El mal pastor: Foxcatcher

“Foxcatcher” es un nuevo paso firme en la filmografía de su director, Bennett Miller. Si hace 10 años consiguió llamar la atención con su retrato austero y sereno del histriónico Truman Capote, con este tercer largometraje consolida su status de cineasta formal que logra imprimir complejidad y cierto halo de trascendencia a lo que cuenta.

05 DE FEBRERO DE 2015 · 22:45

Fotograma de Foxcatcher. ,Foxcatcher
Fotograma de Foxcatcher.

Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres: El del hombre a quien Dios da riquezas y bienes y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; pero Dios no le da facultad de disfrutar de ello, sino que lo disfrutan los extraños. Esto es vanidad, y mal doloroso.” Eclesiastés 6:1-2

“Foxcatcher” es un nuevo paso firme en la filmografía de su director, Bennett Miller. Si hace 10 años consiguió llamar la atención con su retrato austero y sereno del histriónico Truman Capote, con este tercer largometraje consolida su status de cineasta formal que logra imprimir complejidad y cierto halo de trascendencia a lo que cuenta.

“Foxcatcher” completa lo que podríamos llamar una trilogía sobre la soledad desde la perspectiva de tres personajes reales que por sus decisiones o hechos han sido relevantes para la sociedad. En el caso de “Truman Capote”, la soledad necesaria y voluntaria, aunque tuviera respaldo editorial y la compañía de una buena amiga, para bajar a los infiernos de un caso como el asesinato de la familia Clutter en 1959, sentir empatía con los asesinos y a flor de piel escribir el imprescindible “a sangre fría”. En “Moneyball”, la soledad de Billy Beane, mánager deportivo al que motivaron no las cifras de su sueldo, sino las de las estadísticas de los jugadores y cómo algo que puede parecer que reduce a las personas a números, le sirvió para sacar lo mejor de cada uno y hacer un equipo con poco presupuesto, pero muy competitivo. Con “Foxcatcher” recupera el tono de “Truman Capote”, cómo hubiera sido una “novel non-fiction” de ésta historia en la pluma de Truman Streckfus Persons (Capote) es fácil preguntárselo, pero dudo que el autor de New Orleans hubiera tenido el mismo interés por un personaje como John du Pont.

 

El mal pastor: Foxcatcher

John du Pont (un improbable pero acertado Steve Carrell, con una prótesis en la cara absurda e innecesaria. No comprendo la obsesión por la imitación en vez de recrear) es un rico heredero que entre sus aficiones se encuentra la lucha deportiva y ofrece a los hermanos Mark y Dave Schultz sus instalaciones, y todo lo que puedan necesitar, para preparar los próximos juegos olímpicos. Mark acepta, un joven que evidencia problemas afectivos y que no parece tener en su vida ningún apego a nada ni nadie que no se encuentre relacionado con su deporte. Dave, mucho más centrado, que tiene como ancla principal de su vida a su propia familia, rechaza la invitación, aunque acabará también bajo las órdenes de John du  Pont. Pero lo hará con una actitud muy diferente a la de su hermano, lo que provocará el fatal desenlace.

La lectura que más me interesa de la película es lo que John du Pont puede ofrecer y quiere recibir a cambio y lo que Mark espera encontrar en su nueva vida.

John du Pont es un hombre rico sin querer. Un hombre a quien Dios ha dado riquezas y bienes y honra, y nada le debería faltar de todo lo que su alma desea. Sin embargo, es un hombre sin facultad de disfrutar de ello y que expresa soledad por todos sus poros. Él piensa que con su fortuna puede comprar afecto, respeto, reconocimiento y complicidad. Pero va a necesitar un arma en su mano para hacerse escuchar y que se haga su voluntad. Su aparente generosidad se torna irremediablemente en impotencia y patetismo.

Dispone de un recinto en el que él mismo es la puerta y llama a los hermanos por su nombre. Pretende dar protección y provisión, pero siendo el motor el egoísmo y no el bienestar incondicional de sus ahijados, se muestra como un mal pastor. Opuesto a Jesús y sus palabras: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos”.

Lo que Mark entiende con la propuesta de John du Pont es una oportunidad de sentirse arropado, seguro, protegido; en una palabra: salvo. Él atraviesa esa puerta que le ofrece el millonario y se instala en su recinto con la esperanza de sentirse libre, ocupado nada más que con lo que más le gusta hacer en el mundo. Sin embargo, la libertad no es vivir con temor, con la presión de dar la talla en todo momento y con ansiedad por lo que ocurrirá el día de mañana. Es lo que encuentra en su nueva vida y mientras permanezca en ella, se sentirá atrapado.

El buen pastor que es Jesús se ofrece como una puerta muy diferente, ofrece y cumple promesas, con la única condición a cambio de que atravesemos esa puerta con fe y dejemos que señoree nuestra vida. No tendremos que temer a quien nos ha dado la vida y nos ama de manera inabarcable. No tendremos que preocuparnos por dar la talla por miedo a ser expulsados, aunque sí tener presente que nunca la daríamos y vivir de acuerdo a nuestro agradecimiento por lo que recibimos en todo momento. Y podremos prescindir de la ansiedad, al saber que siempre hallaremos pastos.  

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