Sobre el estudio de la teología
El estudiar teología es tarea de todo verdadero creyente. Cada uno desde su original encuentro con Dios, tiene como máximo objetivo el conocerle a él, a través de la persona de su Hijo Jesucristo.
15 DE ENERO DE 2025 · 11:00

Hay muchos que olvidan o que no saben que estudiar teología es bíblico, muy bíblico.
De hecho no habría teología alguna si no tuviéramos una Revelación de parte de Dios. ¿Qué base tomaríamos para buscar el conocimiento de Dios? “Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi socorro?” dijo el salmista (Sal.121.1-2).
Aunque el texto citado está en otro contexto puede ser aplicado en el caso que nos ocupa. El “socorro” del conocimiento de un Dios personal no viene desde lo alto de los montes, es decir de lo “más alto” de la misma creación divina; y eso aunque esta nos hable de un poderoso y sabio Creador (Sl.19.1-4; Ro.1.18-20).
El verdadero socorro de esa revelación que necesitamos para conocerle y ser salvados de nuestra oscuridad moral, espiritual y ética por falta de conocimiento de nuestro Creador, ya vino a través de la revelación de parte de Dios.
Así lo atestigua todo el A. Testamento. El salmista lo sabía. Por eso no pone la mirada en la altura de los montes, sino en el Dios de Israel que, desde el principio se había venido revelando a “los padres” hasta su culminación en la Persona de su Hijo Jesucristo (Heb. 1.1-3). De ahí que el salmista se responda a sí mismo: “Mi socorro viene de Yawéh, que hizo los cielos y la tierra… No se dormirá el que guarda a Israel”.
Por tanto, es lógico que el creyente se aplique al estudio de la “teología” (estudio sobre Dios) sobre la base de la revelación divina. Fue C. S. Lewis, quien dijo: “Si no estudias teología, esto no querrá decir que no tengas ideas acerca de Dios, sino que tendrás muchas equivocadas”.
Pero con respecto a la respuesta que se dio a sí mismo el autor del salmo mencionado, el rey David, el Dios de Israel -y también nuestro- era y es mucho más que la misma creación, a la cual trasciende.
Nada que ver, entonces, con el panteismo (todo es Dios) ni con el pananteismo (Dios es el alma del universo) creencias que abundan hoy día por doquier. Dios se nos presenta en la Biblia como un Dios que trasciende todo lo creado y, por tanto, está fuera de la creación tal y cómo se reveló desde antiguo:
“Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad y cuyo nombre es el Santo: Yo habito la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los quebrantados” (Is.57.15).
¡Tremenda declaración respecto de la revelación acerca de Dios mismo! Cuando Dios dice “Yo habito la eternidad” nos da a conocer que Él es y se mueve fuera del tiempo, dimensión esta en la cual nos movemos sus criaturas.
Pero cuando dice que habita “la altura” hace referencia a que también está fuera de esa dimensión que es el espacio; otra dimensión en la cual nos movemos los seres creados. Pero además, en el contexto en el cual estaba profetizando Isaías, también añade el carácter moral de Dios cuando hace referencia a la santidad: “Yo habito… la santidad”.
Ese era un toque de atención al pueblo de Israel que se había apartado de los propósitos del llamamiento divino a ser “un pueblo santo”, semejante a aquel que lo llamó (Ver, Éxo.19.5-6; Lev.11.44-45).
Sin embargo una cosa es la revelación que Dios ha dado a lo largo de los siglos y culminada en Jesucristo, y otra lo que hacemos con esa revelación. Olvidamos, por ejemplo, que si Esdras era experto en la ley de Dios, era porque él dispuso su corazón de forma diligente para aprender y obedecer la ley del Señor (Esd.7.6,10). O sea, era un antiguo estudiante de teología.
Teología eminentemente bíblica, pues se basaba en la revelación que Dios había dado al pueblo de Israel y que quedó recogida bajo su cuidadoso registro y transmisión (Ro.3.1-2). Luego, el apóstol Pedro hace una definición de los que, como Esdras, eran los estudiantes de teología en la historia del pueblo de Dios:
"Los profetas que profetizaron de esta gracia destinada a vosotros, escudriñaron y diligentemente indagaron, qué tiempo y qué persona indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos... A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros administraban las cosas que ahora os son anunciadas por el evangelio" (1ªP.1.10-12 –Las negritas y cursivas son mías).
