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Dios o nuestras fuerzas

Una reseña de El clan de hierro, de Sean Durkin (2023).

21 DE MARZO DE 2024 · 10:32

Fotograma de la película.,
Fotograma de la película.

“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” (2 Corintios 12:9)

Un cuadrilátero en el que un luchador entrena. Vemos cómo se impulsa con las tensas cuerdas que delimitan en ring. Al llegar a las cuerdas que tiene enfrente, se da la vuelta y vuelve a impulsarse de manera que pueda repetir la acción en bucle hasta que considere oportuno o se agote. De esta manera, el interesante director canadiense Sean Durkin crea una potente metáfora visual de lo que supone contar únicamente con nuestras propias fuerzas para conseguir lo que nos propongamos en la vida. La puesta en escena: el movimiento enérgico de ese cuerpo que parece encerrado entre cuerdas a modo de barrotes ilustra a la perfección la cárcel en la que se puede auto someter una persona cuando antepone el deseo de cómo le gustaría que fueran las cosas, a la realidad misma de nuestra condición. 

El clan de hierro comienza con un pulso entre la fe de la madre de familia, una mujer temerosa de Dios, que pide que Dios ilumine a su marido a la hora de tomar decisiones y en su comportamiento; y la suficiencia de él, que considera que únicamente en las propias fuerzas de uno, en su constancia, en su firme voluntad, en su determinación, se esconde el secreto del éxito y la inmortalidad. La película se convierte en un retrato demoledor de cuáles pueden ser las irreversibles y dolorosas consecuencias de optar por la segunda opción y entregarse a ella sin medida. 

Los hechos están basados en la vida de la familia Von Erich, cuyos miembros dejaron huella en el mundo de la lucha libre en la década de los 80. El padre, exluchador, se convierte en el entrenador de sus hijos con el único propósito de conseguir el tan ansiado cinturón de campeón del mundo. 

Es cierto que, de la manera que Sean Durkin, también guionista, ha planteado el drama, el hecho de que se dediquen a la lucha libre es anecdótico. Podría haberse tratado de cualquier otro deporte o actividad que suponga un riesgo. Lo importante es el férreo método que el padre emplea para tratar de conseguir su objetivo. 

Para los hermanos, la competición no termina en ningún momento. El padre tiene un hijo favorito, algo que expresa sin tapujos. Además, añade que en cualquier momento ese puesto puede cambiar de hijo, ya que atiende únicamente a sus logros, a lo que sean capaces de hacer. No hay excusas. Si el propósito no se logra debido a un error, no se habrá dado la talla y el padre estará decepcionado, con ataque de ira y posterior silencio incluidos. 

La delegación de responsabilidad es total y absoluta; cada uno tiene que contar consigo mismo. Pedir ayuda se considera un acto de debilidad. Ante una tragedia evitable, el padre llega a justificar su negligencia. 

Si algo muestra de manera eficaz El clan de hierro es que alcanzar el éxito o la victoria nunca debería ser un propósito vital. Se puede lograr el objetivo, pero si el precio a pagar es demasiado elevado, pesará más el vacío existencial que el supuesto mérito. 

El clan de hierro es un sólido drama que recrea con solvencia una época y un lugar concretos: los Estados Unidos de Ronald Reagan, con una administración que trataba a sus propios ciudadanos en muchos sentidos como este padre a sus hijos. La dirección de actores es magistral y nos mantiene alejados de los lugares comunes en este tipo de producciones. La emoción no está tanto en los combates como en los momentos íntimos en los que hay lugar para sopesar la vida que uno lleva. Además, los momentos más duros e incómodos están rodados con una elegancia inusual, haciendo realmente llevadera la experiencia del visionado y evitando que las imágenes se queden en la retina y puedan llegar al interior del espectador. 

Qué diferente hubiera sido todo si el pulso lo gana la madre y en familia piden la dirección del Padre. Y los hermanos hubieran podido desarrollar su actividad sin miedo a no dar la talla, sin miedo al castigo por cometer errores, protegiéndose entre ellos y cuidándose, disfrutando del camino al éxito, se llegue a alcanzar o no. Porque la Victoria vital, no la que te entrega el cinturón de campeón del mundo, es la única Victoria importante.

“Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo.” (1 Corintios 15:57)

 

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