. Lo que quiere decir esa porción del versículo es que Dios nos salva a todos temporalmente. No nos fulmina en cuanto pecamos sino que muestra paciencia para con nosotros para que tengamos tiempo de creer y arrepentirnos (Romanos 2:4-5). Entonces, mayormente, es el Salvador porque salva eternamente a los pecadores a través de Su gracia cuando confían en Cristo y se apartan del pecado. Por eso, el final del versículo dice: “Mayormente de los que creen”.
Dios es tu Salvador temporal pero que sepas que esa bondad temporal llegará a su fin. Asegúrate de que tienes la vida eterna y no solo un perdón temporal. Si no, el pecado pasará factura tarde o temprano. ¿Es tu ADN espiritual pecaminoso o divino por medio de la fe?
“A todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13).
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