Esa es la tarea de los teólogos: Escudriñar, indagar para llegar a conocer lo que a lo largo de los siglos nos ha sido transmitido. Es decir estudiar y como aquellos antiguos hermanos nuestros, hacerlo "diligentemente" usando como base las Escrituras, donde están recogidos los “oráculos divinos” (Ro.3.1-2).
Pero también al igual que aquellos, necesitamos depender de la asistencia del "Espíritu de Cristo", quien ya no nos revela nada aparte de la revelación que ya “ha sido dada una vez a los santos” (Judas.3) sino que nos ilumina para que podamos entender dicha revelación. (Judas 3; 2ªTi.3.15-17).
Claro, hemos de tener en cuenta y entender que los teólogos antiguos mencionados eran protagonistas y testigos de las cosas que Dios les mostraba dentro de su propio contexto histórico-cultural.
Luego, esas palabras dadas por “el Espíritu de Cristo que estaba en ellos” eran la base de su propio estudio, escrutinio, meditación y reflexión. Nosotros, en cambio, necesitamos hacer estudios adicionales sobre los idiomas originales, la cultura, la historia y todo lo relacionado con el contexto donde se dio la Revelación divina.
Eso no es tarea fácil. Pero allí donde unos no podemos llegar por nuestras propias limitaciones y/o circunstancias, usamos lo que otros han conseguido con su estudio, dedicación, sacrificio y pericia, en relación con el amplísimo campo de la teología, que han puesto a nuestra disposición y por los cuales damos gracias al Señor por todos ellos.
Por tanto, esto nos lleva a una última consideración y es que, en todo ese aprendizaje en el que nunca terminamos de “graduarnos”, no hemos de olvidar que no estamos solos.
Es bueno tener en cuenta a tantos y tantos que, en este campo de la teología, han hecho tantas y tan buenas contribuciones (¡Otros no tanto!).
Por tanto, no podemos olvidar que los grandes teólogos de la historia de la Iglesia también forman parte de la comunidad cristiana universal; cosa que a veces se olvida con bastante frecuencia, por fijar nuestra atención, de forma desmedida, en aspectos de su teología con la cual no comulgamos. Pero una rectificación de esa, tan… negativa actitud, también debería llevarnos a dar gracias al Señor por todos ellos.
Finalmente, nunca hemos de olvidar la finalidad del estudio de la Teología y que es el encuentro con Dios mismo a través de su Palabra. Karl Baht, lo expresó así:
“Yo me he visto implicado en la realidad de Dios, que está señalada únicamente por todas esas cosas. Se trata del Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, el Padre que se revela a sí mismo en su Hijo por medio de su Espíritu Santo, el Dios que deseó tanto ser el Dios del hombre, para que el hombre pudiera vivir como hombre suyo. Me he visto implicado con el prodigio de este Dios, juntamente con todas sus consecuencias para el mundo y para todos y cada uno de los hombres. Y a pesar de lo que yo pueda ser o pensar acerca de quien yo sea en otros aspectos, me he convertido final y profundamente en un hombre que es un milagro prodigioso en sí mismo a causa del milagro prodigioso de Dios” (Introducción a la Teología. 2006)
Por tanto, el estudiar teología, o sea “el estudio acerca de Dios”, es tarea de todo verdadero creyente. Cada uno desde su original y especial encuentro con Dios, tiene como máximo objetivo el conocerle a él, a través de la persona de su Hijo Jesucristo (Heb-1-1-3; Ef.1.15-18; Filp. 3.7-10).
Solo así, y en la medida de la fe que el Señor otorga a cada uno, es que nos convertimos -en palabras del teólogo mencionado- “en un hombre que es un milagro prodigioso en sí mismo a causa del milagro prodigioso de Dios”. Y sabemos por experiencia lo que quiso decir Barth.
Y esa realidad no podrá producirse sino a través de una profunda actitud humilde, ante la Majestad de aquel que se reveló a sí mismo en la persona de su Hijo Jesús, con la finalidad de que nosotros le conociéramos a Él. Nosotros, sus necesitadas criaturas de su conocimiento. Por eso la necesidad de estudiar teología.
Publicado en: PROTESTANTE DIGITAL - Palabra y vida - Sobre el estudio de la teología